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lunes, 3 de agosto de 2015

Movimiento infinito




Las luces se encienden en un instante de respiro, tomamos aliento después de lo vivido y apagas el sol con un beso en mis labios, la luz cede ante el deseo, dulce, tierno y cansado. La canción no ha terminado, la escala sigue, se encadena a la siguiente y las almas de los muertos despiertan del letargo de la soledad, la incertidumbre se larga por un momento de la vida, el hastío de los días se retira a vomitar de tanto vino, la locura enciende un puro fino y la mansedumbre observa hacia el infinito entre humo de hashis y té de ajenjo.  La mota ya está... El conjuro se ha dicho,  el fuego y la sal se hacen un mismo líquido vital, absenta. La canción se repite en un instante, el bajo eriza la piel de mi vida y ambos se miran sorprendidos porque saben que saben lo que saben que tienen que saber… es suficiente. Se muerde el labio, la punta de la lengua, acto seguido levanta la ceja, derecha tal vez, sonríe como sólo le sonríe a él y sabe que lo invita a la vida. El momento de suspensión… un beso largo y eterno que se desborda en caricias de ácida suavidad. Con los ojos cerrados se retuerce, de los labios pasa al cuello, se extiende en una escala descendente en dos montañas pequeñitas que terminan en espiral, y  repara en un movimiento vertiginosamente ácido, de nuevo en el ombligo de la luna. Se retuerce entre los placeres del sentido cinestético del ser y no ser mientras te quiero, el caos de los orígenes ha vuelto y el aleteo de la mariposa va  a iniciar, las manos como garras buscan asirse a las sabanas que se revuelven, y en un momento desesperado lo aparta de su piel para besarlo en remolino de notas sucias rasgando su espalda y retorciéndose. Los labios del destino. El momento llega, la lluvia ha comenzado en el jardín de rostro verde, las gotas resuenan en las ventanas y en el techo, el gato duerme en la sala solo y calientito, los amantes se mueven como olas cadenciosamente y no hace frío, la respiración se acelera en la pérdida de dominio sobre la vida, muerde su boca dulce y húmeda, un pequeño gemi(ni)dito se deja escapar en ella, muerde más sus labios, los labios, sin saber de cuál de los dos son.  Acerca su oído hacia donde  provienen los suspiros de lo que un recuerdo provoca, pide gritos de locura que se dejan venir como presión sostenida en  un sol y mi menor, la razón ha muerto en definitiva, lagrimas de placer y vida. The noise, dicen todos, el aullido del final, el grito que anuncia la vida, los dedos entre los cabellos y el aroma inundando todos los rincones del alma en un bufido de impotencia que derrite los placeres de la cama. Nadie nos mira, nadie sabe cómo es la música que hacemos surja de entre los huecos del alma que llenamos con la conjugación de la vida y la muerte, el final de los senderos bifurcados que se vuelven a unir en el camino de un tercer corazón ya trastornado, la acides de los recuerdos que brotan derritiendo el mundo en blues de cuerpos empalmados, de vidas anudadas, de corazones cosidos desde lejos, de lagrimas lloradas en una y de necedades marinas de tortuga en espiral, caracoles que dejan caminitos de baba por el costado de la piel y se funden con conejos que habitan en el bosque de tu sexo y procrean caranejos en el fondo orgásmico de los sentidos de la vida.

La eternidad es una misma nota explotando en variación de tiempo y significado, es un mismo riff siempre sonando en distintos puntos más lejanos, más cercanos. Es el rasgueo de un solo de caballo intensificándose al morir y son las pisadas en un bajo, bajo el agua del cielo y sobre las nubes del mar, es la vida que llevamos en cada mirada detenida… viento concertina.

sábado, 1 de agosto de 2015

Recuerdo de algo que no pasó, posiblemente saudade, imposibilidad de hechos, deseo intenso de la mente. Irrealidad real en un plano en que sólo habitan ambos


