jueves, 16 de agosto de 2012

Mujer Ave


A Leticia Servin


I

Un par de botas negras al estilo rude sostienen el canto de una mujer que eleva su voz, cual canario volando por los aires. El mas pequeño de la pandilla había inundado de acida alegría el ambiente. Disfrutábamos de ese “hervor taciturno”, lamentándonos de quienes habían sido victimas del alcohol, embriagándose con actitud antideportiva por un triunfo en el futbol. Jugaron como siempre y ganaron como nunca. Nos robaron elecciones, como nunca, y nos cegaron, como siempre. Ahí, en medio de un recóndito lugar de Tultitlan, la garufa celebraba la música. Se tarareaban canciones que quizá sin conocerlas, hipnotizaban sus sentidos.

A veces esas configuraciones del destino parecieran burlarse de nosotros, preparándonos un futuro inesperado, brindándonos climáticos torbellinos de emociones.

La “Mina de Roma”, un oasis musical para el desierto cultural que representa la comunidad, se prepara para recibir ese par de ojitos meticulosos, rovoloteantes como mariposas risueñas. Se cierran en esta ocasión, como viendo en un efecto sinestésico los colores de la música.

-   Si, bueno… ¿Lety?... “Corre la Voz” quisiera invitarte a tocar a la Mina de Roma… 11 de agosto. Ok.


II


Hoy en día no cualquiera escucha a Tom Waits. Su música siempre me ha parecido la expresión de un humano irremediablemente arraigado a la sociedad actual, pero en su canto deja salir a ese lobo estepario que Hesse encierra en el andrógino burgués común. Un chofer electrónico nos condujo hasta la puerta de Lety casi con los ojos vendados. Los nervios parecían una serpiente enrollando mi cuerpo, que hacía que todos mis movimientos fueran torpes. Tenía la garganta obstruida. El cerebro hecho un caldo de ideas revueltas e inconexas, todo lo que decía carecía de sentido. La puerta se abrió, la magia del lugar mis fantasmas ahuyento. El azaroso orden de un una mujer entregada a su obra. “Yo soy músico”. Decía Lety con una seguridad inamovible y una convicción incuestionable. En el preludio de una presentación, escuchando a unos de los artistas más sinceros y apasionados de la historia del arte, se cruza la sonrisa de una mujer ave. Alista sus instrumentos, como ave calentando sus alas para despegar el vuelo. Después de cruzar ese portal mágico y encontrarme en medio de esa hoguera expresiva, me di cuenta que estaba de frente a un ser místico, una bruja.

Un libro sobre la mesa. Feminismo, será mas acertado decir “estudios sobre la mujer”. El concepto de mujer, fémina, bruja. Época de transición en el pensamiento, donde incluso la mujer se había vuelto un dogma inamovible que impedía el desarrollo de su propia naturaleza, y por ende, su felicidad, su ser. Yo veía, qué veía, un ave, un canario hecho mujer, que además le habían inyectado altas dosis de poesía, Sor Juana, el éxtasis de moda, le dilataba el corazón, le inspiraba y a su honor componía. En lo profundo de los ojos una veta de melancolía incrustada en el alma. ¿Por qué la mirada esquiva? Conozco ese síntoma de los espíritus libres, de las almas puras. La vileza del mundo desencadena atroces consecuencias sobre la bondad de aquellos que buscan un crecimiento espiritual.

De pronto el cielo se nublo, sólo le permitimos cinco minutos, y un aire extraviado de su corriente, con el corazón de Lety colisiono. Su mirada se perdió, errante con mi asombro tropezó. Una cascada de incertidumbre mi estomago invadió. El mundo mágico al que había entrado, un terremoto sufrió. El blue bird  de Lety dentro de su pecho palideció. Mientras el mío, expectante, encajaba sus garras en mis entrañas.

Durante el trayecto, la lluvia convirtió el pavimento citadino en un nostálgico espejo de recuerdos. Las gotas de agua murmuraban la melancólica melodía del instante. Una frase desperdigada, una palabra como bala perdida, un importante nombre: irrelevante. ¿Quién es Cerutti? ¿Feminista? ¡QUE NO! Ella es músico. Lastima de quien antepone su vanidad al riesgo que se corre por ganarse un público, por ganarse su trayectoria. Porque ni la mas cara payola tiene el valor suficiente para comprar un público sincero. Ni el boleto más caro, comprado  por el público más adinerado, tiene el valor suficiente para comprarle el título de artista a alguien con una expresión hipócrita.

