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miércoles, 7 de octubre de 2015

Cura de noche

Imagen por: Xavier Rey    Fuente: http://www.enkil.org/
Texto by: NiHiL


Me bebo la noche como desintoxicante, pero me fumo la tristeza en pipa, para mitigar el síndrome de abstinencia. 

Tengo en la planta del pie un mal que asfixia mi andar y mutila mi libertad. Que difícil escapar de la ambigüedad.

 Es esta perra soledad que me quiere embargar la vida por las horas de amor que robé y no me correspondían.

 Puedes sentir túneles en el pecho que llegan hasta tus adentros, provocan temblores de tus más firmes recuerdos, convulsionan tus emociones y el tiempo es un grillete atado a tus errores. La razón nos sugiere sanación, pero el corazón sufre sequías en su sexo. Los dedos se transtornan rígidos, los pies se vuelven de goma. 

Hay que buscar una pócima en el recetario del amor, sin que se haga adicción. Buscar el tiempo y el espacio necesario para el confluir de dos ríos o dejar que cada uno encuentre su propio mar.

lunes, 3 de agosto de 2015

Movimiento infinito




Las luces se encienden en un instante de respiro, tomamos aliento después de lo vivido y apagas el sol con un beso en mis labios, la luz cede ante el deseo, dulce, tierno y cansado. La canción no ha terminado, la escala sigue, se encadena a la siguiente y las almas de los muertos despiertan del letargo de la soledad, la incertidumbre se larga por un momento de la vida, el hastío de los días se retira a vomitar de tanto vino, la locura enciende un puro fino y la mansedumbre observa hacia el infinito entre humo de hashis y té de ajenjo.  La mota ya está... El conjuro se ha dicho,  el fuego y la sal se hacen un mismo líquido vital, absenta. La canción se repite en un instante, el bajo eriza la piel de mi vida y ambos se miran sorprendidos porque saben que saben lo que saben que tienen que saber… es suficiente. Se muerde el labio, la punta de la lengua, acto seguido levanta la ceja, derecha tal vez, sonríe como sólo le sonríe a él y sabe que lo invita a la vida. El momento de suspensión… un beso largo y eterno que se desborda en caricias de ácida suavidad. Con los ojos cerrados se retuerce, de los labios pasa al cuello, se extiende en una escala descendente en dos montañas pequeñitas que terminan en espiral, y  repara en un movimiento vertiginosamente ácido, de nuevo en el ombligo de la luna. Se retuerce entre los placeres del sentido cinestético del ser y no ser mientras te quiero, el caos de los orígenes ha vuelto y el aleteo de la mariposa va  a iniciar, las manos como garras buscan asirse a las sabanas que se revuelven, y en un momento desesperado lo aparta de su piel para besarlo en remolino de notas sucias rasgando su espalda y retorciéndose. Los labios del destino. El momento llega, la lluvia ha comenzado en el jardín de rostro verde, las gotas resuenan en las ventanas y en el techo, el gato duerme en la sala solo y calientito, los amantes se mueven como olas cadenciosamente y no hace frío, la respiración se acelera en la pérdida de dominio sobre la vida, muerde su boca dulce y húmeda, un pequeño gemi(ni)dito se deja escapar en ella, muerde más sus labios, los labios, sin saber de cuál de los dos son.  Acerca su oído hacia donde  provienen los suspiros de lo que un recuerdo provoca, pide gritos de locura que se dejan venir como presión sostenida en  un sol y mi menor, la razón ha muerto en definitiva, lagrimas de placer y vida. The noise, dicen todos, el aullido del final, el grito que anuncia la vida, los dedos entre los cabellos y el aroma inundando todos los rincones del alma en un bufido de impotencia que derrite los placeres de la cama. Nadie nos mira, nadie sabe cómo es la música que hacemos surja de entre los huecos del alma que llenamos con la conjugación de la vida y la muerte, el final de los senderos bifurcados que se vuelven a unir en el camino de un tercer corazón ya trastornado, la acides de los recuerdos que brotan derritiendo el mundo en blues de cuerpos empalmados, de vidas anudadas, de corazones cosidos desde lejos, de lagrimas lloradas en una y de necedades marinas de tortuga en espiral, caracoles que dejan caminitos de baba por el costado de la piel y se funden con conejos que habitan en el bosque de tu sexo y procrean caranejos en el fondo orgásmico de los sentidos de la vida.