Por miXena

Te subes al metro, tomas el segundo tren que pasa frente a ti. Para la fortuna de tus piernas, viene con lugares libres. Te sientas, sincronizas tu reproductor con ese, un buen disco que acabas de bajar, sacas de tu mochila o bolsa aquel, un buen libro que estás leyendo desde hace unos días y no te deja de resonar en la mirada, sola. Lees durante nueve estaciones, posiblemente más, probablemente menos. Te bajas para transbordar, en ese momento, uno muy encendido del disco, con una atmósfera alucinante, que casi obnubila tu mirada, que te hace avanzar tan sólo automáticamente por los pasillos y las escaleras del metro, esquivando los cuerpos que apenas y reconoces humanos, en ese justo instante del correr de un track casi intermedio, tienes la certeza o la simple idea, de que en otro punto del mundo subterráneo, con uno que otro minuto de desfase, aquel, persona que llevas tanto amando, tomó el segundo tren que pasó frente a sus piernas, sincronizó el mismo viaje musical, el mismo disco de seis pistas y sacó su propio libro, solo. Mientras podrían estar los dos, con ese mismo disco, con los libros en la mochila, en una habitación sin luz, a solas…
Esa, quizá, sea la pena que has de pagar por tenerlo tan presente, o la idea que te seguirá a cada nuevo disco, o el mal que te aqueje cuando leas un nuevo libro que te devore los suspiros que intentabas matar a cada noche. Esa, quizá, sea la idea que te conducirá al manicomio de la duda, al temblor de los destinos truncados, al insomnio de extrañar y ser extrañado… 
desde hace unos días y no te deja de resonar en la mirada, sola. Lees durante nueve estaciones, posiblemente más, probablemente menos. Te bajas para transbordar, en ese momento, uno muy encendido del disco, con una atmósfera alucinante, que casi obnubila tu mirada, que te hace avanzar tan sólo automáticamente por los pasillos y las escaleras del metro, esquivando los cuerpos que apenas y reconoces humanos, en ese justo instante del correr de un track casi intermedio, tienes la certeza o la simple idea, de que en otro punto del mundo subterráneo, con uno que otro minuto de desfase, aquel, persona que llevas tanto amando, tomó el segundo tren que pasó frente a sus piernas, sincronizó el mismo viaje musical, el mismo disco de seis pistas y sacó su propio libro, solo. Mientras podrían estar los dos, con ese mismo disco, con los libros en la mochila, en una habitación sin luz, a solas…

Esa, quizá, sea la pena que has de pagar por tenerlo tan presente, o la idea que te seguirá a cada nuevo disco, o el mal que te aqueje cuando leas un nuevo libro que te devore los suspiros que intentabas matar a cada noche. Esa, quizá, sea la idea que te conducirá al manicomio de la duda, al temblor de los destinos truncados, al insomnio de extrañar y ser extrañado… 

jueves, 30 de julio de 2015

Por qué paras? Vamos!



