Mostrando las entradas con la etiqueta cuento. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta cuento. Mostrar todas las entradas

sábado, 1 de agosto de 2015

Recuerdo de algo que no pasó, posiblemente saudade, imposibilidad de hechos, deseo intenso de la mente. Irrealidad real en un plano en que sólo habitan ambos


Por miXena

Te subes al metro, tomas el segundo tren que pasa frente a ti. Para la fortuna de tus piernas, viene con lugares libres. Te sientas, sincronizas tu reproductor con ese, un buen disco que acabas de bajar, sacas de tu mochila o bolsa aquel, un buen libro que estás leyendo desde hace unos días y no te deja de resonar en la mirada, sola. Lees durante nueve estaciones, posiblemente más, probablemente menos. Te bajas para transbordar, en ese momento, uno muy encendido del disco, con una atmósfera alucinante, que casi obnubila tu mirada, que te hace avanzar tan sólo automáticamente por los pasillos y las escaleras del metro, esquivando los cuerpos que apenas y reconoces humanos, en ese justo instante del correr de un track casi intermedio, tienes la certeza o la simple idea, de que en otro punto del mundo subterráneo, con uno que otro minuto de desfase, aquel, persona que llevas tanto amando, tomó el segundo tren que pasó frente a sus piernas, sincronizó el mismo viaje musical, el mismo disco de seis pistas y sacó su propio libro, solo. Mientras podrían estar los dos, con ese mismo disco, con los libros en la mochila, en una habitación sin luz, a solas…
Esa, quizá, sea la pena que has de pagar por tenerlo tan presente, o la idea que te seguirá a cada nuevo disco, o el mal que te aqueje cuando leas un nuevo libro que te devore los suspiros que intentabas matar a cada noche. Esa, quizá, sea la idea que te conducirá al manicomio de la duda, al temblor de los destinos truncados, al insomnio de extrañar y ser extrañado… 
desde hace unos días y no te deja de resonar en la mirada, sola. Lees durante nueve estaciones, posiblemente más, probablemente menos. Te bajas para transbordar, en ese momento, uno muy encendido del disco, con una atmósfera alucinante, que casi obnubila tu mirada, que te hace avanzar tan sólo automáticamente por los pasillos y las escaleras del metro, esquivando los cuerpos que apenas y reconoces humanos, en ese justo instante del correr de un track casi intermedio, tienes la certeza o la simple idea, de que en otro punto del mundo subterráneo, con uno que otro minuto de desfase, aquel, persona que llevas tanto amando, tomó el segundo tren que pasó frente a sus piernas, sincronizó el mismo viaje musical, el mismo disco de seis pistas y sacó su propio libro, solo. Mientras podrían estar los dos, con ese mismo disco, con los libros en la mochila, en una habitación sin luz, a solas…

Esa, quizá, sea la pena que has de pagar por tenerlo tan presente, o la idea que te seguirá a cada nuevo disco, o el mal que te aqueje cuando leas un nuevo libro que te devore los suspiros que intentabas matar a cada noche. Esa, quizá, sea la idea que te conducirá al manicomio de la duda, al temblor de los destinos truncados, al insomnio de extrañar y ser extrañado… 

