(Déjame)
Por Eduado García
Déjame presumirte.
Déjame presumir de lo flamante que eres y de lo maravillosamente
tenebroso que es ser devorado por esa melena de Medusa suelta cuando te
vistes sin tus ropas, cuando te envistes con tu lisa piel
El
mundo no tiene por qué saber de aquellas noches entre hoteles en las que
deliramos con nuestros cuerpos impíos, azotados entre gemidos y
sombras, pero estoy seguro de que se moriría de envidia si supiera de
tus lecturas de Piñón desnuda, encorvada, envuelta en líneas con tus
pezones floreciendo.
Por fortuna para mí, es una lástima que
jamás se sepa cómo entre cobijas y gemidos despertamos. De aquel lugar
en el Centro, tan nuestro, en el que entre sudores dejamos de festejar
el gol de Alexis al decadente Brasil, con la buena al ángulo para el
empate provisional. Sudacas debieron haberse reventado las gargantas de
alegría, otros habrán llorado de emoción: ¡Viva Chile, mierda!, mientras
dos chilanguitos taparon la narración de la tele empotrada en el muro
en Allende con gritos y gritos más placenteros que los provocados por
anotarle a la Verde-Amarella. En Belo Horizonte se jugaba el pase en
tanda de penales; en Chilangolandia se ganaba la vida a muerte súbita.
Quizás al mundo no le interese, pero ¿qué hace uno cuando tanta
complacencia le desborda?
Déjame hacer un altar en aquel rincón
del Metro Atlalilco donde en medio de una marea de
autómatas-retornantes, mis manos se volcaron desesperadas para explorar
bajo tu blusa tejida, para reconocer de manera consciente esa piel, ese
olor, para volver a comulgar.
Déjame contar de ese viaje en el
que me pusiste tan cerca del fuego, en el que la memoria no olvida, sólo
se reescribe. Nadie se enterará de tu mano traviesa buscando entre mis
piernas sobre la Calzada Ermita Imparable. Habrá un silencio que narre
cómo nuestros muchos yos se mueven, se agreden y dispersan a diferentes
velocidades en el mismo plano: like a street spirit.
Listen!:
Leave, but don’t leave me… −Deja el Dark Side completo, sino ni lo pongas− coincidimos.
“Deja
de recordarme que me dejas”− reclamas; pero ten en cuenta que “el que
se va deja”, y tú ya has dejado demasiado. Deja que algo de mí se te
quede. Así quedamos un día solitos sobre la lona, luego de varias
batallas. Tantas derrotas que ahí nos tumbaron y terminamos ganándonos.
No se trata de qué tan duro pegan, se trata de qué tan duro te pegan, y
te tiran, y te paras y te vuelven a tirar, te levantas y sigues. Puede
que me gane el sueño, pero “no hay insomnio que dure tres mamadas”,
“total, nadie se va a enterar”.
Que nadie meta la mano invisible;
yeso desde las economías insanas. Laisses faire, laisses passer, pero
ahora sobre nuestros cuerpos. Dejar pasar cualquier intensión y deseo
que se te ocurra hacía mí; dejar hacer un nuevo tramo sin tantos
lastres. Y total que el libre mercado nos favorece. “Socialistas”,
“comunistas”, charlatanes e hipócritas que se repartan el pastel
mientras nosotros nos monopolizamos a destajo. Que nadie se entere de
mis blasfemias o me excomulgarán los puritanos.
Cuántas ganas de
estar en tus letras salvajes: tus letras de finos trazos, de largas
historias, de inmensos sentires, donde el que pasa se queda, se consagra
en su inmundicia, en su inmanencia, en su gozosa y sangrante
tragicidad. Cuántas más de estar en tus sueños donde don Saramago te
habla entre percusiones africanas, donde se encuentran las obras
inéditas e inimaginadas del fantasma del real viceralismo y donde los
gatos seguramente tienen su reinado. Pero más ganas de estar entre tus
labios, tus brazos, tus piernas. Deja que se quede mi eco en tu piel,
como las olas, como los colores. Déjame contar que en ti estuve, que la
paz existe, que hay un paisaje que se extiende, que contigo, mientras
fumemos, los ecos rezumban, zumban, van y revientan.
La cosa que
se llama vida puede volver a pasar, y cuando nos ataje de vuelta ya no
seremos esos que la despidieron. Pero el cauce es el mismo. Si la
notamos y somos capaces de señalarla es porque ya es otra, y la misma, y
la otra que vuelve a ser la misma.
Deja que se vuelva a
reproducir el soundtrack, quizás nos vuelva a sonar, mientras dure.
Déjame ver tras esos lentes grandotes cómo se repite la cosa en tercera
persona. Esa que se lee no eres tú, ese que lo escribió no soy yo. Sólo
estamos dejando de ser. Deja que nadie sepa, deja que vuelva a pasar.
Déjà vú.
Roberto Xulú