Mostrando las entradas con la etiqueta cuento. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta cuento. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de agosto de 2011

El joven enamoradizo del callejón

Antes que nada, quisiera pedir una disculpa por mis ausencias. Se que quizá algunos esperan que publique cosas más seguido. Yo mismo quisiera poder derrochar imaginación y escribir cosas aptas para publicar, pero la verdad es que, si en ocasiones largas no llega la inspiración, cuando llega normalmente es para plasmar letras que resultan como exorcismos de mis propios demonios interiores. Cuando varias ideas se me han acumulado en la cabeza, es cuando puedo crear cosas como este cuento, que sin más explicación, les dejo para que lo lean. No soy quien para juzgar mi producción, pero les aseguro que mi intención no es hacerlos pasar un mal rato, sino por el contrario, que se distraigan un poco de la realidad. Todos tenemos actividades agobiantes a lo largo del día, lo que provoca como resultado el tan de moda "stress". Una cosa que en lo particular no creo que exista, pero cuando he intentado comunicarme con la gente sobre algo que parece pesarle a la humanidad en sus hombros siempre me hablan de ese mal invento de publicista afortunado. Pero volvamos al asunto. Léanlo, si les gusta, terminenlo. Se que puede resultar muy largo para muchos. Si de plano les esta ocasionando una pesadumbre leerlo, lo mejor seria que lo dejaran de leer. No importa como sea, sólo lo narro porque esto sucedió en realidad y me parece digno de contarlo. Esta es la historia de





El joven enamoradizo del callejón

Nadie esperaba que esa noche, en el callejón de los sueños de los buenos vagos, el aire se perfumara con una historia de amor. Mucho menos que el par de ebrios que allí estaban, como llenando el encuadre de una fotografía sublime, se emborracharan aún más al quedar empapados de aquella esencia. La luz tenue de una alta farola iluminaba de dorado el pavimento. Estaban en la parte trasera de una pizzería. Había unos escalones que usaban de silla o mesa alternativamente. Una cloaca en el centro y las paredes pintadas con arte callejero. En un extremo, en lo alto del horizonte,  la luna brillaba imponentemente con un rojo intenso. Resplandeciente hacia gala de su inmensa belleza y sonreía socarronamente. Bajo de ella se dibujaba la silueta de un tipo flaco que venia doblando la esquina.

Al fondo, el par de borrachines reían y hacían gestos grotescos. Se burlaban, gritaban y hacían ademanes, cuando el más moreno y flaco vio de reojo al vago que se aproximaba.

-Ahí viene el Marian-dijo con alegría mientras el menos moreno parpadeaba un par de veces intentando enfocar sin éxito, al tiempo que pedía el cigarrillo. El más moreno volteo a ver al menos moreno con disgusto, pues pensó que el otro le había ignorad y le dio otra calada al cigarrillo.

-Te digo que ahí viene el Marian- le repitió.

-Ya lo vi- le empezaba a reconocer con la proximidad del sujeto- invítale un trago

-¡Ora pues!-afirmo

Marian llego serio y saludo fríamente. Los dos morenos se extrañaron, Marian por lo regular era muy alegre. El ambiente se torno silencioso mientras acababan de estrecharse las manos.

-¿Me puedo servir un trago?- Sonó seca su voz

-Claro, ¿cómo preguntas?- le dijo el más moreno al tiempo que le ponía el “panal” de mezcal en la manos y el menos moreno le ofrecía un vaso desechable que había aguantado la “guerra” toda la noche.

-¿De donde vienes?- le cuestiono, lleno de intriga, el más moreno mientras Marian se servía casi la mitad del vaso de mezcal y destapaba el “esprait”.
Marian no contestaba y les veía los rostros. Ellos empezaban a inquietarse con la curiosidad y Marian tenía las palabras atoradas en la garganta a punto de vomitarlas.

-¿Qué tienes? Ya dinos- insistió el más moreno

-Nada, ando tranquilo- contesto Marian mientras fumaba ansiosamente.

-¿Cómo no? Algo tienes- acuso el más moreno, Marian bebía.

-¿No nos vas a decir?- secundaba el menos moreno. Marian bebía, fumaba.

-Nada más ando… pensativo.- decía mientras el humo le escapaba por entre los labios.

-No me digas que no tienes nada. Vienes cabizbajo, callado; tú no eres así. Te sirves medio vaso de mezcal, esta bien que seamos “pedos” pero eso ya esta cabrón. Luego de por si estas pinche güerito y vienes pálido. Algo sucede y no nos quieres decir- le dijo el más moreno con la impertinencia típica que provoca el alcohol y un tanto molesto con su amigo por ocultarles la verdad.

El silencio entro en escena. Las miradas se cruzaron.

-Va, saquen el “gallo” y les cuento

-¿Traes “cana”?- al unisonó

--------------------------------------------------------------




El tanque se llenaba, eso era una calada y no fanfarronerías. Tranquilos fumaban, el rojo del cigarrillo los hipnotizaba, el aroma escalaba por los muros. Seguían en el callejón pero habían cruzado un portal que los dejaba aislados del exterior. Marian le dio una última calada, profunda y bien contenida, antes de comenzar a narrar su historia.

-Acabo de enterrar a mi novia- dijo lacónicamente. El par de borrachines se quedaron viéndolo fijamente. No daban crédito a lo que acababan de escuchar. No lo entendían, no lo creían.

“Vengo de los viejos terrenos, donde ahora están construyendo la nueva autopista. Lo tuve que hacer, era necesario. Pero dejen permítanme ordenar mis ideas.- Se sirvió un trago más y encendió un nuevo cigarrillo- saben bien estos “gatos con alas” comento refiriéndose a los cigarrillos antes de continuar.