Por Mixena


Caminábamos por una calle ancha y medio oscura, en ella vivía uno de sus mejores amigos; íbamos directo a la tienda donde los veríamos a todos. La atmósfera era tan cálida a pesar de lo frío de la noche. Nuestros primeros pasos en la oscuridad del tiempo juntos. Comimos algo, fuimos por un encendedor, hablábamos de Pink Floyd, de Echos, Fumamos en la esquina de la calle y todo comenzó a flotar. Esa noche caímos a un bar, fumamos un poco más antes de entrar y bebimos unos tarros: tocamos las estrellas literalmente. En casa de otro de sus amigos hicimos el amor en el viejo sillón rojo y roto donde solíamos dormir algunas veces mientras.
Por la mañana salimos rumbo a donde yo no conocía. Un lugar lleno de árboles y niños. Tomamos el tren, sólo por las vías, subimos a un columpio con campanas que sonaban mientras nos besábamos al mecernos. Tomó fotos que sólo notros recordamos. Aún tenía alas y el habla sobre fantasía. Luego de ácido, terminamos en el pasto de la Alameda Oriente a un lado de los go cars. Me cantó Exit music for  a film bajo un paraguas rojo con una ventana transparente que me dejaba ver su alma, la mejor lulaby que he escuchado en todos mis oídos. Le regalé una mariguana en un tubo de ensaye envuelto por el infinito espiral de las palabras. Destrozó el disco de Black Rebel en un aullido de aguardiente. Le entregué mis pasos que fueron creciendo hasta llegar donde sus brazos. Le escribía palabras en pequeños papelitos casi todos los días. Pero algo se falló en el mecanismo de la vida. Besó una mujer y yo… ya todos sabemos lo que hice yo, parada tranquilamente mientras todo ocurría, como si no supiera que lo estaba viendo, como si aquello fuera una travesura. Lloramos. Lloré, no puedo asegurar que él lo hicieras, largas noches por no estar a su lado, drama pueril, ahora lo creo, pero lo recuerdo como el primer gran dolor de mi vida y de mi cuerpo.  
Tras unos meses, muchos, tantos, unos que otros, dicen, nos encontramos porque yo quería que aquello pasara, como si todo fuera una casualidad de aquellas que enamoran en las películas. Yo sé que el escuchaba día y noche la canción de Grand Funk. “Qué tiene mayo que siempre nos separa”, me dijo en una carta. Vinieron días nublados y fríos en los que yo podía tener más calor. Lo visité cada domingo, mientras intentaba escapar por los barrotes de la ventana. Mirando la peña, único paisaje desde el anexo, deseaba estar libre tras de ella y en mi cama. Sufrió, supongo, yo no sé lo que sentí. Recuerdo cada movimiento de ese blues encarcelado y sobre todo cada lágrima que derramaba, mezcla de felicidad y dolor. Fue mi culpa, lo acepto. Después de tanto tiempo hoy lo acepto. Luego salió libre y nos encontramos en aquel pasillo largo de una facultad donde nos conocimos, corrí a abrazarlo, a besarlo. Estaba bastante flaco.
Luego vinieron las pesadillas, sin que pueda decir bien por qué. Y después de tantos tormentos, de una eterna historia fisurada, de malos, malos momentos. De un lente de contacto perdido en la plancha del zócalo, de mi raspón de las rodillas oculto bajo los pantalones, de rasguños en sus manos que quedaron sangrando, cicatrices que el tiempo quitaría; de un retorno con promesas sin cumplir, de otra tormenta diferente, pero igual. De la apatía rondando su cabeza y devorando su cuerpo, de mi ser fastidiado de personas intentando vanamente conseguir satisfacción.  Y después… después nada. Volvimos, no obstante, nada regresó con nuestros cuerpos. Una noche en el parabús, sola, sin lluvia, con mi cuerpo cansado, simplemente tomó sentido algo que tanto había escuchado en un disco bastante triste y entonces, pude habérselo dicho, pero algo me lo dijo a mi: Por qué paras? Y brotaron lágrimas de nuevo, porque yo exigía canciones, poemas, letras, caricias, amor y pequeñas dosis de ternura, promesas que no fueran falsas, ilusiones rescatadas y bien sostenidas, miradas apacibles y no sólo halagos en medio de la ebriedad de su pensamiento ahogado de licor. Y cuándo lo hacía yo. Estaba congestionada. Ya no me salía, ni siquiera lo intentaba demasiado, era vano, sólo palabras tristes. Rencor guardado bien adentro. Porque no tenía que pedir nada, ni a ruegos, ni con lágrimas, quizá porque sin cuestionármelo fui quien se detuvo primero. Quién paró a quién, en realidad no tengo idea. Tan sólo estoy una vez más en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente. Con retazos de canciones que hacen un sólo bolero y preguntándome por qué paré. Y me he preguntado por qué otra vez estoy pensando en ti.