martes, 28 de julio de 2015

Al felino de pasos de azotea que no quiere ya volver…







 Por miXena
 
Ya no escribo relatos, ahora sólo hago lo que me da la gana y tú me das ganas, muchas, ¿Lo recuerdas? Tengo ganas de que me regales una noche, aunque sea de hotel, solos, juntos, hablando de lo maravillosos que son los sueños de cannabis y psilocibina, donde nos unimos en palabras sabias y acciones desconcertantes, pero bellas.
Te maldigo por gato, porque quiero ser tu Alicia. Te pido a gritos me digas cuándo vamos a evadir cada segundo que nos ata a estar lejos, cuándo cortarás los lasos de la genética y las firmas legales, cuándo podre olvidar para viajar a tu lado, para cumplir promesas, deseos y fantasías sexuales.
Cada maldito Blues descarnado que escucho se encadena a otro, esperando el final del solo de un saxofón y, que detrás de cada lágrima y toda rabia impotente, vengas tú, con tus pasos de parsimonia y tu mirada azul cenote, a darme vida en un beso que  es pecado, porque ya lo dijo la sabia juventud cargada de inocencia. Esas palabras que dejaron mi espíritu temblando de asfixia por miedo a la verdad, aún rondan mi mente cada que recuerdo cuán negada es la posibilidad de hacer nuestra vida, aunque sea una noche, juntos.
Las historias ya no tienen sentido ni en papel y no me importan ni un céntimo, ya no quiero andar arrojando palabras que transparenten mi alma y hagan nudos gargantales en los seres de mi cercanía. Sólo lanzan como, resultado de mis dolencias, perturbaciones del alma de quien quiera que quiera quererme.   
No tienes idea de cuánto he necesitado hablar contigo estas últimas dos semanas. Pero nunca los compromisos sociales y del alma te dejarán tener idea de lo que yo, tu perturbación más joven, necesita de tus ojos. Quisiera. No me canso de decir todo lo que quisiera de ti y de nosotros juntos. Eres mi más grande perturbación. No únicamente porque estás lejos, no sólo porque pudiste ser uno de mis engaños, no porque esa llamada con tu hija diciéndome mamá me rompió los sentidos y destempló los nervios; no por haber tenido un único momento de amor a plenitud; ni por las miradas que me das tan fugases, llenas de culpa y deseo, cuando me ves de la mano de “mi amor”. Nada de eso, sino porque te amo desde hace un segundo de conocernos, porque te recuerdo entrando por primera vez tras los plásticos opacos de un café que siempre había sido nocturno para ti, porque me diste mi imagen entusada en un rincón a media luz con la cara cubierta tras un periódico y con mi mirada gatuna de a ratitos como el primer recuerdo que guardas de mi ser insano y nervioso, que fuma a escondidas y bebe de vez en cuando un express. Por eso, porque mis profundidades felinas quedaron al descubierto con cada una de tus miradas escudriñadoras y tus palabras declarantes que desnudaron mi presencia en un segundo para entregarte en mis sueños como el guía revelador de las penumbras, por tu morbosidad voyerista que me recorría la espalda cuando tenía entre mis brazos a esa chica, acercándose a mis labios, con sus senos en mis senos, lenta y suavemente, para rosar nuestros sentidos; uno más de mis engaños a aquel con quien siempre duermo Pero a ti te excita al máximo toda yo, toda mi vida.
Algo me venía diciendo, desde hace tantos años, que no era arbitraria la aparición de esas cuatro letras que forma tu nombre a lo largo de mis pasos, antes de encontrarte nerviosito, a tus años, veinte más que yo, el doble que ahora tengo; rojo, no sé de qué, al hablarle a esa loca del café y de morado, que siendo yo, me cuelo en un  naranja a cada una de tus sonrisas y tus locuras erotizantes. No tengo ni puta idea de lo que mi corazón piensa cuando mi mente te nombra. Eres música! como cada una de las almas que representan algo en mi vida, te consumes en armonías a cada sonrisa que derrama luz en notas que se vuelven palabras llenas, ante mis oídos que escuchan las letras derramadas en mensajes sibilantes y signos de vida salpicados en brujería de candomblé. Promiscuidad literaria.  
El hito de mis amantes, el único que vale la pena por la pureza que radica en el acto de engañar que cometemos al amarnos. El absoluto ganador en esto de tenerme enamorada con todas las razones menos lógicas de la verdad. La conexión más perfectamente sin sentido razonable lograda a través de la magia de lo desconocido que une nuestros pasos en callejones por vivir: segundos en el mismo plano emocional.
Termino un texto vano que en realidad no puedo terminar porque no he dicho nada que quiera decirte, sólo he arrojado mis molestias al vacio que emana de una hoja de papel, llené espacios con emociones que me has provocado y no sané las ansiedades que atraviesan mi alma por no estar contigo, no recuperé la paz que nunca tuve porque no me la dieron al nacer. Solamente me quedo aquí, cerrando la página de mis pecados (ciñéndome al imaginario moral de cada actor de mi sociedad ausente) que no es posible llevar al máximo, y me sofoco evitando desearte y desear tu piel, aunque no pueda lograrlo en los sueños de cada día en el espacio de tu mirada reveladora de confusiones, difundidora de piedades a merced de un sexo negado.

jueves, 16 de julio de 2015

Verano del 2014



Por Mixena 
Forza Napoli!