“Desde que la conocí se convirtió en mi perdición.  Yo creía estar en un mal momento anímicamente hablando. Era sólo el comienzo, las cosas empeorarían. La conocí en una fiesta, era amiga de un amigo. Era uno de esos sitios donde todos coreaban a Enrique Bunbury y algún intelectual ponía por medio de su ipod blues y jazz aburridísimos exclamando que sabía más de música que todos los demás. La gente tomaba cualquier bebida sin importar la que fuera, el objetivo era embrutecer. La única diferencia a nosotros es que compraban lo más caro que se pueda para sentirse importantes, es decir, menos irrisorios. Quizá por el afán que conservaban algunos por dejar de ser efímeros y alcanzar alguna especie de inmortalidad, y el alcohol los hacia sentir eso por algunas horas. Se compraban una imagen. Se pavoneaba triunfal aquel que consiguió el alcohol más caro. La clase de vino también era importante. Había hasta catadores “profesionales” que habían probado el vino que aun no se inventaba. Un lugar donde en un instante un par de homosexuales saltaron en medio de todos y se besaron escandalosamente, hasta fajarse  la playera enfrente de todos. Algunos se incomodaron pero intentaron explicar que no era nada personal, pero los factores sociales, políticos, culturales, religiosos, y hasta biológicos en los que se desarrollaron formaron huellas mnémicas inconscientemente. Ellas eran las causantes de que se sintieran incómodos. Y además les dijeron, mostrando algo de solidaridad, que lo pueden hacer con toda  libertad  donde  no los vieran. Se ofendieron,  insultaron sutilmente,  hicieron indirectas, se ofendieron y los otros son los que acabaron como “putos”. No falto aquella niña boba que todos se querían dar, y su estrategia fue emborracharla, pero los otros resultan más estúpidos que viles y la ponen tan ebria que acabo incapaz de recibir o brindar placer. Vomito la sala y berreo. Otro niño “divertido” salio empapado del baño porque rompió el lavabo. Con la cara de imbécil, y una sonrisa insinuando su grandeza por desmadrocito. Era una de esas fiestas donde se reencuentran viejas amistades y cruzan un pantano de envidia,  ya pasadas las copas se abrazan y se besan expresando cuanto se quieren mientras ocultan un puñal bajo la manga larga. Por eso yo no nunca uso manga larga, para que siempre vean que soy sincero, que no voy a traicionar. Los raritos estaban en un rincón, solos y apartados, hablando de cosas de “verdadera importancia”, pero al mismo tiempo luchando por ser aceptados en esas clases sociales. Yo sabia que no era como ninguno de esa gente y estaba apartado y solo, como los “raritos”, pero al contrario de ellos, yo no iba a cambiar mi naturaleza por encajar con otra especie de naturaleza. No porque lances una piedra mil veces en el monte esta ira hacia arriba si su naturaleza es ir siempre hacia abajo.  No me iba a contradecir a mi mismo como ellos lo hacían. Yo estaba ahí por mi amigo, éramos amigos desde muy chicos, y aunque ya grandes nos diferenciábamos mucho, aun conservábamos nuestras raíces comunes, quizá sea por eso que seguimos en la amistad después de que muchos otros se dejaron de hablar con el paso del tiempo. Pero él ahora era tan popular entre la gente de su nuevo colegio, que no tenia tiempo para su amigo del barrio. En cierta manera lo comprendía, más cuando la compañía era tan bella como las personas con las que estaba, pero yo simplemente no encajaba ahí.

Decidí entonces escapar a toda esa gente, ese no era mi lugar. No me sentía bien, así que  salí de la casa a tomar un poco de aire. En realidad buscaba la forma de escabullirme, ir a buscar a mis amigos de las calles, reír toda la noche, burlarnos de la vida, compitiendo por ver quien hacia reír más al otro o fastidiarlo, si se enojaba, le iba peor. Cosas tan sencillas y tan elementales como la risa. Pero ahí estaba con una bola de niños que inútilmente intentaban madurar igual yo. Pretender darle rumbo a la vida, adoptar senderos que la dirigirán. Pasar una vez más por los caminos tantas veces recorridos, obtener los mismos errores y superarlos, volverlos historia y después hacernos monumentales. Se veían tan falsos imitando conductas adultas, reformando patrones, reproduciendo la moral estipulada, recreando relaciones sociales. A mi me gusta correr riesgos, burlarme de lo estipulado, huir de las leyes que son tan injustas como imperfecto es el humano, aunque en más de una ocasión halla salido herido y mi vida estado en peligro. Ser iconoclasta. Salir con unos buenos amigos a caminar y fumar.

Salí de esa casa y me recargue en un frondoso árbol para fumarme un cigarrillo. De pronto ya estaba, sin saber como ni cuando, en una especie de ensoñación. Ella venia entonando una graciosa melodía. Yo caí irremediablemente hechizado por el amor y su cómplice la belleza. Al principio me vio y se sorprendió, después me sonrió, le sonreí. Me sumergí en el profundo azul de sus ojos, y con el reflejo de la luna obtenía un destello plateado.  Su nombre era Lith.

Perdí la noción del tiempo. Su belleza me aprisiono, el amor me extorsiono. Ella era como un mar apaciguado por el viento cuando le hace el amor y se desatan tempestades y remolinos. Dos húmedos gajos del fruto del árbol de la pasión, eran sus labios.  Pero era más embelesante  su soberbia. Con su coqueto andar cautivaba a los incautos como yo. Con una malévola mezcla de tristeza, ternura y pasión, me ato a sus cabellos y de sus pensamientos, el títere fui. Exceso de sensibilidad, traducción, pérdida de la razón. Era el rehén de la belleza y pedía por mi rescate mi corazón, yo a pesar de todo no estaba seguro de entregarlo, el representaba todo mi carácter, no le podía entregar todo mi ser a nadie a costa de mi propia vida.

Empezamos a salir, por un tiempo todo iba bien. Pero entonces, por momentos ella parecía aburrirse de mí, me abandonaba y se iba por un tiempo. Yo sentía que con ella, la vida se me iba, y durante ese tiempo mi existencia era nula. Luego ella volvía y con ella mi vida. Era una especie de juguete suyo que cargaba batería con sus besos. Mis sueños empezaron a estar llenos de neblina, no podía ver con claridad. Mis relaciones con el exterior se volvieron como cortos circuitos en mi cerebro.  Mis pensamientos formaban círculos y su centro, irremediablemente era ella.

Un día la belleza se descuido, solo me soltó por unos instantes pero la duda que hacia tiempo me venia acechando, se inmiscuyo en mi cabeza. Esa noche no pude dormir, a la mañana siguiente lo primero que hice fue ir a buscarla. Tenia la cabeza llena de preguntas. La encontré serena en su casa. No esperaba mi visita y aunque me recibió se notaba incomoda. Empezamos por hablar, luego empezamos a tener silencios, luego preguntas sin respuesta y terminamos por hablar demasiado y arruinar con palabras, simples y llanas palabras, letras, símbolos, ni siquiera eso cuando hablamos, sonidos, percepciones con interpretaciones que forman entes ficticios que derrumban acciones, hechos, realidades. Discutimos fuertemente. Me fui.

Al día siguiente me encontré con un desconocido frente al espejo. Ya no era aquel que había salido de esa fiesta a fumarse un cigarrillo. Estaba flaco, ojeroso, casi no comía, y no tenia fuerzas. Mi cuerpo se había vaciado de vida, de su alma, casi no tenia sueños ni ilusiones, ni recuerdos. Todo se lo había entregado a aquella seductora mujer, estaba seco. Me sentía como un árbol al que le arrancaban sus frutos lastimando sus ramas y su follaje, no le regaban y lo ensuciaban, para colmo, le exigían más de sus frutos y la nobleza de su naturaleza le impedía negarlos.

Seguí saliendo con ella, pero las cosas no eran lo misma escena de amor del principio. Cuando lo besaba se me iba el aire,  después la situación empeoro, me faltaba también en situaciones de soledad. Algo estaba mal, pero el amor que yo creía sentir por ella me mantenía victima de su belleza. Además, algún intereses debía motivarle a continuar la relación, de lo contrario se hubiera ido hace mucho.