martes, 28 de julio de 2015

Al felino de pasos de azotea que no quiere ya volver…







 Por miXena
 
Ya no escribo relatos, ahora sólo hago lo que me da la gana y tú me das ganas, muchas, ¿Lo recuerdas? Tengo ganas de que me regales una noche, aunque sea de hotel, solos, juntos, hablando de lo maravillosos que son los sueños de cannabis y psilocibina, donde nos unimos en palabras sabias y acciones desconcertantes, pero bellas.
Te maldigo por gato, porque quiero ser tu Alicia. Te pido a gritos me digas cuándo vamos a evadir cada segundo que nos ata a estar lejos, cuándo cortarás los lasos de la genética y las firmas legales, cuándo podre olvidar para viajar a tu lado, para cumplir promesas, deseos y fantasías sexuales.
Cada maldito Blues descarnado que escucho se encadena a otro, esperando el final del solo de un saxofón y, que detrás de cada lágrima y toda rabia impotente, vengas tú, con tus pasos de parsimonia y tu mirada azul cenote, a darme vida en un beso que  es pecado, porque ya lo dijo la sabia juventud cargada de inocencia. Esas palabras que dejaron mi espíritu temblando de asfixia por miedo a la verdad, aún rondan mi mente cada que recuerdo cuán negada es la posibilidad de hacer nuestra vida, aunque sea una noche, juntos.
Las historias ya no tienen sentido ni en papel y no me importan ni un céntimo, ya no quiero andar arrojando palabras que transparenten mi alma y hagan nudos gargantales en los seres de mi cercanía. Sólo lanzan como, resultado de mis dolencias, perturbaciones del alma de quien quiera que quiera quererme.   
No tienes idea de cuánto he necesitado hablar contigo estas últimas dos semanas. Pero nunca los compromisos sociales y del alma te dejarán tener idea de lo que yo, tu perturbación más joven, necesita de tus ojos. Quisiera. No me canso de decir todo lo que quisiera de ti y de nosotros juntos. Eres mi más grande perturbación. No únicamente porque estás lejos, no sólo porque pudiste ser uno de mis engaños, no porque esa llamada con tu hija diciéndome mamá me rompió los sentidos y destempló los nervios; no por haber tenido un único momento de amor a plenitud; ni por las miradas que me das tan fugases, llenas de culpa y deseo, cuando me ves de la mano de “mi amor”. Nada de eso, sino porque te amo desde hace un segundo de conocernos, porque te recuerdo entrando por primera vez tras los plásticos opacos de un café que siempre había sido nocturno para ti, porque me diste mi imagen entusada en un rincón a media luz con la cara cubierta tras un periódico y con mi mirada gatuna de a ratitos como el primer recuerdo que guardas de mi ser insano y nervioso, que fuma a escondidas y bebe de vez en cuando un express. Por eso, porque mis profundidades felinas quedaron al descubierto con cada una de tus miradas escudriñadoras y tus palabras declarantes que desnudaron mi presencia en un segundo para entregarte en mis sueños como el guía revelador de las penumbras, por tu morbosidad voyerista que me recorría la espalda cuando tenía entre mis brazos a esa chica, acercándose a mis labios, con sus senos en mis senos, lenta y suavemente, para rosar nuestros sentidos; uno más de mis engaños a aquel con quien siempre duermo Pero a ti te excita al máximo toda yo, toda mi vida.
Algo me venía diciendo, desde hace tantos años, que no era arbitraria la aparición de esas cuatro letras que forma tu nombre a lo largo de mis pasos, antes de encontrarte nerviosito, a tus años, veinte más que yo, el doble que ahora tengo; rojo, no sé de qué, al hablarle a esa loca del café y de morado, que siendo yo, me cuelo en un  naranja a cada una de tus sonrisas y tus locuras erotizantes. No tengo ni puta idea de lo que mi corazón piensa cuando mi mente te nombra. Eres música! como cada una de las almas que representan algo en mi vida, te consumes en armonías a cada sonrisa que derrama luz en notas que se vuelven palabras llenas, ante mis oídos que escuchan las letras derramadas en mensajes sibilantes y signos de vida salpicados en brujería de candomblé. Promiscuidad literaria.  
El hito de mis amantes, el único que vale la pena por la pureza que radica en el acto de engañar que cometemos al amarnos. El absoluto ganador en esto de tenerme enamorada con todas las razones menos lógicas de la verdad. La conexión más perfectamente sin sentido razonable lograda a través de la magia de lo desconocido que une nuestros pasos en callejones por vivir: segundos en el mismo plano emocional.
Termino un texto vano que en realidad no puedo terminar porque no he dicho nada que quiera decirte, sólo he arrojado mis molestias al vacio que emana de una hoja de papel, llené espacios con emociones que me has provocado y no sané las ansiedades que atraviesan mi alma por no estar contigo, no recuperé la paz que nunca tuve porque no me la dieron al nacer. Solamente me quedo aquí, cerrando la página de mis pecados (ciñéndome al imaginario moral de cada actor de mi sociedad ausente) que no es posible llevar al máximo, y me sofoco evitando desearte y desear tu piel, aunque no pueda lograrlo en los sueños de cada día en el espacio de tu mirada reveladora de confusiones, difundidora de piedades a merced de un sexo negado.

