By NiHiL
Apenas
estamos desenchufando las jeringas de las venas. La dopamina en exceso es un
veneno que daña tu percepción. Cuando crees
volar, despiertas más abajo.
La melodía de
una dulce voz te arrastra por lugares inhóspitos, prefieres no recordar, pero
ya es parte de ti, no se puede eliminar. Una gruesa voz se escucha gritar al
final del pasillo. Un girasol se estampa con la planta de tu pie. Unas manos frías
te abrazan por la espalda y una voz que dice “tómame” sibila en tus oídos. Quieres
gritar pero estas mudo. Nadie escucha tus gemidos. Quieres caminar, correr,
buscas la salida.
Hay una
puerta en el costado, tiene tus iniciales grabadas con fuego en la parte
superior. La abres con cuidado, es la salida, hay un inmenso jardín. Hay música,
es una mezcla de jazz, blues, rock, folk, soul, metal, clásica, y esos extraños
ritmos orientales.
Hay paz,
mucha paz. Quisieras correr pero algo te ata aún. Caminas hasta el final de la
pradera y cuando estas a punto de adentrarte en el bosque, una extraña
sensación te hace volver. Ves esa puerta, pero no entras, sin embargo no te
vas. Te sientas, lías un cigarrillo y buscas una botella de ron para hacer más
llevadera la agonía. La empiezas a beber, pero al poco tiempo te harta, estas
borracho, pero aun no convulso. La avientas por los aires, la botella cae y no
se rompe. La impactas contra un árbol, contra la pared, el suelo, la botella no
se rompe. La pateas, la alejas, pero su poder te atrae. La entierras, y te vas
corriendo. Huyes, buscas salir de ese prado. Entras en un desierto, no hay
nadie. Buscas agua, tienes sed. Tu cordura falla. ¿Dónde estas? ¿Quién eres? Si
corres la arena te absorbe. Te mueves lentamente, llevas años caminando, por
fin hay un poblado. Todos están idos, nadie vive realmente. Hay muy poca
alegría y muchas prohibiciones. Los habitantes de este lugar babean, te repugnan,
buscas donde esconderte. Entras en un sucio callejón, te encuentras con una
bola de vagos que te miran con sospecha. No les dices nada, ellos te ofrecen de
fumar, aceptas. Una especie de ensoñación te aborda.
-¿tu crees
que podamos volar?
Te pregunta
alguien. Tú lo volteas a ver con seguridad clavada en tu frente.
-hace mucho
que no toco el suelo
Te dejas
caer de espaldas mientras el concreto te absorbe y desapareces tragado por la
urbe. No eres nadie, un espectro más, un
fantasma en la ciudad. Un ánima en pena, condenada a rondar cual rata las
calles, pretendiendo vivir. La gente esta muerta, son féretros sin alma.
Estas dentro
de la matriz de una mujer desconocida. El líquido vital en el que sobrevives
empieza a desaparecer, es tu momento de nacer, de comenzar a morir, lo que
eternamente se ha de vivir.
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