Cada vez enfermaba más. Se me iba más el aire y empezaba a palidecer, un fuerte dolor entre pecho y abdomen me empezaba a atormentar. Constantemente tenía vómitos e indigestiones.  Empecé a ir con médicos locales, pero no encontraban solución a mi problema, ni siquiera tenían una idea de lo que era o como pudo suceder. Salí de la ciudad y fui a buscar a curanderos, herbolarios, y hasta personas con “poderes sobrenaturales”. Yo no era supersticioso, pero estaba desesperado, me estaba muriendo y quería encontrar la cura a esa extraña enfermedad.  Fue entonces cuando, en medio de mi desesperación, acudí con un vago del pueblo. Todo mundo sabía que era simplemente un vagabundo, que era una persona loca, y muchas veces sin escrúpulos. Pero los mas grandes contaban que el era un sabio despojado que había venido ya hace varios años huyendo de las imposiciones del sistema. Se decía que era uno de los sabios despojados de su reino. Estos hombres habían existido desde los comienzos de la humanidad, mostrando los senderos verdaderos por los cuales la naturaleza humana se debía de guiar para alcanzar la felicidad. Resolvían problemas a los que el hombre común no tiene acceso. Esos hombres ilustres se inclinaban a buscar las causas y los principios de lo que era la realidad. Sujetos que, por su pasión a la contemplación, su sabiduría muchas veces era menospreciada y tomada por inservible. Ignorantes la mayoría de las veces de cosas prácticas, su reputación era negativa. Estos hombres recorrían todos los rincones del mundo en todas sus formas fantasmagóricas imaginables. Ante los ojos de los ignorantes eran tomados como unos cualquiera. Eran espectadores, desde fuera, de la vida de los de dentro. Algunos, sin embargo, consideraban una injusticia que no tuvieran nada de valor, mientras otros veían justo que carecieran de todo tipo de riqueza. Algunas veces se aparecían como políticos, otras como artistas, y no perdían ocasión para hacer pensar que estaban locos de remate.

Una madrugada el dolor era tan fuerte que me despertó. Al poco tiempo empecé a tener vómitos y alucinaciones. Todo cambiaba de tamaño, no tenia noción del espacio, tropezaba, me golpeaba. Toque mi frente y estaba ardiendo. Paulatinamente me establecí en un estado, que no era precisamente el mejor, pero me permitió ir, en ese mismo instante, a buscar al viejo vago. Las condiciones, no me favorecieron. La luna se había ocultado bajo el manto oscuro de la noche, dejando su luz para otra parte del mundo y caía una ligera pero helad lluvia. Titubee un poco, pero el dolor era tan grande, que sólo tome mi bicicleta y empecé a pedalear casi mecánicamente. Me dirigí a los conductos de aguas negras, allá es donde decían que él vivía. Entre por un viejo camino de terracería, y alzaba la cabeza buscando algún rastro de su casa. Encontré una especie de choza maltrecha, dispuesta con palos, lonas, tubos, laminas, cartón, plásticos, y cualquier tipo de basura reciclable.

-Nicóma- le grite. Era un nombre que el mismo había adoptado. Decía que hacia referencia a un antiguo médico. Su verdadero nombre nadie lo conocía, quizá ni el mismo lo recordaba.

-Nicóma- ahora con más fuerza.  Estoy seguro que me escucho, algunas casas alrededor han encendido su luz. Los perros han comenzado a ladrar. Seguramente me ignora, es famoso en el vecindario por su mal humor.

-Nicóma- le grite una vez más, por fin se escucho un gruñido en el interior.

-¿Qué quieres?- dijo de malagana una ronca y rasposa voz.

Me quede callado, no supe que contestar. Estaba un tanto impactado, ya estaba ahí, pero no sabia como exactamente un vago con una historia inventada por la gente me curaría. Además, esto no era precisamente una consulta médica.

-Si has venido a molestarme te arrepentirás. Si una de tus bromas intentas concretar, muy mal la pasaras.- resonó su voz haciendo eco con las laminas. Para la mayoría de la gente era simplemente un vago. Algunos jóvenes lo molestaban sólo por diversión. Es normal que le incomoden las visitas, pues cuando las tiene sólo le ocasionan problemas.

-No Nicóma, no es mi intención incomodarte. La razón por la que he venido es que necesito de tu ayuda, me he sentido enfermo, pero es una extraña enfermedad que no se siente en el cuerpo, si no en el interior, si hay algo así como un alma es de lo que estoy enfermo, pues aunque tengo  síntomas fisiológicos,  es algo mas allá de lo corporal lo que me duele, una prueba es que para los médicos comunes estoy tan sano como cualquier persona, no saben nada sobre mi enfermedad. He venido a verte porque he oído que eres uno de los sabios despojados, ya antes de ser un vago, tu oficio era el de un médico excelso.

Titubeo para hablar. Se escucharon unos balbuceos. Todos sabían que antaño era un medico, pero ser uno de los despojados significaba ser una especie de rebelde. Ser rebelde significa ser espiado, acosado, perseguido, desaparecido, preso, torturado, asesinado. Nicóma nunca paso de desaparecido, antes de preso,  desapareció por cuenta propia. Después del acoso, cambiar línea telefónica y domicilio varias ocasiones, decidió convertirse en un vago antes que ellos lo convirtieran en un preso político. Sus ideas revolucionarias en medicina estaban infectadas de ética y conciencia. Eso no era bueno para la industria, le hacia cambiar planes constantemente, y arruinaba los negocios, así que era mejor eliminar ese factor molesto, así como un antibiótico elimina sustancias que ayudan a crear anticuerpos más fuertes. La medicina vuelve el cuerpo estéril, decían sus artículos.

-No se de que me hablas, déjame dormir.- sus palabras fueron temblorosas. Nadie lo buscaba ya. Todos saben que no representaba peligro alguno, pero la paranoia nunca se le curo. Eran conocidos sus delirios de persecución en la plaza pública.

-Nicóma, te lo suplico, escúchame. Tu eres de aquí, seguramente me conoces, no he venido a hacerte daño, me junto en el callejón, detrás de la pizzería que esta a un costado de la iglesia. Si es verdad que tu eres una especie de sabio debes ayudarme, todo empezó desde que discutí con mi amor. Tengo un extraño dolor, creo que estoy enfermo de amor, Nicóma, ayúdame.

-Que te vayas he dicho- dijo malhumorado. Estaba desesperado, no me iba a ir sin verlo, mi intuición me decía que solo él podría ayudarme. Así que me senté junto a un árbol a esperar a que saliera, y si no me iba a abrir por lo menos lograría fastidiarlo.

-Nicóma- le grite con fuerza- Nicóma- con más fuerza- Nicóma- la noche avanzaba y yo seguía gritándole- Nicóma- ya debe estar molesto, pero yo ya estaba cansado. Le grite varias veces más, por algún par de horas por lo menos,  mi voz estaba gastada, ya casi no se escuchaba, estaba por quedarme afónico.

-Calla, cállate, pasa rápido, pero cállate- me grito por fin desesperado. Yo no lo dude un instante, me pare de un brinco y corrí a su puerta, al entrar casi vomito, el hedor era insoportable y me tape la nariz.

-Que delicado. Hubieras sido niña.- me dijo burlándose, su actitud fue despectiva desde el principio. Siéntate ahí, en el rincón, cuidado con el Dioge

-¿El qué?

-Quien, dirás

- Bueno él, ¿vive alguien más contigo?

-Si

-¿Quién?

-Diógenes

-¿Pero quien es él?

-Querrás decir qué es él

-…

-Mi perro Diógenes, así se llama, le digo Dioge de cariño. Me lo encontré abandonado en un viejo panteón al que hace poco hicieron un gimnasio. Es un perro muy inteligente.