Cualquiera en algún punto del  planeta


Lo conocí por ahí de abril del 2014, en uno de esos trabajos que entonces los jóvenes solíamos tener, cualquier tontería explotadora que diera dinero suficiente para beberlo en libros y cerveza. Era un hincha napolitano, mitad mexicano mitad guatemalteco. Yo entonces no entendía bien el término. Considerablemente más alto que yo y con una barba por la que adoraba pasar mis dedos. Flaco como la vida y tranquilo como la muerte.
Comenzamos a acostarnos luego de una fiesta aburrida en el departamento de Nadie, un amigo de Cualquiera del trabajo. Aquella mañana que me ocupa y jamás pasaré de largo en la historia de mi vida salimos de uno de tantos hoteles del centro, Motolinia No. 40, lugares que aprendimos a frecuentar por placer y deseo, valga recordarlo. Comimos una pizza barata y, aún nos sobraba tiempo suficiente para vagar de día por esas calles que siempre andábamos a oscuras iluminadas, caminamos un rato entre gente, puestos y comida, hasta que nos tiramos en el piso de la parte trasera del Banco de México, ese pasillo donde  por momento de buena suerte uno podía encontrar joyas literarias extraviadas. Entonces, bajo la sombra de un edificio me lo contó todo…
Había viajado a Europa, podría decirse que solo. Por aquella su necedad que a veces le nacía de la mano de cierta extraña convicción paró en Grecia en la época de la mayor crisis de aquel país. Luego de una semana tenía que regresar a Roma a toda prisa para tomar el vuelo a Frankfurt donde tomaría el vuelo que lo traería de regreso a su México de tacos al pastor y cervezas. Su dinero, bueno, prácticamente se había esfumado y no quedaba ya posibilidad alguna de viajar a otro sitio. Sin embargo, algo de súbito lo abordó mientras repasaba en su cabeza el estado de su tarjeta y la convicción en sus bolsillos. Tenía, debía, iba a conseguir su playera del Napoli con el 10 estampado en la espalda. El 10 del Diego, el Diego que había llevado al campeonato a finales de los 80 a ese equipo de la liga italiana que a mi me suena a flan; el Diego que para mi existía sólo en la canción de Manu Chao y referencias a la cocaína. El Diego que, sin embargo, para ambos era el de «la mano de Dios».
En aquella parte de la historia, que yo escuchaba con una tenue extrañeza, se iluminaron los ojos y se le abrieron tan grandes como los míos lo hacían en ácido, sus manos se movían y sus labios temblaban un poco. Aquel hombre siempre fue un cuerpo palpitante en respuesta de todas las emociones.
Casi sin respirar me dijo: -Tomé el tren sabiendo que sólo tenía escasas ocho horas para llegar a la estación central de Nápoles, dejar mi equipaje en paquetería, correr a la tienda de souvenires y comprar mi playera del Diego; regresar por mi maleta, tomar el tren de nuevo y alcanzar el primer avión que debía tomar antes de llegar a México, eso si no quería terminar vagando en las calles sin dinero. Cuando llegué a la tienda no había duda de qué era lo que debía tomar, pagué la camiseta y salí corriendo. Miré el reloj que me gritó que aún tenía un poco de tiempo, así que pasé por una pizzería, pedí una rebanada de tan sólo un euro y de nuevo me puse a correr. Mis pasos se deslizaban por la vía Corso Umberto I, bajo la lluvia de invierno y con una pizza enorme en la mano, recién salida del horno del Bar Azteca. -Aquí, el tipo esbozó una sonrisa con algo de ironía y complacencia-  Sentía ese calor que sólo es parte de tu cuerpo porque afuera el frío y la lluvia imperaban. Me sigues?, -Sí, le respondí- Llegué empapado y agitado hasta la paquetería y mostré mi boleto al encargado. El viejo de más de ochenta años me señalaba molesto el reloj, reclamando que había llegado unos minutos antes de la hora acordada. Mi inglés incipiente no me dejaba explicarle nada y ya lo había puesto de mal humor. Lo único que trataba de decirle era que había desviado mi camino para comprar una cosa que deseé desde hacía una semana cuando estuve en esa ciudad. La había visto por todos lados y se convirtió entonces en mi mayor anhelo. No cualquier deseo de turista barato que viaja a Europa para llevar en una bolsa de plástico réplicas pequeñitas versión llavero de la torre Eiffel. Simplemente no podía volver a donde fuera sin ella, es que esa ciudad no era nada hasta que Maradona levantó al equipo, antes sólo era reconocida por la mafia, por eso las calles están repletas de ese orgullo que es irle al Napoli en que ganó Diego.
Me miró como si quisiera corroborar que lo entendía o que seguía conectada a su discurso.
Bueno - continúo - como seguía sin poder explicarle, saqué de la bolsa la playera de SSC Napoli con el número 10 y el nombre de Maradona, la extendí y la agité ante sus ojos. Cuando la vio, su semblante de viejo malhumorado cambió de inmediato. Con una voz salida de El padrino, una sonrisa y los puños apretados me gritó “¡Forza Napoli!” Luego el anciano me entregó mis maletas y preguntó de dónde era –Mexicano, dije yo. Salí del lugar justo a tiempo para abordar el tren y todavía recuerdo cómo se me iba enchinando la piel porque el anciano me despidió con un cántico del club al que casi, ontológicamente, todo napolitano sigue. “Arrivederci ragazzo” alcancé a escuchar a lo lejos. Entonces supe que había valido la pena toda aquella corrida a contra reloj.
Nunca antes, además de mi padre al que no veía desde hacía muchos años, había escuchado desbordar a alguien tanta vida por el futbol. Nos vimos algunas veces más lo que restó del año, siempre con la promesa de parar, además de en un nuevo hotel, en alguno de los grandes estadios de esta ciudad que, a veces, se termina tragando a las personas, justo como me pasó con él.
Aquel hincha, como nunca podré dejar de reconocerlo, se me escapó entre partidos de futbol y camisetas.

