Levántate

Despierta. Vuelve de ese letargo al que te has entregado con tanto ahínco. Quizá el tedio o quizá el placer de la inactiva actividad del pensar. Palabras fluyendo en el inaprehensible mar de la interpretación. Retorna de aquella negación, afírmate después de contradecirte. Eres lo que no eres. ¿Eres lo que eres? Lo exterior no afirma, es la sensación que aquello provoca dentro de ti, la percepción verdadera. Expresiones que no caben en los diccionarios ni en enciclopedias, inverosímil talante que se mantiene anclado a la realidad. Ándate por las calles de la ciudad de los pensamientos, ten cuidado de los callejones solitarios y oscuros. Los criminales de la conciencia acechan eternamente y podrían violar tu tranquilidad dejando heridas para toda la vida. Pero siempre hay oportunidad de volver a recuperarse y volver a caminar, pensar. Lo peor que podría llegar a pasar es que aquellos audaces delincuentes del pensamiento ultrajen la razón, es quedarse para siempre en el limbo de la locura. No hay de qué preocuparse, nadie percibe su propia muerte. Más cuidado aun hay que tener de aquellas enormes catedrales llenas de absolutas verdades cimentadas en lagos rellenos de lodo. Desprenden una luz tan artificialmente emanada de su altar del conocimiento, que suele atraer a aquellos insectos del pensar, los hipnotiza tanto hacia su luz que los inmoviliza, los quema, los deja ciegos con su inmenso brillo. De nada sirve una razón miope en la prisión del pensamiento. Es aun más estéril que la irreverente fertilidad de la locura. Despertad o dormid.