Tuve que irme a sentar con aquello que era aquel ¿o aquel que era aquello? Me resigne y me fui a arrinconar con el perro, tampoco era muy amigable, no me quitaba la mirada de encima y me gruñía.  En medio de aquella oscuridad, una vela se encendió para presentarme los rasgos finos, pero descuidados de aquel naufrago de la embarcación del conocimiento. Había llegado como polizón a una isla desierta donde construyo una choza para sus ideas.

Era de tez oscura, cabello corto y sucio, flaco, con la ropa holgada. Su boca estaba todo el tiempo torcida. Sus ojos eran de un castaño luminoso. La charla fue algo tortuosa. No había una comunicación satisfactoria con ese individuo. Cuando yo hablaba el se quedaba dormido, parecía que sólo me había dejado entrar para que dejara de gritar. Pero cuando dejaba de hablar, él se despertaba, como si hubiera estado escuchando atentamente y me pedía que continuara. En ocasiones el hablaba, empezaba bien pero a los pocos minutos divagaba de tal manera que la vista se le perdía en el vacio y no sabia si se dirigía a mi o pensaba en voz alta.
No fue para nada lo que esperaba. Por alguna razón imaginaba algún tipo de ritual implicado. Tampoco pretendía una limpia o algo así, pero esto era absurdo. Estaba contándole a un viejo decrepito, que vive a un lado de los canales con un perro. Un anciano que se emborracha casi a diario con mezcal y cigarrillos que recoge del suelo. Un irrisorio tipo que además apestaba.

-No me estas resolviendo nada- le grite enfurecido

-¿Qué quieres que haga?, no es mi vida- Se burlo-no puedo meterme en tu cuerpo y solucionar tus problemas. De todas maneras, si te los resuelvo cuando vuelvas a entrar a tu cuerpo lo echaras todo a perder de nuevo, se ve que no eres un tipo muy inteligente. Quizá no necesitemos cambiar tu vida, seria mejor quitarle a la vida misma un estorbo como tu.

-pensé que eras otro tipo de persona, pero ahora veo que realmente eres sólo un vago- eso debía emocionarle de alguna manera, si era un sabio lo retaría a mostrase como tal, si no lo era, estaba perdiendo mi tiempo con este viejo.

- no se donde sacas suposiciones tan absurdas.- se quedo pensando un poco- pero te ayudare, sólo porque realmente necesitas ayuda. Se  acerco al montón de trapos que usaba como cama y de entre ellos saco un frasco de cristal con un líquido ámbar.

-Dale un buen trago- me lo dio. Era un líquido tibio, lo destape con expectación y dude un poco, pero su pesada mirada no se apartaba de mi, y no me gustaba la forma que torcía la boca. Se lo di, de un golpe, pero el sabor era tan insoportable que lo escupí.

-¿Qué es esto? Parecen orines- le grite furioso y él sólo abrió los ojos con sorpresa y se me quedo viendo con incredulidad, después estallo en carcajadas.

-¿De que te ríes?- le pregunte. Tenía los ojos desorbitados de tanto reír.

-Eran orines muchacho- me confirmo- no pude evitarlo. Tu conmovedora historia me había aburrido y no te ibas, tenia que hacer algo para divertirme contigo. Además eres un iluso. Por creer cuentos infantiles que hablan de sabios despojados has caído en mi broma. ¿Qué pensabas que era? ¿Alguna sustancia mágica? – se puso de pie y se puso muy serio, me dio un poco de miedo- en efecto, estas enfermo de amor, pero no se necesita ser un sabio para saberlo, pero la sociedad actual esta tan ciega a las sensaciones, inmiscuida en su raciocinio, que le ha restado importancia a estas cosas tan fundamentales en la naturaleza humana. Pero acaso tú me has visto pinta de psicólogo o algo por el estilo para que me vengas a contar tu vida.- se acerco y me tomo con violencia por la mandíbula e introdujo en mis fauces un extraño fruto rojo y con folículos vegetales.

-Este fruto hará efecto sobre todo ese amor que llevas estancado en tu interior. El que apesta eres tú, no mi perro. Te estas pudriendo. Necesitas sacarlo, depurarte. Todo ese desperdicio que hay en tu interior se lo tienes que entregar a quien lo hizo brotar de ti, en realidad le pertenece a esa persona.  Ahora lárgate y deja de fastidiar que quiero dormir.- me tomo por los cabellos y me saco a rastras de su casa- trágalo todo, no podrás escupirlo- se escucho su voz después de aventarme a la tierra mojada, entre la hierba.

Ese fruto era una masa esponjosa que se dilataba en mi boca. Crecía cada vez mas, hasta el punto de que me dolía la mandíbula, sentía que me la iba a tronar. Lo intentaba escupir, peros siempre empezaba a crecer. Recordé lo que dijo el vago y entonces empecé a tragarlo, su sabor era amargo, y raspaba mi garganta al entrar. Casi logre hacer que desaparezca, pero tenia que estar salivando contantemente y tragar para que no volviera a crecer. Empezaba a sentir el efecto de aquello, mi percepción de la realidad se altero, me sentía anestesiado, flotando. Me dio mucho sueño y los ojos se me empezaron a  cerrar, caí dormido en la tierra.


-------
Al otro día desperté en mi cama. Estaba amaneciendo y otra vez estaba sintiendo aquel intenso dolor. Me levante y de inmediato pensé en salir, al abrir la puerta me encontré con una selva en su exterior. Regrese al interior y empecé a buscar una respuesta en los cajones y habitaciones de la casa, pero todos daban a espacios infinitos que no llevaban a ningún lugar. El dolor se intensifico. Buscaba algo, no sabia bien que, pero lo buscaba con ansias, hurgue en mis bolsillos y encontré una daga de jade azul. La clave justo en la boca de mi estomago.  La sangre escurría, el dolor sucedió, pero una inexplicable sensación de alivio invadió mi cuerpo. Necesitaba sacar todo ese infectado amor de mi ser. Fui por una bolsa negra en la cual deposite mis vísceras, y me dirigí a buscar a Lith. Antes de salir, inspeccione todos los cajones y habitaciones, ahora en cada uno había una obra de arte, un libro, un disco, un instrumento, una partitura musical. Fui a mi habitación y me despedí de la banda de músicos de descansaban en mi cama. Salí por la puerta trasera decidido a cruzar la jungla, pero a cambio me encontré con un paisaje de nieve, con rocas y arboles de hielo, y fantásticos animales polares. En medio había un camino de roca ardiendo en llamas. Pasaron unos años en el transcurso de un segundo, durante el tiempo en que lo cruzaba. Del otro lado estaba Lith. En medio de una densa neblina le entregue mi amor en una bolsa de plástico negro. Ello la abrió y el asco que le provoco le hizo vomitar y tirarlo a la basura.
------


Desperté. Seguía tirado en la tierra, fuera de la casa de Nicóma.  El estaba sentado en una piedra bebiendo café y con Diógenes sentado a un lado. Me saludo “cordialmente” y me ofreció una taza de café. Yo no acababa de comprender lo que había pasado. Le recibí el café sin preguntar nada.  El me veía con una sonrisa disimulada en esos labios torcidos. No nos dijimos nada, simplemente me levante y me fui.

