A Leticia Servin
I
Un par de botas negras al estilo rude sostienen el canto de una mujer que
eleva su voz, cual canario volando por los aires. El mas pequeño de la pandilla
había inundado de acida alegría el ambiente. Disfrutábamos de ese “hervor
taciturno”, lamentándonos de quienes habían sido victimas del alcohol,
embriagándose con actitud antideportiva por un triunfo en el futbol. Jugaron
como siempre y ganaron como nunca. Nos robaron elecciones, como nunca, y nos
cegaron, como siempre. Ahí, en medio de un recóndito lugar de Tultitlan, la garufa celebraba la música. Se
tarareaban canciones que quizá sin conocerlas, hipnotizaban sus sentidos.
A veces esas configuraciones del destino
parecieran burlarse de nosotros, preparándonos un futuro inesperado,
brindándonos climáticos torbellinos de emociones.
La “Mina de Roma”, un oasis musical para
el desierto cultural que representa la comunidad, se prepara para recibir ese
par de ojitos meticulosos, rovoloteantes como mariposas risueñas. Se cierran en
esta ocasión, como viendo en un efecto sinestésico los colores de la música.
- Si, bueno…
¿Lety?... “Corre la Voz” quisiera invitarte a tocar a la Mina de Roma… 11 de
agosto. Ok.
II
Hoy en día no cualquiera escucha a Tom
Waits. Su música siempre me ha parecido la expresión de un humano
irremediablemente arraigado a la sociedad actual, pero en su canto deja salir a
ese lobo estepario que Hesse encierra en el andrógino burgués común. Un chofer
electrónico nos condujo hasta la puerta de Lety casi con los ojos vendados. Los
nervios parecían una serpiente enrollando mi cuerpo, que hacía que todos mis
movimientos fueran torpes. Tenía la garganta obstruida. El cerebro hecho un
caldo de ideas revueltas e inconexas, todo lo que decía carecía de sentido. La
puerta se abrió, la magia del lugar mis fantasmas ahuyento. El azaroso orden de
un una mujer entregada a su obra. “Yo soy músico”. Decía Lety con una seguridad
inamovible y una convicción incuestionable. En el preludio de una presentación,
escuchando a unos de los artistas más sinceros y apasionados de la historia del
arte, se cruza la sonrisa de una mujer ave. Alista sus instrumentos, como ave
calentando sus alas para despegar el vuelo. Después de cruzar ese portal mágico
y encontrarme en medio de esa hoguera expresiva, me di cuenta que estaba de
frente a un ser místico, una bruja.
Un libro sobre la mesa. Feminismo, será
mas acertado decir “estudios sobre la mujer”. El concepto de mujer, fémina,
bruja. Época de transición en el pensamiento, donde incluso la mujer se había
vuelto un dogma inamovible que impedía el desarrollo de su propia naturaleza, y
por ende, su felicidad, su ser. Yo veía, qué veía, un ave, un canario hecho
mujer, que además le habían inyectado altas dosis de poesía, Sor Juana, el éxtasis
de moda, le dilataba el corazón, le inspiraba y a su honor componía. En lo
profundo de los ojos una veta de melancolía incrustada en el alma. ¿Por qué la
mirada esquiva? Conozco ese síntoma de los espíritus libres, de las almas
puras. La vileza del mundo desencadena atroces consecuencias sobre la bondad de
aquellos que buscan un crecimiento espiritual.
De pronto el cielo se nublo, sólo le
permitimos cinco minutos, y un aire extraviado de su corriente, con el corazón
de Lety colisiono. Su mirada se perdió, errante con mi asombro tropezó. Una
cascada de incertidumbre mi estomago invadió. El mundo mágico al que había
entrado, un terremoto sufrió. El blue
bird de Lety dentro de su pecho
palideció. Mientras el mío, expectante, encajaba sus garras en mis entrañas.
Durante el trayecto, la lluvia convirtió
el pavimento citadino en un nostálgico espejo de recuerdos. Las gotas de agua
murmuraban la melancólica melodía del instante. Una frase desperdigada, una
palabra como bala perdida, un importante nombre: irrelevante. ¿Quién es
Cerutti? ¿Feminista? ¡QUE NO! Ella es músico. Lastima de quien antepone su
vanidad al riesgo que se corre por ganarse un público, por ganarse su
trayectoria. Porque ni la mas cara payola tiene el valor suficiente para
comprar un público sincero. Ni el boleto más caro, comprado por el público más adinerado, tiene el valor
suficiente para comprarle el título de artista a alguien con una expresión
hipócrita.