sábado, 25 de julio de 2015

No te olvides del pueblo.

Foto: Christophe Segura


Texto por: NiHiL

Un paraje de sombras y arboles torcidos. Un falso fuego brilla en el fondo de un camino oscuro. Las risas huecas seducen mis oídos, arañan mis más cobardes emociones, coquetean con mi escurridizo ego. El humo flota entre los muros que alojan familias a las altas horas de la noche, cuando el gigante del universo nos vigila con sus múltiples ojos satélites plantarios.

Cuando naces no vives, comienzas a morir. Todo se vuelve una lucha contra el exterior y al interior por mantener los signos vitales. La vida, en general, es una lucha, un combate. La mayoría pierde. En términos económicos por supuesto, pero ¿Quién gana en términos espirituales? La materia es parte de nuestro espíritu.

Una bota obrera pisa el lodo por la mañana. Pisa tierra y charcos antes subir al transporte público, donde la clase obrera se moviliza entre las maltrechas calles. Un joven sostiene un arma debajo de su chamarra, se aproxima al "pecero" con otros 2 sujetos. Una mujer golpeada viene en la parte trasera con una gran maleta de ropa, ha huido de casa con su hija de 4 años que duerme en su pierna. Un joven repasa las canciones que ha descargado a su nuevo celular la noche anterior, se aburría en el trayecto a la escuela. Se empujan unos a otros, se miran con miradas desconfiadas y los más amorosos buscan un corazón que brinde refugio a la urgencia.

En una avenida paralela un delincuente viaja en medio de un convoy de seguridad que lo protege. Gobierna un país no hay ley, y la justicia se disfrazada de autoridad para dejar a un pueblo sufrir con la condena del olvido.

viernes, 24 de julio de 2015

Contrastes

Foto: Ansel Adams

Texto por: NiHiL


blanco y negro
arriba y abajo
izquierda y derecha.

Hay una dualidad inmersa en las profundidades del alma. Dos tintes distintos para las interpretaciones, dos matices para las acciones. Un golpe, una caricia. el odio y el amor.

La vida es una rueda de la fortuna, a veces estás arriba, a veces estás abajo. No importa que tan hábil o afortunado seas, el tiempo cumple sus circulares ciclos.

Para el pobre o para el rico, la lucha es de clases. Unos quieren para unos cuantos y unos cuantos quieren para todos. Si permaneces en el centro, eres un cobarde para ambos lados. Un miserable en el mundo y uno con el mundo.

sábado, 18 de julio de 2015

Mujer de contratiempo


    Nota para oídos sordos                                                                                                                                                              

                                                                                                                                                                   Hay día en que me desmorono
como la sobra de una viuda
arruinada…
Real de Catorce