Las cosas con Lith no mejoraron, empeoraron. Mi relación con ella se rompió por completo.  Su actitud para conmigo fue desdeñosa, parecía que le provocaba asco, y de mi parte el interese se había ido. Nos dejamos de ver.

Con el tiempo mi personalidad de transformo.  Lo que sentía vacio lo empecé a sentir lleno de contenido. Todas las cosas que de alguna manera había hecho por ella, ahora se traducían en logros para mi persona, recupere mi apetito por la vida. Había salido de aquel estado de ensoñación en el que me encontraba desde aquella ocasión que la había visto por primera vez. Después de todo aquel amor tirado a la basura, un nuevo carácter crecía en mi pecho. Era mi corazón que se regeneraba y latía con renovados bríos. Hasta cierto punto la sensación era muy similar a aquella vez en que había enfermado de amor, pero esta vez no dolía, se sentía una agradable sensación de calor.

Aun así preferí prevenirme y fui a buscar a Nicóma por si acaso estuviera enfermo de nuevo. Asistí cerca de la puesta del sol, y él estaba con Diógenes sentado a su lado, tomando café.

-¿Cómo estas? Me pregunto con una sonrisa cínica entre sus labios chuecos.

-Bien, creo- respondí.- él me cuestiono con la mirada y proseguí.- he venido porque tengo el pecho inflamado, como aquella vez que enferme de amor…

-Es tu corazón muchacho-me interrumpió antes de que pudiera continuar.- se ha regenerado. Existen dos formas de enfermar por amor. Una por defecto, otra por exceso. La primera se traduce en un cariño pusilánime, es la lastima. La segunda es la obsesión. Cada una, a su vez, tiene dos variantes. Si enfermas de lastima, quieres a alguien por lastima o te quieren a ti por lastima. Si de obsesión, te obsesionas tu o se obsesionan contigo. Quien quiere por lastima ocasiona que se obsesionen con él, quien quiere con obsesión, provoca lastima. Tu la querías a ella por obsesión, y ella entonces te quería por lastima. La única forma que hay para salir de eso, es provocarle tanta lastima con una obsesión enferma, que le provoques asco. Eso sucedió cuando le entregaste tus entrañas. Eso es porque no querías con el corazón, querías con tu estomago. Después ella se volvió indiferente a ti. De alguna manera enfermar de amor te ha hecho bien, tu corazón estaba truncado. Nunca te habías enamorado, le hacia falta renovarse a tu corazón. Con el amor tu corazón se destruyo para entregarse, pero no tuvo ocasión y se ha podrido en el interior, necesitabas depurarte para que ahí mismo naciera otra vez. Por ahora crecerá, pero llegara el momento de una nueva metamorfosis. Con aquel sueño abriste la puerta al nuevo tiempo de tu carácter. No caigas en viejos errores, ahora tienes la experiencia. Toma esta daga, tu sabrás como utilizarla en el momento indicado. Ahora lárgate, no hay nada más que decir.- término y Diógenes empezó a ladrarme.

- ¿Qué hago con este cuchillo?- le cuestione

-Eso no lo se ¿crees que lo se todo?- me respondió malhumorado

-¿Entonces para que me lo has dado?- me abordaban preguntas, era el mismo cuchillo de mi sueño, pero no sabia lo que debía hacer, en el sueño lo había encajado en mi abdomen, pero esto ya no era un sueño.

-lárgate- me grito molesto- tu sabrás cuando usarlo- Diógenes se acercaba más y no dudaría en morderme si me quedaba más tiempo, así que guarde el cuchillo y me fui.

Era el mismo cuchillo con fina hoja de jade azul, y un mango de madera con un sublime grabado. Parecían letras griegas.

De pronto sentí unas fuertes ansias de ir a buscar a Lith. Hacia tiempo que no la veía, eran inexplicables esas ganas por verla. Mi corazón latía con fuerza, aun estaba enamorado de ella, la extrañaba. Fui directo a su casa con el cuchillo en la bolsa. Ella se sorprendió mucho con mi visita. Preparo café y nos sentamos a charlar. Empezamos con cosas típicas, triviales, pero la conversación tomo un sesgo hacia nosotros, a lo que éramos antes y lo que podíamos ser entonces. Aquel viejo estado de ensoñación se empezó a apropiar de mí. Volvía a ser victima de la belleza, me sumergía en el laberinto de sus ojos y no tenia intención de salir, sino de perderme, sumergirme aun más en ese abismo de sensualidad. Mi corazón empezó a latir con tal violencia que golpeaba mi pecho. Quería gritarle que la amaba, pero algo me lo impedía. Ella me veía con una sonrisa, la tome por la mano, la mire fijamente en medio de un delirio. Ella se sobresalto y la retiro rápidamente. Pero se la volví a tomar y la puse sobre mi pecho.

-¿Qué es eso?- Me pregunto impactada

- Mi corazón, late por ti.

-Pensé que todo había terminado Marian

-Yo también lo pensé. Pensé que ya no te quería, que tu tampoco, pero ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba, te amo, nos amamos.

-Si me amas entrégame tu corazón.

Eso era una fuerte petición. Supe entonces que hacer con el cuchillo. Lo saque y lo clave justo en mi corazón. Costo un poco de trabajo enterrarlo bien profundo pero por fin la sangre empezó a brotar. No era doloroso, me sentía aliviado. Ella sonrió inmensamente, yo pensé que la razón era que me amaba y entregarle mi corazón  por fin significaría estar juntos para siempre. Metí mi mano en mi herida y arranque mi corazón de su lugar. Estaba grande y aun en mi mano no dejaba de latir. Se lo entregue y al tenerlo entre sus dedos, su cara se deformo entre el placer y la excitación. Sus pupilas se dilataron. Me dio una fría caricia en mi mejilla que provoco escalofríos en todo mi cuerpo. Sus palabras sonaron como un lejano suspiro.

-Sabia que tú también eras mío, nadie se rehúsa a mis encantos.

La situación se salió de control. Ella se levanto y se fue con mi corazón en sus manos a su habitación. Yo luchaba en mi interior por salir de aquel estado hipnótico. Sacudí mi cabeza y sentí que todo rebotaba adentro. Me pare y la seguí con cautela hasta su habitación. Estaba sentada al borde de su cama con una caja de madera a sus pies. La abrió y la escena me hizo temblar de terror.
Ella guardaba los corazones de sus antiguos enamorados en frascos de cristal, algunos se veían viejos y putrefactos. Los había chicos, grandes y hasta deformes. Se alimentaba de los sentimientos nobles de los chicos que se enamoraban de ella. De estos nobles sentimientos era de donde provenía su belleza. Estaba a punto de morder el mío cuando entre violentamente.

-devuélveme mi corazón.- me abalance sobre ella. No permitiría que mi corazón sufriera el mismo destino que los otros.

Su rostro cambio por completo, ahora era el de una mujer vil, con ojos feroces y facciones tenebrosas, su cabello se torno de fuego, aun con todo, no dejaba de ser bella, quizá aun más bella. Pero era una belleza que daba miedo. Se había perdido la ternura y la inocencia. Era un ego devastador que consumía pasiones. Yo quería mi corazón y estaba decidido a recuperarlo. Se lo arrebate y a ella la empuje lejos. Me llene de tristeza, aun sentía que la amaba, pero no merecía mi corazón. No podía quererla a ella sobre mi corazón. Emprendí la huida mientras intentaba reubicar a mi corazón en su lugar, pero no se quedaba ahí, ya no funcionaba bien, se caía y se colgaba. No latía bien. Corrí en busca de Nicóma, el sabría que hacer.