Así como en el principio de los tiempos, desde el fondo del abismo en silencio, una nota se desliza haciendo pacto con el tiempo para crear un espacio. No es pertinente voltear a ver, pero a través del sonido se pueden ver los dedos danzando entre las cuerdas. La lluvia se apaciguo, sobrenatural…

La magia, por siglos perseguida por los miopes dogmas medievales, se entiende como un fenómeno sobrenatural, meta-físico. Mas allá, elevado, por encima de, incluso separado de su verdadera naturaleza. Como algo alejado que no puede ser aprehendido por el razonamiento lógico. Es un pensamiento que no le da temor declararse incompetente para explicar el mundo que le rodea, por eso, si Lety hubiera cantado en esa época, o hecho sonar su guitarra, inevitablemente hubiera sido declarada por la incompetencia humana como una bruja. Hoy día yo también la hago poseedora de una culpa remisa.

La magia no esta “sobre” lo natural, esta intrínsecamente en lo natural, es ultranatural. ¿no son acaso aquellos conocimientos primigenios sobre las cosas los que aún permanecen inaccesibles para la ciencia humana? Es la magia actual. Conocimientos que no pueden ser alcanzados, ni enseñados por los métodos mas rigurosos, poseedores de una verdad practica en el mundo, que peyorativamente han sido nombrados “supersticiónes” o “fantasías”, disimulando su incapacidad exhibiendo su prepotencia. Es en realidad aquel conocimiento intuitivo, guiado por un lado más animal, instintivo, lo que nos brinda la verdad del mundo. Cada amanecer es mágico, pues a pesar de todo, no tenemos información suficiente que nos permita deducir concluyentemente que mañana amanecerá. Por eso Leticia es una bruja. Es una mujer que ha alcanzado un perfeccionamiento tal de la técnica, que se ha alejado del entendimiento soez y común, provocándonos esa sensación tan mágica.


III


Si Rimbaud viviera, seguro tocaría una Lancaster. ¿Él?. No, yo. ¿entonces para qué lo quieres vivo?. Entonces él. Si por él fuera, preferiría una Gibson Les Paul. ¿Él?. No, yo. Entonces, si Rimbaud viviera, ¿tu tocarías una Gibson? Y él, una Lancaster… oie, ¿Quién es Rimbaud?

Phito Torres, elocuencia colindante con la irreverencia. Sugestivos monólogos que desembocan en diálogos empapados de connotaciones sexuales sacadas del subconsciente freudiano. Sube al escenario lleno de seguridad, pero sus movimientos se muestran fortuitos ante la respuesta de un público precario.

La noche en este barrio cobija bien a quien le gusta la fiesta. Aquí todos son conocidos. ¿en donde no? Todos conectan con alguien que conozcas. Amigo del primo, primo del vecino, vecino del cuñado, cuñado del mundo. Pueblo chico, infierno grande. ¿Dónde han quedado las llamas del infierno? Las lleva Phito en sus bolsillos. Sor Juana no es poeta, es mujer (carcajada). ¡Un tequila! Vamos a bailar. Las luces del escenario se atenuaron con su presencia. Su faz se disloco. Un espectáculo erótico-musical comenzó. Interpretando melodías llenas de sensualidad, en la entrepierna se sentía la respuesta. La mirada indiscreta, la sonrisa disimulada. Viste esos ojos, vi la mirada. Chamarra negra, pantalón negro, botas negras, alma blanca. Ecos surgen de su garganta, el micrófono se calienta. Sexo, grita la guitarra. Pasión entona su voz. La psicología humana tropieza con trampas perversas. Las represiones en las distintas etapas sexuales del desarrollo humano desencadenan traumas que se expresan en conductas anormales, producidas por desordenes mentales. Bipolar, hace cuanto que existe el término. Hay cosas que existen y aún no les ponemos nombre, y de cosas que no existen, tenemos minuciosos detalles. Ser es percibir.

El impacto es brutal. Gesticulando, articulando, actuando, armonizando. Se llama Phito Torres y toca una Telecaster. El cadáver de Rimbaud puede podrirse a gusto. Phito esta sobre la tarima, y su música es una poesía maldita.


IV


La noche es larga, hospitalaria. La garufa grita. Venga Lety. Unos cuantos distraídos. Su voz se eleva, llena el recinto, inunda. El humo de los cigarrillos persas nubla el lugar. Las risas atraviesan el espacio. Lety canta, toca, hay una fiesta, todos celebran. La mina recibe a Lety, y si bien, la lluvia o algún evento incidental, quizá olímpico, menguo la asistencia, eso no evita que quienes tuvimos la fortuna de estar presentes nos hallamos quedado medio idos por su voz sobre… ultranatural. Los asistentes miran expectantes, o entonan entre las risas de los amigos. Hoy las calles se notan solitarias, pero el abrigo que brinda este lugar, cobija a Lety con su falda corta, una blusa sin mangas, y sus botas al estilo rude.  Nos comparte su sonrisa al compas que sus dedos hacen chapotear notas liquidas de sus cuerdas como océanos musicales.


¡Con ustedes Leticia Servin!


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