viernes, 3 de julio de 2015

Del pop a lo pasado





 O más Mishima y menos Murakami

Al intentar escribir esto me resultó difícil saber por cuál arista llegar al centro de este texto. Se me cruzaban el dicho de Bejamin “la obra de arte en la época de la reproductibilidad” con mi sorpresa al haber leído “Tokio Blues” de Murakami, junto a mis pocas lecturas de autores japoneses más antaños como Yasunari Kawabata y Yukio Mishima o la que hice de una novela de la estrellita pop Banana Yoshimoto.

Con todo esto puesto sobre la mesa, más que comenzar a escribir caí en la cuenta de que verdaderamente estoy lejos de conocer costumbres, identidad, tradiciones, incluso historia del país de mis autores o de todo el lado oriental del mundo, que camino por un lago congelado cuyo hielo delgadito, propenso a romperse en cualquier momento, deja traslucir una mezcolanza artificial de cerezos en flor, sushi transformado, pollo agridulce, saque que no he probado, fermentado de arroz cuyo nombre no recuerdo, películas de Miyazaki, “Los siete samurais”, “La casa de las dagas voladoras”, “Señora Venganza ” y “Old Boy”, “El arco” y unos cuantos filmes más; la imagen inevitable de los campos de arroz con sus trabajadores protegidos por esos sombreros peculiares como el que cuelga de una pared de casa gracias al viaje de una amiga. Que sólo si los enumeramos de corrido queda todo sin distinción entre japoneses, chinos o coreanos. Una suma de consumo cultural bajo una sola etiqueta.

Tal como el Boom Latinoamericano, el arte pop de Warhol o el Dadaísmo de Duchamp, muchas cosas en la esfera de la cultura guardan inevitablemente un sitio en la cadena de consumo, a manera de sobrevivencia necesaria, afirmación que obviamente no es nada nueva, sin embargo, cabe recordar que este sitio nada les resta de valor estético, poético, artístico o “semiológico”. Y gracias a esta cadena, porque no recuerdo cómo,  cayó en mis manos “La casa de las bellas durmientes” de Kawabata, la primera novela que se salía totalmente de mi mundo reducido mal tildado de literatura universal que sólo se remitía a autores europeos consagrados y sudacas (sin ofender a nadie) bien condimentados, gracias a mi deformación académica. Muchos años después alguien puso en mis manos “Nieve de primavera” de Mishima, apareciendo de nuevo aquella idea que hiciera germinar Kawabata de que era absolutamente necesario el lenguaje sinestético para una mejor traducción de estos autores orientales.

Con “Nieve de primavera” me mantuve al filo con cada página, sufrí con las decisiones inesperadas y el cambio de carácter de los personajes, dos jóvenes en medio de una rigurosa práctica del matrimonio con altas implicaciones de linaje y realeza; sentí la nieve caer de la forma en que sólo imagino cae en aquellas regiones: con cierta suavidad. No obstante, entre las páginas de esta novela se encontraba el remolino que iba creciendo por la confrontación entre las viejas y sagradas costumbres contra la llegada de las prácticas europeas bajo la etiqueta de modernidad, reflejadas en el vestir y sobre la mesa. Mishima, pues, era consiente de que su país y su cultura cambiaban.
Y todo cambió, meses antes de Mishima leí una novela de la que tenía altas expectativas, “Tokio Blues”. Yo pensaba que encontraría un sórdido Tokio transitado por un hombre melancólico de manos en los bolsillos. En su lugar hallé injusto que se nombrara Tokio Blues y no se conservara el título original Norwegian Wood, con plena alusión a la canción de los Beatles –no fuera a ser que alguien no cachara la referencia-. Claro, más expectación generaba el que eligieron ya que en nada se parecen las notas que dejan en el paladar el rockcito de la primera boy band con éxito descomunal versus el canto del alma negra. “Tokio Blues” me dejó la sensación de no creer; sus personajes femeninos me resultaron artificiales, una mezcla de todos los arquetipos de mujer que construían en lugar de una figura fuerte un títere fofo investido por el halo de misterio forzado. El protagonista me resultó un hombre enamoradamente absurdo o absurdamente enamorado, por ahí saltaba una metáfora de la vida como un pozo y una escena innecesaria de sexo entre nuestro joven protagonista y la anciana amiga de su amada cuyo suicidio no sorprende, sino que se tarda. Con la lectura de Mishima entendí mi descontento con “Tokio Blues” y “Sueño Profundo” de Banana Yoshimoto, pues para mi con estas dos obras se inauguraban las novelas pop de aire “zen” pero lejos del “tao”, con intento de conservar cierta estética de los novelistas anteriores pero renovada de manera neoyorkina, pero el Nueva York de Sex and the City.

Muy a título personal, “Tokio Blues” es una novela de la que se puede prescindir en la vida. Sé que desde el título esto parece más una campaña en contra de Murakami –usted disculpe- pero lo que busco es compartir lo que sé y lo que conozco, si pongo por encima a aquellos viejos escritores es porque considero que hacen despertar los sentidos, las emociones, la imaginación, la vida, que tanta falta nos hace, pues vivir en este lugar –no me refiero sólo a México- donde unos cuantos defienden con improperios y maldiciones el maltrato animal, dejando entrever no la defensa de las causas “justas” –si es que existen- sino el deseo violento de una sociedad desgastada, bombardeada, reprimida. No hay defensa, sólo disgusto, ganas de reventar y reventarle la cara a alguien. He escuchado que algunos dicen “más vale que lean lo que sea a que no lean”, pero estoy convencida de que todo lo que consumimos nos determina como personas, como entes históricos, como actores sociales, como consumidores en potencia. No más historias peladitas y a la boca, sí al despertar del entramado y de la complejidad de las relaciones a distintos niveles, uno puede navegar y entender novelas más elaboradas sin necesidad de acudir a un libro que explique “el relato en perspectiva” –una disculpa a doña Luz Aurora Pimentel-.

Por lo pronto, les dejo un link a “El Rumor del origen. Antología general de la literatura japonesa” https://gregoryzambrano.files.wordpress.com/2010/09/javier-sologuren-el-rumor-del-origen-antologia-de-la-literatura-japonesa.pdfn

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