Llegue a los campos, pero ya no estaba su casa. Solo había dejado desperdicios y su mal olor. Voltee en todas direcciones en busca de una señal, un rastro, algo que me dijera por donde se había ido. No había nada, estaba solo con mi corazón descompuesto en ese lugar. La temperatura descendió bruscamente, y empecé a tiritar de frio. La neblina bajo abruptamente y había arboles enormes donde antes no los había. La hierba estaba crecida y la escarcha caía de las hojas de los arboles. Quería escapar de ahí, pero apenas podía ver delante de mis narices. De entre la espesa neblina salió ella con los ojos inundados en llanto. Sentí que todo a mí alrededor pasaba muy rápido y yo apenas podía moverme. Ella me entrego una bolsa de plástico negro con su enfermo amor adentro.

-Te quiero con todas mis entrañas – susurro. Yo tuve asco y vomite, pensé que todo terminaría allí, pero las cosas no transcurren nunca con normalidad.

Vomite con tanta fuerza que me vi obligado a tirarme al suelo. Mi abdomen se contraía con un fuerte dolor.  Expulsaba un líquido viscoso y amarillo que me cortaba la respiración cuando salía por mi boca. Me sentía desvanecer.

-Tú no debes tenerme asco, tu eres el que causa lastima no yo. Quiéreme, entrégame tu corazón, debe ser mío.- intento sacar mi corazón de mi pecho, con la poca fuerza que me quedaba se lo evitaba. Pero no aguantaría mucho, los ojos se me ponían en blanco, estaba por desfallecer.

Entonces algo se escucho entre la hierba. Se acerco con gran velocidad y salió de entre la hierba con gran fuerza embistiendo a Lith. Su impacto se escucho lejos, tenia tan nublada la vista que no veía lo que sucedía, hasta que sentí  unas mandíbulas cogerme por el cuello cual cachorro, era Diógenes, había venido a rescatarme y me estaba arrastrando. Me llevo hasta donde estaba una planta roja. La “protectora de falsos placeres” le decían. Las mujeres se la daban a los maridos cuando le eran infieles para que les volviera el amor hacia ellas. Existían varios remedios y mitos con esa planta, pero yo nunca la había visto crecer, solo conocía los tallos que tenían las mujeres en sus casas.

Diógenes empezó a rascar desde la raíz de la protectora, mientras Lith se recuperaba de la embestida. Le ayude al perro a escarbar. Un líquido amarillo y tibio broto de la tierra, de inmediato lo reconocí. Era lo que Nicóma me había dado en aquella botella de cristal y no se burlaba por haberme jugado una broma, sino por mi reacción tan ingenua. Entonces tome un poco entre mis manos y le di unos sorbos, su sabor era muy fuerte, era casi imposible beberla. Solo fue un poco y lo demás lo escupí como aquella vez, sólo un poco basto para empezar a sanar de inmediato.

Pude sentir mi piel cerrarse y mi corazón quedarse en su lugar. Volvía a latir con regularidad y mi fuerza volvía. Diógenes ladraba y nos rodeaba cuando ella se hubo recuperado y se disponía a atacarme de nuevo. Se abalanzo sobre mi cuello, Diógenes la mordía de una pierna, pero no me soltaba.  Con un gran esfuerzo logre sacar el cuchillo de mi bolsillo y lo clave justo en donde debía estar su corazón. No había nada, ni siquiera sangre escurrió. Pero ella se retorcía de dolor en la tierra. Después dio un escalofriante grito y se quedo tendida en la tierra. Ahí en esos campos, con mis propias manos y la ayuda de las garras del perro, cabe la tumba de mi amada donde enterré su obsesión. Me distraje por un instante y el perro se había ido, levante un poco más la vista y aquella selva fría había desaparecido, estaba otra vez de regreso en la realidad. Emprendí mi camino, la luna se puso roja en señal de que un amor se consumió en el fuego de la pasión.

Ahora estoy aquí, en este sucio callejón, con ustedes amigos, tomándome un trago de mezcal y fumándonos un cigarrillo mientras les cuento esta historia. Una simple historia, sin héroes, ni grandes hazañas, es mi historia, tan común como la de cualquier enamorado. No esperen que sea una historia grandiosa, sólo se las cuento como ha pasado, sin alterar los hechos, porque ustedes me lo han preguntado al verme sumergido en mis pensamientos. Yo decido hacerlo porque le puede pasar a cualquiera, y si enferman de amor, no sucumban y sepan forjar y proteger su corazón. Tener carácter.

domingo, 8 de mayo de 2011

un cuento futurista de una cuartilla

Era una noche común, sin sentido, sin luna, sin bellas melodías nocturnas, sin ruidos extraños ni nada por el estilo de esas cosas que hacen una noche especial. Lo especial de la noche era que no tenia nada de especial. Es decir, sorprenderse del vacio, de lo común, de lo que simplemente transcurre y no transcurre de manera maravillosa. No hadas, ni sueños, ni incandescencias fluorescentes… solo rutinas, sermones, academias, y las mismas repeticiones.

“Escapar de la realidad, para crear un mundo de fantasía, como reflejado en un espejo, pero que la reflexión cause la vuelta a la realidad”. Qué clase de estupidez es esta, a quien se le ha ocurrido salir de la realidad para crear fantasía y regresar. Si nos vamos no hay retorno, pero lo peor es que no hay salida. Porque ni siquiera hay realidad, todo es virtual. Somos un invento del futuro.

Naves espaciales, rayos laser, viajes a las estrellas, computadoras vivientes, humanoides-androides, ciudades subterráneas, tecnologías avanzadas. Gloria, honores, excelencia, poder. Ser el mas alto en la escala de la vida. Ese es el ideal, no hay realidad. Pasiones, naturalezas que se contradicen, que se encajan las uñas y los dientes y sangran por la boca porque el corazón les late. El corazón late. Razones, mundos artificiales que surgen de la diversidad de pasiones. Sólo al estúpido se le ocurre ser racional, eso se sabe a priori. Caminamos hacia el ideal de la perfección humana, sabiendo que somos tan imperfectos, no nos conformamos con nuestra naturaleza, nos formamos otra, que surge de la misma naturaleza humana, y nos volvemos artificiales. La mentira de la razón, pues la pasión no sabe de entendimiento. Y entonces es traicionada, y se pone triste, pero la ambición, también es una pasión, y la vanidad baila de gozo, y el hombre se restablece en los jugos de su propia maldad, para volver a ser bueno.

¿Cuál hombre, cual bondad, cual futuro? La ilusión ya se acabo, el espejo donde se reflejaba la realidad ya se rompió, se resquebrajo. El humano ya esta cansado, arrastra los pies al caminar, esta sediento y el agua esta sucia y lejana. Los huesos se hacen polvo, la piel aceite. No hay fantasía, se acabo el futuro, no hay ideal. Todo es inmanente, temporal. Se acabo el reino de los cielos, los rascacielos lo traspasaron. Y el humano se queda aquí, tan efímero, dejando una memoria social para sentirse eterno. El futuro es ahora, se refleja en el pasado. Ahora vamos de regreso, el clímax sucedió, hay que volver a empezar.