Una primera versión del cuento puede ser hallada en Liberpopulum. Fanzine de expresión mayeútica, No. 2 Año I febrero/marzo 2015 ( http://liberpopulum.blogspot.mx/2015/03/ano-1-numero-2-el-viaje.html )

viernes, 27 de febrero de 2015

Manual de sobrevivencia para el alcohólico precavido

Por: Sebastián Éle

“Si te esfuerzas puedes desaparecer”. Recuerdo que esa era la premisa bajo la cual unos camaradas y yo bebimos a diario durante varios meses. En realidad, no más de dos o tres. Nadie hubiera podido aguantar. Era necesario parar. Eventualmente. Conscientemente. Forzosamente. Para luego continuar.
¿Cómo parábamos? De diferentes formas. Necesitábamos botellas de alcohol puro. De 96. Del azul. El rojo es destilado de madera y su uso es industrial, o sea que es veneno. Una caja de bolsitas de té. Medio kilo de azúcar. Una chancla de plástico y mucha paciencia. Había que cortar la peda: preparar Generosas (putazos de alcohol entintados con té de manzanilla, un chingo de azúcar, y empoderados por oraciones).
El riesgo es alto. La muerte aletea enloquecida como abejorro entre cuatro paredes. Cuando sobreviene el tremor y comienzan los delirios y las convulsiones, lo más importante es cuidar la lengua del borracho, no dejar que se asfixie con ella. La chancla ayuda a este propósito, además de que protege la dentadura: se introduce horizontal entre las dos hileras de dientes, sirve como mordedera y evita mucha sangre. Al mismo tiempo hay que distraer al ebrio de sus delirios, negárselos, suministrar todo el alcohol que absorba el ombligo y encomendarse a algún santo para lidiar con el trance, que es realmente difícil. Es importante que el borracho no engarrote las piernas y los brazos, ya que si lo hace será más complicada cualquier maniobra. Se puede amarrar al sujeto a la cama con trozos de tela o con cinturones abrochados en las muñecas y los tobillos. El proceso puede durar varias horas y llegar a días enteros, por lo cual es bueno contar con más de un relevo. Cuando hayan pasado más de cinco horas de intervalo entre cada convulsión, el borracho estará seco. Entonces se podrá llamar a cualquier médico o enfermero o individuo que sepa canalizar y aplique un suero. Antes no. No sé por qué, pero puede ser mortal. Todo el sudor con el que uno se acaba de bañar para salvar a su amigo podría secarse en vano si se aplica el suero antes de tiempo. El suero, además de glucosa, debe contener complejo B y alguna benzodiacepina de alto gramaje. Es necesario que los tragos de la Generosa que se le ofrezcan al recién salvado sean hondos y que las orejas estén tapadas por los dedos índices para generar vacío, como si alguien se estuviera lanzando desde gran altura a una piscina de agua helada. El secreto de la Generosa está en curarla con ceniza y, lo más importante, en prenderla con un cerillo justo cuando se reza una oración procedente de cualquier estampita religiosa con la mirada puesta en alguna imagen del mismo tipo o en un crucifijo colgado de la pared. Es de utilidad que un tercero recite salmos durante todo el procedimiento. 

Nota final:
Las referencias a Dios en este manual se insertaron de forma obligatoria y bajo el criterio (formado por la ríspida experiencia) de los autores (anónimos). Se entiende que se narra una lucha entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, donde a la vida la encarna un grupo de gente bastante primitiva y sin ninguna formación académica. Escribimos acerca de algo que hemos podido ver y, sobre todo, enfrentar con nuestras propias habilidades y recursos. Somos hombres de baja cultura y esto nada nos importa ni nos impide. Por último, ninguno de nosotros ha participado en uno, pero ciertas personas nos han dicho que el procedimiento es idéntico al de un exorcismo. Nada podemos decir al respecto. Sólo estamos seguros (por sensaciones) de que el demonio hace acto de presencia en esos cuartos. De ahí la necesidad de las imágenes y los salmos. De verdad que no es cosa nuestra.

lunes, 2 de febrero de 2015

Paso #1. Desentumecer los dedos

 (Déjame) 

