jueves, 12 de febrero de 2015

El idioma de las calles

Barcelona, Plaza de Colón. José Higuera


By NiHiL

La gente está hastiada de tanto dolor. En las calles se respira violencia y miedo. Las personas están al límite, ya no soportan vivir un episodio más de llanto. Muchos jóvenes en las calles sin un futuro claro, un lugar reservado en las prisiones o un sitio exclusivo en la alcoba de la miseria. En ocasiones piensan que lo mejor sería dejarse tomar del hombro por la fría mano de la dulce muerte.

Corazones latentes, siempre combatientes, así son los sucios rostros de nuestros niños y niñas, jóvenes, hombres y mujeres de la calle. Despiertan tarde en un rincón oscuro y hediendo de los subterráneos, cargan en costales la basura citadina, para darle un nuevo uso y valor. Hasta la más insignificante cosa tiene un precio en donde los sentimientos son chatarra oxidada.

Se habla de pobreza como si fuera una entidad que al llegar a algún lugar te la pudieras encontrar y saludar "hola señora pobreza, ¡como ha engordado!" No hay pobreza, hay humanos pobres, personas a las que les mutilaron las esperanzas, víctimas de las sedientas fauces de lo terriblemente indecible. Rostros de bebés demacrados por la aspereza del pavimento. Manos infantiles que acumulan terrones de polvo para convertirlos en sueños arrojados al viento.

Las calles tienen su propia magia. En el campo, en las ciudades, en las periferias, resplandecen brillantes amaneceres que iluminan los caminos del día. Se trasladan grandes maquinarias con neumáticos, o quizá solamente las gastadas suelas de goma de millones de trabajadores o estudiantes que salen temprano de casa.

Venas y arterias de las sociedades actuales. Testigos invisibles de cientos de historias, acogen en los crepúsculos los pasos cansados de los hermanos, rebotan el sonido de los vehículos aletargados después del jornal. Miradas perdidas buscando su refugio. Las calles se van quedando quietas y silenciosas, pero el tráfico en realidad nunca cesa.

¿Qué tan lejos de puede llevar una calle? ¿Por qué repetimos incesantemente los mismos rumbos si sabemos que no es el correcto? ¿Es que acaso existe el camino de la paz?

Las calles no son un sitio par vivir, son un no-lugar de transición, sitios para no-estar, para pasar. Calles de inhóspita memoria, de lujuria, de callejones oscuros sin retorno.

1 comentario:

Vh swich dijo...

Y yo me pregunto si no será que el dolor es inherente a toda clase de vida en sociedad, y quién es aquel beneficiado de llevar al límite el miedo y la represión.

Saludos.
VHSR

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