La eternidad es una misma nota explotando en variación de tiempo y significado, es un mismo riff siempre sonando en distintos puntos más lejanos, más cercanos. Es el rasgueo de un solo de caballo intensificándose al morir y son las pisadas en un bajo, bajo el agua del cielo y sobre las nubes del mar, es la vida que llevamos en cada mirada detenida… viento concertina.

sábado, 1 de agosto de 2015

Recuerdo de algo que no pasó, posiblemente saudade, imposibilidad de hechos, deseo intenso de la mente. Irrealidad real en un plano en que sólo habitan ambos


Por miXena

Te subes al metro, tomas el segundo tren que pasa frente a ti. Para la fortuna de tus piernas, viene con lugares libres. Te sientas, sincronizas tu reproductor con ese, un buen disco que acabas de bajar, sacas de tu mochila o bolsa aquel, un buen libro que estás leyendo desde hace unos días y no te deja de resonar en la mirada, sola. Lees durante nueve estaciones, posiblemente más, probablemente menos. Te bajas para transbordar, en ese momento, uno muy encendido del disco, con una atmósfera alucinante, que casi obnubila tu mirada, que te hace avanzar tan sólo automáticamente por los pasillos y las escaleras del metro, esquivando los cuerpos que apenas y reconoces humanos, en ese justo instante del correr de un track casi intermedio, tienes la certeza o la simple idea, de que en otro punto del mundo subterráneo, con uno que otro minuto de desfase, aquel, persona que llevas tanto amando, tomó el segundo tren que pasó frente a sus piernas, sincronizó el mismo viaje musical, el mismo disco de seis pistas y sacó su propio libro, solo. Mientras podrían estar los dos, con ese mismo disco, con los libros en la mochila, en una habitación sin luz, a solas…
Esa, quizá, sea la pena que has de pagar por tenerlo tan presente, o la idea que te seguirá a cada nuevo disco, o el mal que te aqueje cuando leas un nuevo libro que te devore los suspiros que intentabas matar a cada noche. Esa, quizá, sea la idea que te conducirá al manicomio de la duda, al temblor de los destinos truncados, al insomnio de extrañar y ser extrañado… 
desde hace unos días y no te deja de resonar en la mirada, sola. Lees durante nueve estaciones, posiblemente más, probablemente menos. Te bajas para transbordar, en ese momento, uno muy encendido del disco, con una atmósfera alucinante, que casi obnubila tu mirada, que te hace avanzar tan sólo automáticamente por los pasillos y las escaleras del metro, esquivando los cuerpos que apenas y reconoces humanos, en ese justo instante del correr de un track casi intermedio, tienes la certeza o la simple idea, de que en otro punto del mundo subterráneo, con uno que otro minuto de desfase, aquel, persona que llevas tanto amando, tomó el segundo tren que pasó frente a sus piernas, sincronizó el mismo viaje musical, el mismo disco de seis pistas y sacó su propio libro, solo. Mientras podrían estar los dos, con ese mismo disco, con los libros en la mochila, en una habitación sin luz, a solas…

Esa, quizá, sea la pena que has de pagar por tenerlo tan presente, o la idea que te seguirá a cada nuevo disco, o el mal que te aqueje cuando leas un nuevo libro que te devore los suspiros que intentabas matar a cada noche. Esa, quizá, sea la idea que te conducirá al manicomio de la duda, al temblor de los destinos truncados, al insomnio de extrañar y ser extrañado… 

jueves, 30 de julio de 2015

Por qué paras? Vamos!