Por Eduado García 

Déjame presumirte. Déjame presumir de lo flamante que eres y de lo maravillosamente tenebroso que es ser devorado por esa melena de Medusa suelta cuando te vistes sin tus ropas, cuando te envistes con tu lisa piel
El mundo no tiene por qué saber de aquellas noches entre hoteles en las que deliramos con nuestros cuerpos impíos, azotados entre gemidos y sombras, pero estoy seguro de que se moriría de envidia si supiera de tus lecturas de Piñón desnuda, encorvada, envuelta en líneas con tus pezones floreciendo.
Por fortuna para mí, es una lástima que jamás se sepa cómo entre cobijas y gemidos despertamos. De aquel lugar en el Centro, tan nuestro, en el que entre sudores dejamos de festejar el gol de Alexis al decadente Brasil, con la buena al ángulo para el empate provisional. Sudacas debieron haberse reventado las gargantas de alegría, otros habrán llorado de emoción: ¡Viva Chile, mierda!, mientras dos chilanguitos taparon la narración de la tele empotrada en el muro en Allende con gritos y gritos más placenteros que los provocados por anotarle a la Verde-Amarella. En Belo Horizonte se jugaba el pase en tanda de penales; en Chilangolandia se ganaba la vida a muerte súbita. Quizás al mundo no le interese, pero ¿qué hace uno cuando tanta complacencia le desborda?
Déjame hacer un altar en aquel rincón del Metro Atlalilco donde en medio de una marea de autómatas-retornantes, mis manos se volcaron desesperadas para explorar bajo tu blusa tejida, para reconocer de manera consciente esa piel, ese olor, para volver a comulgar.
Déjame contar de ese viaje en el que me pusiste tan cerca del fuego, en el que la memoria no olvida, sólo se reescribe. Nadie se enterará de tu mano traviesa buscando entre mis piernas sobre la Calzada Ermita Imparable. Habrá un silencio que narre cómo nuestros muchos yos se mueven, se agreden y dispersan a diferentes velocidades en el mismo plano: like a street spirit.
Listen!:
Leave, but don’t leave me… −Deja el Dark Side completo, sino ni lo pongas− coincidimos.
“Deja de recordarme que me dejas”− reclamas; pero ten en cuenta que “el que se va deja”, y tú ya has dejado demasiado. Deja que algo de mí se te quede. Así quedamos un día solitos sobre la lona, luego de varias batallas. Tantas derrotas que ahí nos tumbaron y terminamos ganándonos. No se trata de qué tan duro pegan, se trata de qué tan duro te pegan, y te tiran, y te paras y te vuelven a tirar, te levantas y sigues. Puede que me gane el sueño, pero “no hay insomnio que dure tres mamadas”, “total, nadie se va a enterar”.
Que nadie meta la mano invisible; yeso desde las economías insanas. Laisses faire, laisses passer, pero ahora sobre nuestros cuerpos. Dejar pasar cualquier intensión y deseo que se te ocurra hacía mí; dejar hacer un nuevo tramo sin tantos lastres. Y total que el libre mercado nos favorece. “Socialistas”, “comunistas”, charlatanes e hipócritas que se repartan el pastel mientras nosotros nos monopolizamos a destajo. Que nadie se entere de mis blasfemias o me excomulgarán los puritanos.
Cuántas ganas de estar en tus letras salvajes: tus letras de finos trazos, de largas historias, de inmensos sentires, donde el que pasa se queda, se consagra en su inmundicia, en su inmanencia, en su gozosa y sangrante tragicidad. Cuántas más de estar en tus sueños donde don Saramago te habla entre percusiones africanas, donde se encuentran las obras inéditas e inimaginadas del fantasma del real viceralismo y donde los gatos seguramente tienen su reinado. Pero más ganas de estar entre tus labios, tus brazos, tus piernas. Deja que se quede mi eco en tu piel, como las olas, como los colores. Déjame contar que en ti estuve, que la paz existe, que hay un paisaje que se extiende, que contigo, mientras fumemos, los ecos rezumban, zumban, van y revientan.
La cosa que se llama vida puede volver a pasar, y cuando nos ataje de vuelta ya no seremos esos que la despidieron. Pero el cauce es el mismo. Si la notamos y somos capaces de señalarla es porque ya es otra, y la misma, y la otra que vuelve a ser la misma.
Deja que se vuelva a reproducir el soundtrack, quizás nos vuelva a sonar, mientras dure. Déjame ver tras esos lentes grandotes cómo se repite la cosa en tercera persona. Esa que se lee no eres tú, ese que lo escribió no soy yo. Sólo estamos dejando de ser. Deja que nadie sepa, deja que vuelva a pasar. Déjà vú.