Así como en el principio de los tiempos,
desde el fondo del abismo en silencio, una nota se desliza haciendo pacto con
el tiempo para crear un espacio. No es pertinente voltear a ver, pero a través
del sonido se pueden ver los dedos danzando entre las cuerdas. La lluvia se
apaciguo, sobrenatural…
La magia, por siglos perseguida por los
miopes dogmas medievales, se entiende como un fenómeno sobrenatural, meta-físico. Mas allá, elevado, por encima de,
incluso separado de su verdadera naturaleza. Como algo alejado que no puede ser
aprehendido por el razonamiento lógico. Es un pensamiento que no le da temor
declararse incompetente para explicar el mundo que le rodea, por eso, si Lety
hubiera cantado en esa época, o hecho sonar su guitarra, inevitablemente
hubiera sido declarada por la incompetencia
humana como una bruja. Hoy día yo también la hago poseedora de una culpa
remisa.
La magia no esta “sobre” lo natural,
esta intrínsecamente en lo natural, es ultranatural.
¿no son acaso aquellos conocimientos primigenios sobre las cosas los que aún
permanecen inaccesibles para la ciencia humana? Es la magia actual.
Conocimientos que no pueden ser alcanzados, ni enseñados por los métodos mas
rigurosos, poseedores de una verdad practica en el mundo, que peyorativamente
han sido nombrados “supersticiónes” o “fantasías”, disimulando su incapacidad
exhibiendo su prepotencia. Es en realidad aquel conocimiento intuitivo, guiado
por un lado más animal, instintivo, lo que nos brinda la verdad del mundo. Cada
amanecer es mágico, pues a pesar de todo, no tenemos información suficiente que
nos permita deducir concluyentemente que mañana amanecerá. Por eso Leticia es
una bruja. Es una mujer que ha alcanzado un perfeccionamiento tal de la
técnica, que se ha alejado del entendimiento soez y común, provocándonos esa
sensación tan mágica.
III
Si Rimbaud viviera, seguro tocaría una
Lancaster. ¿Él?. No, yo. ¿entonces para qué lo quieres vivo?. Entonces él. Si
por él fuera, preferiría una Gibson Les Paul. ¿Él?. No, yo. Entonces, si
Rimbaud viviera, ¿tu tocarías una Gibson? Y él, una Lancaster… oie, ¿Quién es
Rimbaud?
Phito Torres, elocuencia colindante con
la irreverencia. Sugestivos monólogos que desembocan en diálogos empapados de
connotaciones sexuales sacadas del subconsciente freudiano. Sube al escenario
lleno de seguridad, pero sus movimientos se muestran fortuitos ante la
respuesta de un público precario.
La noche en este barrio cobija bien a
quien le gusta la fiesta. Aquí todos son conocidos. ¿en donde no? Todos conectan
con alguien que conozcas. Amigo del primo, primo del vecino, vecino del cuñado,
cuñado del mundo. Pueblo chico, infierno grande. ¿Dónde han quedado las llamas
del infierno? Las lleva Phito en sus bolsillos. Sor Juana no es poeta, es mujer
(carcajada). ¡Un tequila! Vamos a bailar. Las luces del escenario se atenuaron
con su presencia. Su faz se disloco. Un espectáculo erótico-musical comenzó. Interpretando
melodías llenas de sensualidad, en la entrepierna se sentía la respuesta. La mirada
indiscreta, la sonrisa disimulada. Viste esos ojos, vi la mirada. Chamarra
negra, pantalón negro, botas negras, alma blanca. Ecos surgen de su garganta,
el micrófono se calienta. Sexo, grita la guitarra. Pasión entona su voz. La psicología
humana tropieza con trampas perversas. Las represiones en las distintas etapas
sexuales del desarrollo humano desencadenan traumas que se expresan en conductas
anormales, producidas por desordenes mentales. Bipolar, hace cuanto que existe
el término. Hay cosas que existen y aún no les ponemos nombre, y de cosas que
no existen, tenemos minuciosos detalles. Ser es percibir.
El impacto es brutal. Gesticulando, articulando,
actuando, armonizando. Se llama Phito Torres y toca una Telecaster. El cadáver de
Rimbaud puede podrirse a gusto. Phito esta sobre la tarima, y su música es una
poesía maldita.
IV
La noche es larga, hospitalaria. La garufa
grita. Venga Lety. Unos cuantos distraídos. Su voz se eleva, llena el recinto,
inunda. El humo de los cigarrillos persas nubla el lugar. Las risas atraviesan
el espacio. Lety canta, toca, hay una fiesta, todos celebran. La mina recibe a
Lety, y si bien, la lluvia o algún evento incidental, quizá olímpico, menguo la
asistencia, eso no evita que quienes tuvimos la fortuna de estar presentes nos
hallamos quedado medio idos por su voz sobre…
ultranatural. Los asistentes miran expectantes, o entonan entre las risas
de los amigos. Hoy las calles se notan solitarias, pero el abrigo que brinda
este lugar, cobija a Lety con su falda corta, una blusa sin mangas, y sus botas
al estilo rude. Nos comparte su sonrisa al compas que sus
dedos hacen chapotear notas liquidas de sus cuerdas como océanos musicales.
¡Con ustedes Leticia Servin!
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