Y esos días no son días cualquiera, aunque algunos así lo parezcan. Son días de historias destazadas por dolores y miedos que se clavan en el corazón y las arterias como si las agujas de una jeringa infecta te dieran el colocón definitivo: the last trip…
Esta vieja historia comienza en cualquier vagón de lo que sea que ande en esos subterráneos del DF acongojado, húmedo y frío; es la misma historia triste y arrugada que llevo contando desde el día en que tuve una especie de muerte a contra tiempo. Allá en aquellos años donde mi juventud pintaba arcoíris en unos ojos que siguen prendidos,  pero lejos, en una oscuridad que parpadea y es la misma que me contiene. Esta historia le pertenece a toda mujer que tenga tangerina en algún lado de la memoria: en su suéter desgastado, en su cabello, en sus labios. Pero esta historia, que cualquier película pudo retratar, tiene no dos finales, sino un eje por el que andas dos carriles paralelos.
En aquel filme, que para estas alturas ya sabrán a cuál me refiero, en esa escena me perdí, sentí como me desvanecía, como se apagaba un corazón que decía amarme, cómo una máquina succionaba mi perpetum movile re-cordum, ahí la oscuridad de una canción triste se convirtió en todas las notas lacerantes de cada día en mis oídos. Me hundí un rato en la superficie de la vida y anduve pasos con sentido abstracto, si eso existe.
Dije muchos «nos» esperando el momento de salir de mi remoto universo de mentiras. Anduve calles y recuerdos buscando que dejaran de dolerme en la conciencia. Recobré ánimos, ganas de tener unos labios con nombre y apellido entre los míos. Luz en una mirada que apagarán las anfetas, y seguía escuchando la misma canción. Hasta que cometí otro tropiezo.
A veces uno cae en blandito, eso dice cuando menos aquella vieja expresión cuyo origen no logro imaginarme. Este caer me compuso las piernas, enderezó un corazón tuerto que poseían mis adentros, compuso el mecanismo de defensa que fallaba a cada trecho de mi andar y reanimó una imaginación, que si no apagada, había sufrido daños en el sistema nervioso central y chorreaba paranoias.
Ahí conocí la otra línea narrativa de mi película de cabecera. Llegado su momento supe por qué la canción decía everybody gonna learn sometimes. Se me dio la lección más importante de estos días de lluvia y a veces calor. Pasa, muy seguido quizá, que los recuerdos de cualquier cosa son selecciones meticulosas de lo más conveniente para el corazón y la cabeza. Yo había olvidado cierto final que cayó como sobresalto a media noche en calle solitaria: vamos a pelear, vamos a estar mal, -y aquí agrego mis propios votos- vamos a llorar de vez en cuando, sobre todo porque me es difícil no hacerlo; vamos a sentirnos incómodos y tremendamente asustados; vamos a querer correr entre avenidas vacías y de noche, pero solos; vamos a olvidar promesas hechas al calor de las sábanas que nos ven amarnos; quizá destruyas mi corazón poco a poquito y sin quererlo; con la mínima posibilidad de que jamás llegues a confiar en mi andar de gato despistado. Pero, aunque la lista de pecados, hechos y deshechos cósmicos, sea más creciente que mis años, no me queda más que decir que yo… que vas poblando mis historias de metro de todos los días, mis sueños de colores sin sustancia elemental o droga alguna, te voy regalando mis enseres de muñeca mal parida para que veas que aunque mi pierna esté chueca y mi ojo se vaya de vacaciones aquí en el torcido corazón de esta vaca mal alimentada hay un amor que se cocina entre las plantas de tus pies y se diluye en tus sudores…
En el final del camino yo no puedo asegurarte luz alguna, jamás he llegado hasta ese sitio, no puedo, ni siquiera, asegurarte un final, eso me lleva a no poder asegurarte nada… Cada cosa se construye de elementos que no son fundamentales sino hasta que el todo está hecho, entonces sí, quitar una pieza es peligroso. Te preguntarás a qué vienen todas estas palabras sin sentido práctico. No tengo ni idea. Tan sólo he querido vomitar tecleos entre tus ojos para que no te olvides que ando escribiendo una historia de mi vida donde te escogí para actuar; que no hay corazón más roto que el de alguien que está muerto y yo puedo sentir tu respiración negando esto. Entonces te pido que salgas de tus terrores y te subas al camión que llega al cruce de caminos, ese punto legendario donde se clavan muchos mitos, incluso, que en las noches de tormenta y ebriedad, el diablo te aborda de repente… cambiemos el sentido… para bailarte la canción de la sensualidad y contarte la vieja historia del destino. Por hoy no hay más, quizá en un mañana de mareos esenciales, surjan prosas más pulidas, destellos de una vida que madura y no recuerda como hilo de dolor que no te cose.

Esculturas Vivas en Bellas Artes

Festival Cultural en repudio a las agresiones de los granaderos a trabajadores del INBA Texto y fotos por: Paco NiHiL ¡Ave! C...