Roberto Xulú 

lunes, 5 de enero de 2015

Je me Souviens de Toi



Que cómo sé que te amo, simple

Hay partículas como las que forman tu teoría sobre el olor que se hilan unas a otras de modos tan rápidos que en tres segundos ya tengo tu imagen atravesándome la mente. Es también como hacer armonías, eso que aún no me has explicado, pero yo intuyo que es así, el sutil arte de ligar la quinta con la no sé qué. Así paso los días recordándote entre noticias baratas que se repiten una y otra vez. Me alegra porque este es el principio de un cuento, corto o largo (todavía no lo sé), pero que no se escucha amargo como todo lo que siempre escribo.
Cada tarde llego a prender mi computadora marcada con el cinco. Todo parece tan simple, tan normal, no hay nada de difícil en cortar-poner un poco de atención-y-sintetizar, es hasta cierto punto algo un poco maquinal. Pero me queda el espacio para hacer pequeñas anotaciones en una libreta o dirigir mi mirada al cielo en esa exacta media hora que me dan para comer. Ahí, en ese espacio ínfimo que son 30 minutos o 1800 segundos es donde todo suele ocurrir.
Pienso, mientras mastico, mientras respiro o mientras siento el día y la tarde un poco fría por la entrada del rumor invernal, en cada microdetalle que te construye en mi cabeza. Puede ser primero un color, algo simple, un tono dicho al azar como el azul, eso me lleva a mi ropa interior y ese chiste viejo de ponerte mis pantaletas que me hace reír. Lanzo la moneda y cae está vez un aroma, el humo de tabaco de cualquier lado y a cualquier hora se ciñe a tu cabello como mis ojos a tu cuerpo desnudo que se mueve frente a mi. Cómo amo tus hombros. Vienen después los míos y, juntos ambos, se perfila el recuerdo de un calor abrazador que me cubre por las noches que se enfrían por la ventana abierta de tu cuarto.
Nada es ordinario, la simpleza de cada detalle es el toque justo de complejidad para lograr llegar hasta tu rostro, hacer un recuerdo más grande e ir formando una vida de repasos diario de mi historia contigo. Después hay que volver al mismo sitio, sentarse con los audífonos que esta vez no destilan acordes y seguir, seguir cortando hasta que lleguen las ocho. Tomar el camino de cada día y llegar a casa para oír tu voz, sin que tú sepas cuánto tiempo al día le dedico al ensamblaje de recuerdos. De tu recuerdo o de tu voz.
A veces la cosa es más interesante, los detalles vienen sin que yo los quiera evocar, las partículas están contenidas en las páginas que alcanzo a leer mientras camino en el metro. Otras tan sólo saltan de cualquier rincón del camino, la cosa es que estás ahí todos los días aunque no te logre ver. Estás flotando en cada intento de palabra que quiero poner en un cuaderno sin tiempo y rosando la punta de la pluma que a veces se niega a escribir. Pero no te espantes, no hay grado de obsesión alguna, todavía, no es lo mío pasarme los ratos de la vida buscando paralelismos entre tú y yo, tratando de sacar fractales de una historia que a-penas (entiéndase aquí, el único detalle triste de la historia) se va escribiendo y tampoco es de mi estilo lanzar teorías matemáticas sobre el amor.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

New Skin For The Old Ceremony

Por miXena

Por la carne también se llega al cielo 
Gilberto Owen


No. Quédate así, quédate quieto bajo el manto oscuro que la falta de ojos mirando crea. Quédate tranquilo recuperando el aliento, dejando secarse los sudores que la piel expuso. Dame, solamente, la mano, sujétame los dedos con caricias de tu palma recostada en la cama de recuerdos. No quieras levantarte tan rápido para sólo ponerte la ropa y correr, tienes que vivir el momento hasta que la última gota fina del efímero placer prolongado que murmuro se seque o se beba. No eres tú, lo lamento. Repitamos los conjuros y hechizos, hay que decir salmos al oído de la verdad para que deje de salivar de tanto deseo de encontrarlo.

