Tu
vulva es una puerta al infinito,
tu
clítoris, terrible cancerbero.
Tus
labios, entrada que yo venero.
Tus
jugos, el manjar más exquisito.
Tu
cuerpo, en su derrumbe sobre el lecho,
me
parece que es todo el universo.
Nunca
podré decir con sólo un verso
todo
lo que se anida acá en mi pecho.
Tu
ombligo es el reflejo de la luna;
la
nieve de un volcán son tus pezones,
su
erupción es la savia de la vida.
Las
mujeres, en ti, son sólo una,
en
ti anidan todos los corazones.
Te
toco cual guitarra anochecida.
Te
toco, sin embargo no me pierdo,
en
el canto de míticas sirenas.
Tampoco
busco en ti aliviar mis penas,
ni
quiero en ti olvidar lo que recuerdo.
Te
busco como a una teta el niño,
que
busca siempre su alimento hambriento.
Tú
tienes más que amor, yo lo presiento.
No
es sólo sexo, es también cariño.
Quiero
tenerte una noche infinita.
También
quiero los días sean eternos.
Quiero
posarme siempre en tu regazo.
Tú
eres lo que mi alma necesita
antes
de terminar en el Averno,
que
yo bien sé, aquí, estoy de paso.
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