Dentro de cada persona habita un
ser extraño. Él es representante de nuestro corazón, de nuestras pasiones,
emociones, sentimientos. Por su culpa el humano tiene esos momentos de ira, de cólera,
tristeza, alegría, esos momentos que llegan como un golpe que atraviesa todo tu
cuerpo y hace que las venas se exalten, que los ojos se humedezcan. Cuando dan
ganas de matar, de gritar, de huir, de desaparecer de todo, incluso de ti. Es el
fruto del trabajo de esos extraños seres que habitan dentro de ti. Yo los llamo
tritocorucos.
Nosotros somos esa parte racional
o pensante, dicen muchos. Somos esa parte que decide lo que debemos hacer o no
hacer. Reconocemos edades, hombres o mujeres, hacemos distinciones de lo que
esta bien y de lo que esta mal. Intentamos definir todo y buscar una verdad que
nos consuele de esta putrefacta realidad. Nos gusta decir que hay que pensar
las cosas antes de hacerlas. Pero lo que no sabemos es que, entre mas hacemos
este ejercicio, nuestro tripitocoruco se lastima, le salen estigmas, sangra,
empiezas a dejar que se pudra dentro de ti.
Debemos dejar que una parte de
nuestra razón visite a nuestro yo que no es yo, nosotros debemos sumergirnos en
nuestro interior y buscar a nuestro tripitocoruco, necesitamos hablar con él,
conocerlo para poder conocernos a nosotros mismos. Usando la razón debemos
degollarnos, dejar nuestra cabeza ahí, para que nuestro tripitocoruco se la
coma. Es el único alimento que ese monstruo interior espera de nosotros.
En muestra de agradecimiento el
demonio interior rasgara nuestras entrañas, golpeara desde el interior las
paredes que lo mantienen encerrado, te hará sentir un dolor intenso y una
alegría llena de tristeza. Emergerá poco a poco desde un abismo pasional y se
arrancara con las garras la piel, cosera las partes que se hallan roto y con su
saliva las pegara a tu cuerpo. Por fin, una vez pasado este estado sinestésico,
se habrá logrado la fusión de dos seres que en realidad son uno solo.
Ahora finalmente eres algo, antes
de esto sólo eras un iluso que creía ser algo que nunca fue y nunca hubiera
sido. Cada vez que hagas algo donde te toque pensar lo harás con una razón
apasionada, distinguirás el bien y el mal desde una perspectiva apasionante. Muchas
cosas que antes considerabas malas ahora las veras como buenas. Tu tripitocoruco
se alimentara y crecerá sano. Cada vez que empiece a manipularte y tengas esos
desbordes de alegría, coraje, confusión, tristeza, odio, humanidad, amabilidad,
tu tripitocoruco sabrá como manejarlos con prudencia, porque se ha alimentado
de tu razón.
Después de la fusión katartika no
queda más que empezar el escándalo. Elevarte a nuevos niveles donde no te
importe nada de la sociedad actual, ni su política, ni su economía, ni sus
guerras, ni sus dioses. Sólo te importa su cultura (¿?). Tu eres parte de esa
cultura o por lo menos estas a punto de serlo. Gracias a la fusión katartika
eres casi un artista.
Tendrás que ser paciente, porque
un día, el tripitocoruco se materializara. Se presentara ante ti, no se bajo
que forma ni en que circunstancia, lo único que se, es que no será en un
momento ordinario y aburrido, tendrá que ser en un momento excitante. Se conocerán,
se hablaran, y se pondrán de acuerdo. Juntos empezaran un movimiento. Se dirán
el uno al otro lo que hay que hacer. Si tienen una buena relación el escándalo surgirá
casi automáticamente a su alrededor, trabajaran en equipo como si fueran uno
solo, y sólo tu podrás ver a tu tripitocoruco. Tendrán que ser subversivos,
aprender a alzar la voz y llamar la atención. No harán nada para nadie, lo harán
solo para ustedes. Un público se creara alrededor de su arte.
Si le llamas arte a algo que
haces para un público en específico, para una ola que te pide algo y tu se lo
das, no es arte, eres un pusilánime ser que necesita atención y tu
tripitocoruco esta convaleciente en tu interior.
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