domingo, 1 de mayo de 2011

Horizonte

Hoy se me antoja que el cielo y la tierra se amen aquí en el texto. Se me antojan líneas de


donde pueda salir el sol. Se me antoja que asomes tu rostro sobre este afluente de palabras.


Palabras que avanzan disciplinadas como hormigas y al mismo tiempo indóciles y orgullosas


como el mismo Lucifer. Hoy quiero ver al texto desde arriba, quiero verlo a través de tus ojos,


quiero encontrar belleza en nuestras palabras. Quiero afirmar apasionadamente que todo esto


(avaricia, guerras, hambruna, muerte estólida, muerte rapiñadora, insensatas muertes, el


mundo, la muerte, insistente muerte, siempre la muerte) ha valido la pena. Quiero no olvidar el


polvo del que surgieron La divina comedia, El Aleph, La Odisea, El extranjero, Fausto, Piedra de


sol, El moderno Prometeo, La condena, Otelo, Veinticuatro horas de la vida de una mujer, El


retrato de Dorian Gray, Ortodoxia, Cumbres borrascosas, Moby dick, Un mundo feliz, Tom


Sawyer... y quiero no olvidar que la belleza y el almagre color de la nostalgía y el sabor a


bienaventuranza de tus ojos y el gorjeo alegre en los labios de las niñas se sostienen sobre SUS


hombros, y la belleza y la esperanza y el gozo y tú y yo y los que no lo saben porque no quieren


saber y la creación entera, todo. Hoy quiero textos que desprecien la gloria, los laureles, el


incienso y el sulfuroso hedor de las profundidades y el ruido de las calles, el anonimato: quiero


textos libres y que desprecien también la libertad para que puedan comprometerse y hablar y


guardar silencio en donde se resguarda lo sagrado. Quiero textos que no tengan miedo a las


palabras, que no teman decir Dios lujuria zarpazo redención esplendor hocico vanidad crica


paraíso. Y quiero textos ligeros, casquivanos y textos sólidos, recatados y textos gregarios y


textos solitarios. Quiero textos ciegos, que ignoren a la justicia como la ignora el amor, quiero la


estulta ceguera de éste -que sólo ve a la amada, que ve sólo diferencias- y no la "inteligente"


ceguera de aquélla que ve a todos iguales. Y quiero también textos clarividentes. Y me dan ganas


de escribir palabras suaves, seductoras, dulcísimas palabras, y palabras acres, palabras


recalcitrantes, amargas. Me dan unas enormes ganas de amarte en las palabras, debajo de las


palabras, con y sin palabras. Me dan ganas de darte mi palabra y que me la devuelvas


transformada en libertad, de darte mi palabra y romperla, rompértela en la cara y me dan ganas


de que rompas en llanto y en onomatopeyas y ganas también de que me rompas a golpe


de palabras.

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