jueves, 4 de abril de 2013

El estado y el Pueblo, una relación disfuncional


By NiHiL

Hablar de política es, irremediablemente, ensuciarse las manos. Se supone que los sujetos que están en esos puestos deben velar por los intereses de su pueblo, claro, si es una democracia. Si fuera una tiranía, donde uno o unos pocos vieran sólo por sus intereses a costa del pueblo, manteniendo a este de una forma sumisa para evitar que los molesten mientras gobiernan, distrayendo su atención con magnos eventos de cosas inútiles, y con una soberana imagen que los haga ver excepcionales, todo iría bien.  O quizá, sólo suben por medio de un proceso democrático para ejercer una tiranía.

La democracia ha sido un concepto ya usado hasta el hartazgo, demasiado gastado y que se ha vuelto un escudo obsoleto para las teorías políticas que pretenden una política que beneficie a las mayorías. Es una patraña de las clases políticas corruptas que ahora usan para engañar a la gente. Así como el “Che” Guevara es usado por grandes industrias para capitalizar su imagen en prendas de moda, o Capriles, el candidato de oposición en Venezuela usando la imagen del libertador que le dio forma al movimiento de Chávez, o como el rock se volvió un producto comercial para aprehender las mentes rebeldes y domesticarlas con un doble discurso. Así, los iconos a seguir suelen utilizarse en contra de quien los idolatra sin que se den cuenta, para beneficio de la oligarquía. La democracia es la bandera con la cual los políticos pueden engañar al pueblo. Simulan que les dan los que ellos quieren, pero como ni siquiera lo ha experimentado el pueblo, lo recibe pasivamente a costa de su ignorancia. En teoría la democracia es muy buena, pero en la práctica, dudo mucho que exista realmente.

Las instituciones también han hecho lo propio. Pero lo que me preocupa no son los vicios y calamidades de la clase política. Lo que me realmente me atañe es que la gente que tanto se queja, sigue acudiendo a ellas para resolver sus problemas, sigue confiando y esperando que el Estado corrija su curso. Aun estando tan desacreditadas, llenas de oprobio y de quejas, nadie hace nada para cambiar las cosas.

Me refiero a cambiarlas literalmente, no a intentar rescatar ese núcleo tan podrido. Abandonarlas y empezar una empresa social nueva, reestructurar todo este sistema es una perdida de tiempo. Todos se quejan, nadie lo deja. Se han apropiado incluso del valor de las personas, reduciéndolas a nada si no cuentan con documentos oficiales que los acrediten como individuos. No entiendo el afán de seguir alimentando ese sistema corrupto, se aprovecha de nosotros porque de una u otra manera volvemos a él, no porque necesitemos de él, sino porque así lo hemos creído, pero cuando dejemos de tener esa creencia falsa, podremos construir una nueva sociedad.

Es como el hombre que golpea a su  mujer y ella dice odiarlo en ese momento, pero después él se disculpa y con falsas promesas le pinta un nuevo futuro lleno de ilusión, ella lo perdona, y el vuelve a aprovecharse, y así el circulo vicioso. Acaso lo que necesita México es una terapia psicológica de pareja, el Estado y el pueblo, una relación disfuncional. 

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