Cerrar los ojos y tomar una mano nueva después del acto de librarte de pudores y derretir la columna vertebral en gemidos de colores fulgurantes. Arrojar especias e ingredientes del exótico lugar cerebral para ver si el resultado me otorga los consuelos que nunca pudimos encontrar. No eres tú, lo lamento. Que venga otro para que nos demos placeres cultivados y saciemos deseos que de no saciarse pueden convertirse en amarguras supurantes y pálpitos perpetuos. Qué venga. Llamemos al más antojable de los besos para que venga a nuestros labios y junte los mareos de sonrisas, que las miradas mas tiernas se arrojen como tragos de mezcal en una garganta fría. Desnudemos pieles y más pieles para que nuestros sexos se canten notas de agudo placer y graves orgásmicos. Deseémonos las boas vindas en esto del orgasmo, hay que retorcernos besando los rincones salados. Pero lo siento, no eres tú, ni tú, ni tú, ni cuantos hayan pasado.
Mayo está aquí y junio está por venir. Las lluvias asoman ya sus risas traviesas por entre las nubes que comienzan a ennegrecer el cielo de las tardes sin ti, y yo lo único que deseo es que estemos mojados, no precisamente de lluvia, bajo las sabanas delgaditas de nuestra desnudes. Te quiero a ti aunque cada sexo sepa diferente, a pesar de los placeres derramados, de que todo sea tan suave y sutil, aunque arroje colores por la espalda y de entre mis piernas, aunque la dulzura de un morado que sube, baja y se amarilla cegadoramente, me impulse a desear más. Te quiero a ti moviéndote con tu mirada fija que jamás se comparará con la más maravillosa de las miradas arrojadas en la cama de mi intimidad, porque lo nuestro no es ya vida sino universos entrecruzados rosándose las plantas de los pies.
Cómo explicar el más perfecto de los actos que va más allá de las delicias humanas. Hay que romper canciones a pedazos para poder tejernos la dilucidación de nuestras soledades a pesar de las ganas de crear vida bajo un manantial de claridad vertido en tazones de mañana, de uvas, de jardín, de alcohol y marihuana. Hay que dar paso a los ácidos que nos dejan ver nuestras uniones a cada segundo aunque no me toques, ni te toque, ni voltees si quiera hacia mí. Quiero que seas tú quien se aquietise en mi cama, quien tome mi mano y me haga sentir ecos y mas ecos de los mejores instantes resumidos en una frase que nadie sepa nunca entender. Hay que respirar profundo para saltar al vacío sin esperar nada de la vida porque siempre nos quiere separar. Bebamos ya todas las drogas para que el tiempo se resignifique con la unión de nuestras almas destartaladas porque sólo a solas, a escondidas y después de los peores errores, lamentamos no estar juntos y pedimos que los teléfonos sean teletransportadores.
No me importa que las miríadas de sujetos me rocen la piel y me puedan provocar los más dulces sentimientos, lo que mi cuerpo más anhela es tu sexo que canta, dibuja, acaricia, besa, satura de aromas, cuenta historias al oído y todo en un mismo instante contenido en movimientos lentos-rápidosrápidos-lentos y un sutil apretón que deja se escape el aliento y se pierdan los ojos. No es un orgasmo, es lo que hasta ahora no puedo definir. He sentido placeres diferentes con cada caricia y cada corazón que ha quitado el miedo y la ropa y después de tanta y tan bella armonía, después de tanta perfección somos tú y yo unidos en la libertad de despojados cuerpos los que suenan, sonríen y sobrepasan la gama de colores que puedo alucinar en mis sesiones de latidos. Espero no te tardes, espero vuelvas ya, espero no esperarte y que nada vuelva a terminar hasta que la semilla haya crecido y pueda dar frutos ella misma y el resto de su vida nos quede por imaginar. Hay que tocar la Concertina y dejar que el Viento corra libre en el jardín de nuestras maravillas. Qué nazca pues. Que siga el impulso que va más allá del placer porque a ti si puedo decirte…

martes, 11 de diciembre de 2012

El orgullo de pertenecer a los otros

Aún no amanece y ya tengo un sol ardiendo en mi pecho alumbrando mi desierto de amor. Eres una especie de fantasma que se roba mi tranquilidad y es entonces cuando desearía verte muerta o no haberte conocido jamas. No es por desearte ningún mal, pero extraño mi bienestar. Mi cuerpo sólo es un florero que contiene naturaleza muerta. El elixir de tus labios ha sido hurtado por un sagaz partidario de la escuela de Belial. Mi alma no volverá a florecer.Puedo sentir las garras del abismo escarbando en mi interior, dejándome vacío; lo que parecía inyectarme de vitalidad no era sino un veneno que consumía mis fantasías.

Los rayos de sol aún no penetran en las calles. Desde mi ventana mi mirada se pierde entre los contornos de la montaña. Me invita a llenarme de lujuria entre sus pastos, a saciarme de ese aire que expulsa el polvo de mis pulmones. Pero la verdad prefiero refugiarme entre estos muros de concreto, no quiero salir solo, tengo miedo de que mis pasos me lleven a buscar tu presencia material. Incluso deje de escribir y de visitar esos paisajes de metáforas por terror a tropezar con tu esencia, dedicarte unas palabras y terminar cautivo en ese asilo para locos que se llama arte.

Suena la armónica del Real en mi habitación. Pronto mi recamara se convierte en una hoguera de ideas y pensamientos que no debo dejar crecer demasiado o podría salir lastimado con mi propio fuego, necesito exorcizar esos demonios, por eso los escribo. Hace un tiempo que práctico la autodefensa, me protejo de mi mismo, una suerte de protección contra el autosabotaje.

