Por miXena
Son cerca de las cuatro de la tarde de un sábado muy
especial, salgo de la estación Xola de la Línea 2 del Metro, del lado en que se
encuentra el mural, según las indicaciones que me dieron, dirección Cuatro
Caminos. Una vez en Tlalpan, apuro el paso a la derecha y doy vuelta, casi en
seguida, también a la derecha; me sigo de largo unas tres o cuatro calles hasta
que comienzo a ver los árboles de ese pequeño parque situado a la mitad. Ahí se
encuentran reunidos ya cerca de 30 personas, sobre el escenario de concreto,
aguardan la llegada de Carmina y Miguel, mientras instalan el sonido y acomodan
la lona por si la lluvia.
No mucho tiempo después da inicio la clase, hay que
corregir postura, cerrar costillas y pensar en tango. Los pasos deben nacer como la traducción de lo que tu cuerpo
imagina al escuchar el ensamble de bandoneón, contrabajo, piano y violín. Luego
de tantos años sin atender el llamado para volver al sur hay mucho trabajo que
hacer, pero para eso están los dos jóvenes que a mi me gusta llamar profesores.
Miguel García y Gabriela Carmina son dos no promesas sino realizaciones del
tango en México, además de continuar preparándose constantemente, con su corta
edad han pisado escenarios como el del Mundial de Tango que se realiza cada año
en Buenos Aires.
Esta bella pareja, cuyo acoplamiento en el baile es
intimista, imparten gustosos una clase para principiantes cada sábado a partir
de las cuatro de la tarde, la cual sobrevive de su amor por el baile y la
cooperación voluntaria de los asistentes. Al final de la lección, el escenario
se transforma en un espacio para dar rienda suelta a lo aprendido, se disponen
bancos por si uno quiere tomar un respiro y arriban bailarines más
experimentados que acuden para no dejar de vivir el tango. Es La Milonga de
Xola.
Cuenta Miguel que La Milonga de Xola tiene cinco años
de vida y es una de las más concurridas en el DF, pues existen otras en la
ciudad. Cada aniversario de esta milonga se convierte en un gran festín de alegría
y baile sin parar, a él arriban bailarines de todas partes, incluso, uno que
otro argentino que extraña su país por un momento. Hay exhibiciones de baile en
las que participan parejas reconocidas en el medio, entre las cuales estaca la infaltable pieza con la
que deleitan a sus alumnos y amigos Carmina y Miguel, quienes en sus clases no
sólo comparten sus conocimientos de técnica sino que desvelan el mundo de las
orquestas y los compositores que para millones está reducido a Gardel.
La fiesta se extiende hasta muy entrada la noche y yo
debo volver a casa, pero si alguno está interesado en sentir cómo su cuerpo
responde con pasos que no conocían a ese ritmo que encierra poder, sensualidad,
tristeza, pasión, alegría, rapidez y lentitud que se corresponden con un
diálogo entre hombre y mujer que se piensa
intraducible, asistan a las clases cada sábado en punto de las cuatro en
La Milonga de Xola. Para llegar sólo deben seguir las sencillas instrucciones
que se describen al inicio.
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