lunes, 2 de febrero de 2015

Paso #1. Desentumecer los dedos

 (Déjame) 

Por Eduado García 

Déjame presumirte. Déjame presumir de lo flamante que eres y de lo maravillosamente tenebroso que es ser devorado por esa melena de Medusa suelta cuando te vistes sin tus ropas, cuando te envistes con tu lisa piel
El mundo no tiene por qué saber de aquellas noches entre hoteles en las que deliramos con nuestros cuerpos impíos, azotados entre gemidos y sombras, pero estoy seguro de que se moriría de envidia si supiera de tus lecturas de Piñón desnuda, encorvada, envuelta en líneas con tus pezones floreciendo.
Por fortuna para mí, es una lástima que jamás se sepa cómo entre cobijas y gemidos despertamos. De aquel lugar en el Centro, tan nuestro, en el que entre sudores dejamos de festejar el gol de Alexis al decadente Brasil, con la buena al ángulo para el empate provisional. Sudacas debieron haberse reventado las gargantas de alegría, otros habrán llorado de emoción: ¡Viva Chile, mierda!, mientras dos chilanguitos taparon la narración de la tele empotrada en el muro en Allende con gritos y gritos más placenteros que los provocados por anotarle a la Verde-Amarella. En Belo Horizonte se jugaba el pase en tanda de penales; en Chilangolandia se ganaba la vida a muerte súbita. Quizás al mundo no le interese, pero ¿qué hace uno cuando tanta complacencia le desborda?
Déjame hacer un altar en aquel rincón del Metro Atlalilco donde en medio de una marea de autómatas-retornantes, mis manos se volcaron desesperadas para explorar bajo tu blusa tejida, para reconocer de manera consciente esa piel, ese olor, para volver a comulgar.
Déjame contar de ese viaje en el que me pusiste tan cerca del fuego, en el que la memoria no olvida, sólo se reescribe. Nadie se enterará de tu mano traviesa buscando entre mis piernas sobre la Calzada Ermita Imparable. Habrá un silencio que narre cómo nuestros muchos yos se mueven, se agreden y dispersan a diferentes velocidades en el mismo plano: like a street spirit.
Listen!:
Leave, but don’t leave me… −Deja el Dark Side completo, sino ni lo pongas− coincidimos.
“Deja de recordarme que me dejas”− reclamas; pero ten en cuenta que “el que se va deja”, y tú ya has dejado demasiado. Deja que algo de mí se te quede. Así quedamos un día solitos sobre la lona, luego de varias batallas. Tantas derrotas que ahí nos tumbaron y terminamos ganándonos. No se trata de qué tan duro pegan, se trata de qué tan duro te pegan, y te tiran, y te paras y te vuelven a tirar, te levantas y sigues. Puede que me gane el sueño, pero “no hay insomnio que dure tres mamadas”, “total, nadie se va a enterar”.
Que nadie meta la mano invisible; yeso desde las economías insanas. Laisses faire, laisses passer, pero ahora sobre nuestros cuerpos. Dejar pasar cualquier intensión y deseo que se te ocurra hacía mí; dejar hacer un nuevo tramo sin tantos lastres. Y total que el libre mercado nos favorece. “Socialistas”, “comunistas”, charlatanes e hipócritas que se repartan el pastel mientras nosotros nos monopolizamos a destajo. Que nadie se entere de mis blasfemias o me excomulgarán los puritanos.
Cuántas ganas de estar en tus letras salvajes: tus letras de finos trazos, de largas historias, de inmensos sentires, donde el que pasa se queda, se consagra en su inmundicia, en su inmanencia, en su gozosa y sangrante tragicidad. Cuántas más de estar en tus sueños donde don Saramago te habla entre percusiones africanas, donde se encuentran las obras inéditas e inimaginadas del fantasma del real viceralismo y donde los gatos seguramente tienen su reinado. Pero más ganas de estar entre tus labios, tus brazos, tus piernas. Deja que se quede mi eco en tu piel, como las olas, como los colores. Déjame contar que en ti estuve, que la paz existe, que hay un paisaje que se extiende, que contigo, mientras fumemos, los ecos rezumban, zumban, van y revientan.
La cosa que se llama vida puede volver a pasar, y cuando nos ataje de vuelta ya no seremos esos que la despidieron. Pero el cauce es el mismo. Si la notamos y somos capaces de señalarla es porque ya es otra, y la misma, y la otra que vuelve a ser la misma.
Deja que se vuelva a reproducir el soundtrack, quizás nos vuelva a sonar, mientras dure. Déjame ver tras esos lentes grandotes cómo se repite la cosa en tercera persona. Esa que se lee no eres tú, ese que lo escribió no soy yo. Sólo estamos dejando de ser. Deja que nadie sepa, deja que vuelva a pasar. Déjà vú.

Roberto Xulú 

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