Los críos ya han de estar quitándose las lagañas preparándose para asistir al colegio y las jóvenes madres alistándose para incorporarse al trabajo. Es lunes y es apenas de mañana. Es tan corto el tiempo, la semana recién acaba y recomienza su ciclo. El nuevo día se arrastra con fastidio y pesadez para nacer. El tiempo fluye como agua entre las manos, inaprensible y sin embargo tan aprisionante. Han pasado apenas unas horas desde esta madrugada hasta esta segunda taza de café, el humo verde envuelve mi ser, pero en mi reloj interior han transcurrido ya más de cien años empapado de tu húmeda alegría lunar.

No conozco mi destino, pero mis caminos se han trazado, en donde se goza el brillo que brinda el orgullo de pertenecer a los otros. Es ridículo el momento en que claudicaba mis esfuerzos, pero el Diablo me ha brindado su aliento levantándome de aquél letargo en que perdido y confundido caí. El Diablo no es malo; para decirlo en términos más familiares de acuerdo a nuestra época, ha sido víctima de la criminalización perpetrada por Dios. El príncipe de los cielos, el ángel más bello, el pensador más consciente, incisivo e insubordinable, simplemente intenta enseñarnos lo que omnipotente intenta ocultarnos. "El diablo, tanto en su juego, como en su trampa, es amor." Satanás sedujo a la muerte, cruzando el abismo, para llegar hasta el mundo terrenal, donde Dios había creado al hombre, para hacerlo a este, más bello con el don del pensamiento y la libertad. Pero Dios no quería eso, Dios quería "perfección", es decir, súbditos que no cuestionen. El Diablo prefirió ser Rey en su propio infierno, que siervo en los Cielos. Me enseño que aunque lo único seguro que tengamos es que nunca les ganaremos, lo único seguro que ellos tienen es que jamas nos vencerán. 

No me dan miedo los golpes, me dan mas miedo la caricias. Quisiera lamer los muslos de la Gloria y bañarme en su humedad mientras sostengo sus pechos y me alimento de libertad. Me absorbieron esos labios quimera  dejándome vivo sólo por el honor de saberme con alas. Es un éxtasis que recorre la espina dorsal el sentirse de los "despiertos" por citar al viejo pensador de fuego. Hay un eco ancestral rebotando en mis paredes mentales que suena como un blues que grita su dolor.

De este lado no se callan las injusticias, ni se es sordo, y ya nos hemos quitado la venda que tapaba nuestros ojos. Creamos valores con nuestras acciones, que amplían horizontes, escalando los muros, evadiendo vallas. 

Intento danzar sobre una moneda de diez centavos sin sufrir una lesión, sin embargo, apuro mi cerveza con cuatro grados de sueños diluidos en cebada. Sin ningún remordimiento, no me interesan sus valores castos. Lleno mis pulmones de yerbabuena y hace ya tres o cuatro lineas que dejo en blanco para no escribirte, para no pensarte. Son esas trincheras donde se levantan las armas del arte y atacan con una audacia distinta, que más allá de combatir con esa irreparable conciencia destruida, de los cuasihumanos que con orgullo portan el uniforme policial, perforan los muros del pensamiento para que no sea necesario patear barreras de acero. 

Hace un tiempo ya fuimos expulsados, pero de ningún mundo terrenal semejante a un paraíso, sino de uno intelectual. El portavoz de las cuestiones elementales del humano, fue preso por las leyes de la ciudad por la que él mismo daba y dio la vida. Los legisladores que lo aprehendieron lo acusaban de romper el orden e insultar a los dioses. Fue víctima de las leyes y normas que él mismo que él mismo contribuyo voluntariamente a crear con su pensamiento del mundo. Con su muerte, al beber la cicuta, hemos quedado expulsados de la "gran cultura" que presupone un "orden" a partir de prohibiciones, aún con el pesar de la ignorancia generalizada, sobrepuesta a un mundo que no para de cuestionar y sacrifica un orden para encontrarse con la verdad. La sustancia esencial de toda ética y física. Es un honor estrechar las manos de aquellos que en sus acciones portan la brújula estética para vivir sus propios sueños. Llámese 
música, literatura, pintura, teatro, fotografía...

Nuestra forma de manifestar nuestra inconformidad es a partir de la creación artística, para propiciar las condiciones que generen la experiencia estética, principio sensible de todo pensamiento consciente. 

                                         ... quisiera ahogarme en la hiel de tus ojos...



Esculturas Vivas en Bellas Artes

Festival Cultural en repudio a las agresiones de los granaderos a trabajadores del INBA Texto y fotos por: Paco NiHiL ¡Ave! C...