Por Mixena


Caminábamos por una calle ancha y medio oscura, en ella vivía uno de sus mejores amigos; íbamos directo a la tienda donde los veríamos a todos. La atmósfera era tan cálida a pesar de lo frío de la noche. Nuestros primeros pasos en la oscuridad del tiempo juntos. Comimos algo, fuimos por un encendedor, hablábamos de Pink Floyd, de Echos, Fumamos en la esquina de la calle y todo comenzó a flotar. Esa noche caímos a un bar, fumamos un poco más antes de entrar y bebimos unos tarros: tocamos las estrellas literalmente. En casa de otro de sus amigos hicimos el amor en el viejo sillón rojo y roto donde solíamos dormir algunas veces mientras.
Por la mañana salimos rumbo a donde yo no conocía. Un lugar lleno de árboles y niños. Tomamos el tren, sólo por las vías, subimos a un columpio con campanas que sonaban mientras nos besábamos al mecernos. Tomó fotos que sólo notros recordamos. Aún tenía alas y el habla sobre fantasía. Luego de ácido, terminamos en el pasto de la Alameda Oriente a un lado de los go cars. Me cantó Exit music for  a film bajo un paraguas rojo con una ventana transparente que me dejaba ver su alma, la mejor lulaby que he escuchado en todos mis oídos. Le regalé una mariguana en un tubo de ensaye envuelto por el infinito espiral de las palabras. Destrozó el disco de Black Rebel en un aullido de aguardiente. Le entregué mis pasos que fueron creciendo hasta llegar donde sus brazos. Le escribía palabras en pequeños papelitos casi todos los días. Pero algo se falló en el mecanismo de la vida. Besó una mujer y yo… ya todos sabemos lo que hice yo, parada tranquilamente mientras todo ocurría, como si no supiera que lo estaba viendo, como si aquello fuera una travesura. Lloramos. Lloré, no puedo asegurar que él lo hicieras, largas noches por no estar a su lado, drama pueril, ahora lo creo, pero lo recuerdo como el primer gran dolor de mi vida y de mi cuerpo.  
Tras unos meses, muchos, tantos, unos que otros, dicen, nos encontramos porque yo quería que aquello pasara, como si todo fuera una casualidad de aquellas que enamoran en las películas. Yo sé que el escuchaba día y noche la canción de Grand Funk. “Qué tiene mayo que siempre nos separa”, me dijo en una carta. Vinieron días nublados y fríos en los que yo podía tener más calor. Lo visité cada domingo, mientras intentaba escapar por los barrotes de la ventana. Mirando la peña, único paisaje desde el anexo, deseaba estar libre tras de ella y en mi cama. Sufrió, supongo, yo no sé lo que sentí. Recuerdo cada movimiento de ese blues encarcelado y sobre todo cada lágrima que derramaba, mezcla de felicidad y dolor. Fue mi culpa, lo acepto. Después de tanto tiempo hoy lo acepto. Luego salió libre y nos encontramos en aquel pasillo largo de una facultad donde nos conocimos, corrí a abrazarlo, a besarlo. Estaba bastante flaco.
Luego vinieron las pesadillas, sin que pueda decir bien por qué. Y después de tantos tormentos, de una eterna historia fisurada, de malos, malos momentos. De un lente de contacto perdido en la plancha del zócalo, de mi raspón de las rodillas oculto bajo los pantalones, de rasguños en sus manos que quedaron sangrando, cicatrices que el tiempo quitaría; de un retorno con promesas sin cumplir, de otra tormenta diferente, pero igual. De la apatía rondando su cabeza y devorando su cuerpo, de mi ser fastidiado de personas intentando vanamente conseguir satisfacción.  Y después… después nada. Volvimos, no obstante, nada regresó con nuestros cuerpos. Una noche en el parabús, sola, sin lluvia, con mi cuerpo cansado, simplemente tomó sentido algo que tanto había escuchado en un disco bastante triste y entonces, pude habérselo dicho, pero algo me lo dijo a mi: Por qué paras? Y brotaron lágrimas de nuevo, porque yo exigía canciones, poemas, letras, caricias, amor y pequeñas dosis de ternura, promesas que no fueran falsas, ilusiones rescatadas y bien sostenidas, miradas apacibles y no sólo halagos en medio de la ebriedad de su pensamiento ahogado de licor. Y cuándo lo hacía yo. Estaba congestionada. Ya no me salía, ni siquiera lo intentaba demasiado, era vano, sólo palabras tristes. Rencor guardado bien adentro. Porque no tenía que pedir nada, ni a ruegos, ni con lágrimas, quizá porque sin cuestionármelo fui quien se detuvo primero. Quién paró a quién, en realidad no tengo idea. Tan sólo estoy una vez más en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente. Con retazos de canciones que hacen un sólo bolero y preguntándome por qué paré. Y me he preguntado por qué otra vez estoy pensando en ti.