Vaya, una estrella fugaz se vio en el aura. Era una musa que entraba en la habitación de un vago que coleccionaba extraños pensamientos en esferas de mercurio líquido, y guardaba su tristeza entre la ropa sucia.

by Aura

martes, 8 de marzo de 2011

Ser migrante no es un delito

Hoy es viernes. ¿En qué se diferencia un viernes de los demás días de la semana? Es el hervir de un caldo donde se aglutinan los pensamientos de cada individuo. Es el clímax de una historia de 7 días que comienza en lunes. Después del viernes, dos días de descenso emocional, y otra vez a empezar. La prisión, la cuota, el existir, el tiempo, el destino, la determinación, el perecer, el revivir muriendo, el respirar, el suspirar, en una palabra, la rutina.

Al pasar el mediodía, en alguna parte de las orillas de la ciudad, un jovenzuelo que yace sobre su cama abre con pereza sus ojos. Remueve las cobijas con sus pies, se vuelve a poner cómodo y termina por tumbarse sobre el colchón un rato más. Cierra los ojos y medita respecto a las actividades de su día. Frunce el ceño, señal de que algo ha recordado. Se intenta levantar, pero su cuerpo no responde. Se esfuerza, persiste en levantarse, se abre los ojos con los dedos, se sacude la cabeza, saca la lengua y se da de zapes. Ya casi… ¡Nada! De vuelta entre las cobijas.




En algún momento saco fuerza de flaqueza, se levanto con los ojos cerrados, arrastrando los pies, hurgándose la nariz, estirándose como gato. Su cara es mas similar a un perro de la raza shar pein. Hoy ira al cine a ver una película de estreno que parece una buena propuesta por parte del cine mexicano después de reiterados fracasos y escasos éxitos. Se llama “presunto inocente” o al menos eso cree él. Ha llegado con gran heroísmo hasta la sala de su casa, toma el teléfono, marca:

          -Hola- Él

          -Hola-Ella

          -¿Iremos al cine?-Él

          -No, ¿Qué crees?- Ella- habrá una movilización en la casa del migrante Juan Diego, y voy a ir. De hecho ya voy para allá…

Él sólo quería acordar unas cosas. Cine, punto de encuentro y hora de encuentro. No acababa de entender lo que oía. Se acababa de lastimar el lagrimal con la uña intentando sacar una lagaña. Necesitaba acabar de despertar para comprender lo importante de la situación.

          -Haber, ¿entonces?- Él

          - Quizá podrías tomar unas fotos- Ella

          - Eso me parece perfecto- Él

          - ¿Vienes?- Ella

          - Voy- Él

Tomas una combi en la López Portillo, te bajas en Chilpan, caminas rumbo a la termoeléctrica, doblas a la izquierda y, antes de interceptar con las vías del tren, tienes que encontrar una iglesia, a un costado esta la casa del migrante. Sigue las instrucciones y llega sin dificultades, inspecciona el lugar. Ella sale a recibirlo, él se introduce en el lugar con extrañamiento, un tanto confundido, no entiende muy bien la situación, tiene ansias de entrar y capturar información que le ayude a ubicar mejor sus pensamientos. Pasa por un pequeño cuarto donde se tiene que registrar en una libreta. Lo anotan, no se anota el mismo. Hubiera deseado hacerlo él y boikotear la libreta, poner un falso nombre, sólo por ver que pasaba. Germán Genaro Gómez Valdez Castillo, o Rubén Darío, Octavio Paz quizá. No. Ya es mucho decir. Quizá nada.

Al pasar a la otra habitación se congela ante la especie de información que impresiona sus sentidos. En un instante empieza a tomar plena conciencia de lo que hace allí. Esta presente la CNDH (Comisión Nacional de los Derechos Humanos) hay cámaras fotográficas y televisivas, cámaras de aficionados, micrófonos. Movimiento por un lado, por otro. Se preparan letreros. Mientras, a un chico de 21 años lo comienzan a entrevistar. Se llama Kevin y viene de Honduras. Los voluntarios de la casa hogar se mueven de un lado para otro como hormigas, como abejas, como humanos comprometidos con la causa, con su labor. Pasión encendida, motor de la acción.

En este cuarto hay migrantes sudamericanos que van en busca del sueño americano. Vienen desde sus países atravesando México para llegar a los Estados Unidos. Creen que ahí esta la esperanza de una mejor calidad de vida. Honduras, El Salvador, Guatemala y otros países. Hoy salen a las calles en manifestación a representar simbólicamente el viacrucis del migrante. Piden respeto, tolerancia. Salen a mostrarle a la gente que no son delincuentes, que ellos sólo van en busca de una mejor calidad de vida y apoyo para sus familias. Traen en sus manos letreros con frases de reflexión, y preparan una caminata en silencio. Cargaran una cruz de madera que se turnaran, y harán doce paradas para leer algunos pasajes de la biblia que resultan relevantes para la ocasión. La caminata será de la casa del migrante hasta la estación del tren suburbano Tultitlan. Un punto que era clave en el viaje de estas personas, donde anteriormente se podía coger el tren y reanudar el viaje a tierras norteamericanas. Un obstáculo más para el ya de por si peligroso viaje.

Kevin marcha hoy con todos los demás migrantes. Él es un joven de 21 años que viene de Guatemala. Deja en su país a una hija de ocho meses y a su esposa. El viaja por necesidad económica. En su país se dedicaba al oficio del dibujante. Ganaba alrededor de 600 quetzales semanales, los cuales no le eran suficientes para solventar sus gastos. Decidió arriesgar su libertad, su vida, porque tiene fe en Dios. No tiene miedo afirma él. Aunque migrar signifique la perdida de derechos, abusos, secuestros, asesinatos, y demás tipo de crímenes y violencia, la necesidad lo hace salir de su país. Le quiere hacer saber al gobierno que no esta en contra de él, pero le pide que se sensibilice, que ponga su mano en la conciencia y en el corazón. Le hace saber al las autoridades que, aunque se obstinen en no dejarlos pasar, en poner barreras para que pasen, mientras las condiciones de su país no mejoren, los migrantes seguirán existiendo. ¡Guatemala esta cansada de abusos!

Entre las 4 y 4 y media, la movilización se pone en marcha. Toman pancartas, letreros, lonas, y una larga manta con frases de aliento, de unión, de protesta, de hermandad, frases de corazón que solo buscan hacerse escuchar entre aquellos que se niegan a escuchar. Dibujos, palabras que solo pretenden insertar su imagen en las miradas que cierran los ojos ante el problema. Un estado multicultural, ¡protesto! También va otra lona con la republica mexicana dibujada, en la cual se traza el camino del tren y con imágenes simbólicas se representa la muerte de aquellos que perecen en el camino. Como se dijo, se turnan para cargar la cruz, cada uno representando su propio sufrimiento. La policía municipal escolta la marcha sin ningún inconveniente. El megáfono exhala palabras de fe y apoyo a los migrantes, dirige la marcha, prepara el camino, guía, y da las respectivas pausas para leer las frases bíblicas.

