Tajante, presto, él afirmó: "Dios ha muerto." Y ella pensó: "¿tendré que parir uno nuevo?"
Te amo -dijo él- y ella pensó: "háblame bonito y te hablaré de amor; pero me hablas de amor, ¿qué debo responder a eso?"
Él dijo "bla bla bla" y ella pensó, "¿dijo lo que me pareció escuchar?"
Apenas él terminó su frase, ella pensó: "ya tiene hambre."
Él gritó "GOOOOOOOOOOOL" y ella pensó: "el amor aparece sin que lo llamen, es un torrente de besos y miradas inquietas, ¿será también el verso que no escribiste, pero que supe leer sobre tus labios?"
Hablaba acerca de la inveterada relación entre sátira y política mientras ella pensaba: "me encantan sus manos, son tan elegantes y, más importante aún, tan honestas."
Él sugería abandonarlo todo, cambiar el ritmo, modificar sus ideas, pero ella no estaba escuchando, pensaba en su primer encuentro amoroso.
Él decía que la disciplina intelectual era el secreto del éxito; ella se preguntaba por qué no había ido sola al "Vive latino."
Él decía que los pumas de la UNAM harían historia; ella pensaba que el futbol era metáfora de... algo.
Él dijo que estaba furioso. Ella pensó que él era un niño.
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