El día 25 de junio del año en curso, ya entrada la tarde, el señor Arteaga se encontró con algunos amigos de la oficina en el bar Tezontle para, como él solía decir, "relajarse y soltar las piernas" después de un arduo día de trabajo. Ya en el lugar, el pintoresco grupo de empleados ocupó la mesa de costumbre y como siempre el señor Arteaga habló en voz muy alta de su temor a morir en un establecimiento como ése, diciendo "nomás me imagino la cantidad de intrigas que empezarían a rondar por la oficina y mira, hasta se me pone la carne de gallina."
Después de un par de tragos el hoy occiso Joaquín Arteaga se sintió, efectivamente, más relajado y comenzó a despepitar en contra del gobierno del D.F., que con sus obras de renovación causa tremendos estragos en el tránsito vehicular de la ciudad, sobre todo en las llamadas "horas pico". Luego dio a entender que estaba iniciando una relación -ilícita, por cierto- con Alondra, secretaria del señor Urriarte y que sospechaba una traición de parte de su amigo y colega el señor Tabares. Ninguno de los allí presentes dio importancia a los alegatos del señor J. A. Ninguno de los allí presentes estaba escuchando. Pero nadie podía imaginar lo que iba a suceder.
Y lo que sucedió fue que, medianamente ebrio, el señor Joaquín Arteaga Mejía abandonó la mesa para ir a "tirar el miedo". Después de lavarse las manos y arreglar su horrenda corbata roja intentaba el susodicho fulano encontrar el camino de vuelta hacia sus contertulios cuando fue requerido por una persona indeseable, proterva, sumamente viciosa, siniestra: yo.
-¿Qué tal, mi amigo, cómo estamos?
-¿Qué chingados te importa?
-¡Caray, Mr. Arteaga! ¿Con esa boquita besa a su esposa? Ahora comprendo por qué sus chupadas me dejaron irritados los tanates.
-Hijo de la chin...
Antes de que nuestro amigo Joaquín terminara su oprobiosa frase destilé mi oscura naturaleza, instilé mi ánimo en el suyo, le mostré al señor Arteaga su verdadero rostro y le susurré mi nombre al oído. No abundaré en los detalles de su reacción porque son de sobra conocidas las respuestas que mi presencia provoca y porque muy pronto cada uno de ustedes tendrá la oportunidad de conocerme personalmente y experimentar en carne propia los efectos de mi visita. Pero sí he de comentarles un par de situaciones altamente jocosas que suelo practicar con los elegidos.
1) Me gusta hacerles creer que todo se trata de un sueño: produzco la ilusión de una apacible noche en brazos de su ser más querido, les muestro la imagen de sus más dulces recuerdos y los invito a ponerse cómodos. Cuando, fieles a su naturaleza, comienzan a dejarse llevar por la sensación de placer obro como los novelistas modernos -lo que realmente soy, de hecho- y cambio abruptamente el argumento de sus vidas, de sus sueños, les muestro el reverso de la historia, inserto episodios sin sentido, les suelto una retahíla de palabras altisonantes, así nomás, por joder, por mis pinches huevos, o los saco de onda con frases incomprensibles e hiperausticultosas y con estridencias fluorescentes. Aunque la causa (en varias de las acepciones de esta palabra) es, evidentemente, estúpida el efecto es hilarante.
2) Les recuerdo que sus recuerdos (¿su alma?) han quedado dispersos, incompletos, perdidos y que muy probablemente la mayoría son falsos.
3) Un clásico: les hablo de sus hijos y del incierto futuro que les aguarda a consecuencia de, por supuesto, la negligencia, la estulticia y el egoísmo de ellos, mis elegidos.
Algunas veces, como en el caso del señor Arteaga, cuando están a punto de cagarse de miedo les introduzco alguna parte de su cuerpo o algún otro curioso objeto en la vía de evacuación. No tanto para evitar el desastre, sino para provocar una especie de "reflujo" que produce graciosas contorsiones en el rostro de los que se dirá, con esa interesante escritura (iniciada por mí, claro está) de nuestros días, "k n paz desknc!" Jejejejejeje.
Sin más por el momento, me despido de ustedes con un caluroso, muy caluroso, abrazo. Les deseo la mejor de las suertes y les deseo que vivan la vida loca, la buena vida, la vida al máximo, la vida sana de los que pretenden actuar sin consecuencias, la vida de los buenos ciudadanos que estudian o trabajan, la vida de los que dicen que saben vivir. Muy pronto los visitaré.
XOXO
El diablo.
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