Los reporteros hacen su trabajo, estorbar. Algunos entrevistan, otros fotografían, incómodos espectadores que posiblemente nada reflexionen de lo que acontece. Los manipula una extraña obsesión de poseer información, manipularla y controlar individuos en masa. La marcha trascurre bajo el fatigante sol.






Caminan por el medio de las vías del tren, a un costado de la carretera Cuautitlán-Lechería. No hay tiendas cerca y a él sólo se le antoja un cigarrillo. Esta sediento, pero prefiere un cigarrillo. De reojo logra divisar a un incauto que ha entablado algún tipo de dialogo con un fotógrafo a quien le ofrece un cigarrillo. No puede perder esta oportunidad de obtener un cigarrillo, y mejor aun, la hipocresía social hará inevitablemente que por ser amable, el otro sujeto se lo regale. Pobre ingenuo.

          -Hola, ¿Me vendes un cigarrillo?- Él, con otro educado e imprescindible canón de educación más que marcado

          -Por supuesto, tómalo- Incauto individuo prosiguiendo sistemáticamente la obra de teatro.

          - ¿Cuánto te debo?- Él, repitiendo el guion una vez más en un escenario diferente.

          - No, cómo crees, llévatelo- Incauto individuo.

No acabo él de encender su cigarrillo y prestas acudieron voces suplicando un cigarrillo. Regalado, por supuesto, ¡que cinismo! Se acabaron sus cigarrillos. Que patético.

Él se alejo para disfrutar su cigarrillo, sin saber la amarga resequedad que le provocaría bajo el sol y sin agua. Pero el “taloneo” incidental que se ha presentado con el sujeto de los cigarrillos le ha provocado una risilla disimulada, pero que no puede pasar inadvertida a otra risa que también se ha percatado de la situación. “No se te vayan a acabar los cigarros” dice un poco sarcásticamente. Él sólo atino a brindar con su cigarrillo, y ambos le dieron una profunda calada.

Aquellos que habían ido por los cigarrillos eran migrantes, si para él fue un alivio fumar ese cigarrillo, se imagino el gusto de los migrantes al saborear el suyo en medio de su arduo viaje. Aquellos, ¿Quiénes son ellos? Tienen nombres, tienen familia, tienen país aunque lo estén abandonando, tienen inteligencia, emociones. Tienen vida. No son ajenos a la sociedad, a la humanidad. ¿Por qué tantos los ignoran si son tantos quienes saben de ellos, de los migrantes?

Kevin Daniel Santos, 21 años, Guatemala, migra por necesidad económica. Jorge Alberto Morales, migra por necesidad económica. Jorge David Navarro, 24 años, El Salvador, migra por necesidad económica. Norman Galeano, Honduras, migra por necesidad económica. Roger Arteaga, 36 años, Honduras, migra porque sus hijos están en Estados Unidos. José Walter, El Salvador, migra por necesidad económica. Vanessa Quiroz, Honduras, migra por necesidad económica.

Hombres, mujeres, niños, adultos, jóvenes. ¿Merece toda esta gente este calvario? Por culpa de una economía fracturada y dividida, que ha hecho del humano una mercancía más para el mercado, que no permite oportunidades de desarrollo para las clases marginadas. Una economía que ha hecho de la vida una relación de producción entre individuos, centrando la felicidad en una acumulación de riqueza. ¿Dónde ha quedado la dignidad humana? El dinero se ha vuelto un símbolo importante en la vida de todo ser humano, es necesario examinarlo con cautela.



Las fronteras son un invento, una ficción, la materialización de la idea más absurda de divisiones, discriminación. ¿Por qué coartar la libertad del individuo de trasladarse a donde él quiera? No tiene que pedirle permiso a nadie para trasladarse a donde él quiera. Es difícil entender a aquellos que llegan a creer que un pedazo de mundo es de su propiedad. Lo llaman país, para delimitar su sociedad, sintiéndose único y autónomo con una identidad singular. El instinto de patria, de pertenencia, que es lo mismo que un perro marcando su territorio con sus desechos. Es dejarse llevar por el instinto sin razonar cabalmente. Se ultrajan los derechos humanos, se esconden sombras de violencia, llantos, sufrimiento, sangre.

Intentar conseguir una mejor vida arriesgando la que ya se posee. Te juegas todo. Doble o nada. Pierdes o ganas, y se vale de todo, solo pierdes si te deportan, si te vuelves preso, o caes muerto. ¿Juegas a vivir? Cuando se cae tan bajo, y ya no hay nada que perder, por qué no arriesgarse, si solamente queda todo por ganar.

A un costado de la estación del tren suburbano Tultitlan, los migrantes tenían un buen punto para subir al tren y retomar su camino. Hoy esta cercado y obstaculizado. El lugar esta vigilado. Ese era, relativamente, un lugar seguro para retomar su camino, ahora ya no. La marcha ha concluido, algunos dedican palabras de reflexión, de aliento, de fe. Pocos minutos después la policía municipal lleva a todos de regreso a la casa del migrante. Donde todo comenzó.

Todo ha cesado, todo se ha calmado. Abrazos fraternos, pláticas, sonrisas intercambiadas, miradas cruzadas. Una comida. Un descanso, ver la televisión. Pero los voluntarios de la casa no parecen cansarse, no dejan de trabajar, no cesan de ayudar. Reparten ropa, ayudan a los sudamericanos a comunicarse con sus familias, platican con ellos. Algunos descansan, mañana hay que partir.





Al fondo, en el comedor, la Hermana Leticia Gutiérrez y la Hermana Guadalupe Calzada Sánchez platican sobre la marcha. Ellas son las principales encargadas de hacer que esta casa funcione. Son dos mujeres motivadas por la fe, al servicio del Señor Jesús.

En la casa se brinda albergue de 48 horas que puede variar de acuerdo a las circunstancias. Allí se les da de comer, vestido, descanso, atención médica, psicológica, espiritual o jurídica en caso de requerirlo. En la Republica mexicana existen 54 casas del migrante pertenecientes a la iglesia católica. Esta en particular, cuenta con el apoyo de los vecinos de la comunidad, el apoyo psicológico es brindado por el DIF, y la CNDH da capacitaciones a los cuerpos policiales.

Muchos simplemente desconocen la gravedad del problema o hacen caso omiso, pensando que no es de su incumbencia. Los migrantes no son sólo sudamericanos, también los mexicanos intentan entrar al país norteamericano todos los días arriesgando sus vidas. Es momento de tomar conciencia sobre nuestras leyes, recapacitar sobre nuestra vida y nuestro entorno. Las propias conductas normativas de los estados que supuestamente deberían garantizar un orden y libertad social, son las que están impidiendo el libre desarrollo del individuo atentando contra su libertad, contra su humanidad.






De vuelta a casa, el viernes esta por terminar, y él de regresar a la rutina. La película será otro día. O quizá fue ahí mismo, con él como protagonista, y ni siquiera se percato. La vida en ocasiones se asemeja a un rodaje cinematográfico, con director de fotografía y toda la cosa.



Venga hermano americano. Cuantas con apoyo. Despliega las alas de tu libertad.

Esculturas Vivas en Bellas Artes

Festival Cultural en repudio a las agresiones de los granaderos a trabajadores del INBA Texto y fotos por: Paco NiHiL ¡Ave! C...