martes, 28 de julio de 2015

Al felino de pasos de azotea que no quiere ya volver…







 Por miXena
 
Ya no escribo relatos, ahora sólo hago lo que me da la gana y tú me das ganas, muchas, ¿Lo recuerdas? Tengo ganas de que me regales una noche, aunque sea de hotel, solos, juntos, hablando de lo maravillosos que son los sueños de cannabis y psilocibina, donde nos unimos en palabras sabias y acciones desconcertantes, pero bellas.
Te maldigo por gato, porque quiero ser tu Alicia. Te pido a gritos me digas cuándo vamos a evadir cada segundo que nos ata a estar lejos, cuándo cortarás los lasos de la genética y las firmas legales, cuándo podre olvidar para viajar a tu lado, para cumplir promesas, deseos y fantasías sexuales.
Cada maldito Blues descarnado que escucho se encadena a otro, esperando el final del solo de un saxofón y, que detrás de cada lágrima y toda rabia impotente, vengas tú, con tus pasos de parsimonia y tu mirada azul cenote, a darme vida en un beso que  es pecado, porque ya lo dijo la sabia juventud cargada de inocencia. Esas palabras que dejaron mi espíritu temblando de asfixia por miedo a la verdad, aún rondan mi mente cada que recuerdo cuán negada es la posibilidad de hacer nuestra vida, aunque sea una noche, juntos.
Las historias ya no tienen sentido ni en papel y no me importan ni un céntimo, ya no quiero andar arrojando palabras que transparenten mi alma y hagan nudos gargantales en los seres de mi cercanía. Sólo lanzan como, resultado de mis dolencias, perturbaciones del alma de quien quiera que quiera quererme.   
No tienes idea de cuánto he necesitado hablar contigo estas últimas dos semanas. Pero nunca los compromisos sociales y del alma te dejarán tener idea de lo que yo, tu perturbación más joven, necesita de tus ojos. Quisiera. No me canso de decir todo lo que quisiera de ti y de nosotros juntos. Eres mi más grande perturbación. No únicamente porque estás lejos, no sólo porque pudiste ser uno de mis engaños, no porque esa llamada con tu hija diciéndome mamá me rompió los sentidos y destempló los nervios; no por haber tenido un único momento de amor a plenitud; ni por las miradas que me das tan fugases, llenas de culpa y deseo, cuando me ves de la mano de “mi amor”. Nada de eso, sino porque te amo desde hace un segundo de conocernos, porque te recuerdo entrando por primera vez tras los plásticos opacos de un café que siempre había sido nocturno para ti, porque me diste mi imagen entusada en un rincón a media luz con la cara cubierta tras un periódico y con mi mirada gatuna de a ratitos como el primer recuerdo que guardas de mi ser insano y nervioso, que fuma a escondidas y bebe de vez en cuando un express. Por eso, porque mis profundidades felinas quedaron al descubierto con cada una de tus miradas escudriñadoras y tus palabras declarantes que desnudaron mi presencia en un segundo para entregarte en mis sueños como el guía revelador de las penumbras, por tu morbosidad voyerista que me recorría la espalda cuando tenía entre mis brazos a esa chica, acercándose a mis labios, con sus senos en mis senos, lenta y suavemente, para rosar nuestros sentidos; uno más de mis engaños a aquel con quien siempre duermo Pero a ti te excita al máximo toda yo, toda mi vida.
Algo me venía diciendo, desde hace tantos años, que no era arbitraria la aparición de esas cuatro letras que forma tu nombre a lo largo de mis pasos, antes de encontrarte nerviosito, a tus años, veinte más que yo, el doble que ahora tengo; rojo, no sé de qué, al hablarle a esa loca del café y de morado, que siendo yo, me cuelo en un  naranja a cada una de tus sonrisas y tus locuras erotizantes. No tengo ni puta idea de lo que mi corazón piensa cuando mi mente te nombra. Eres música! como cada una de las almas que representan algo en mi vida, te consumes en armonías a cada sonrisa que derrama luz en notas que se vuelven palabras llenas, ante mis oídos que escuchan las letras derramadas en mensajes sibilantes y signos de vida salpicados en brujería de candomblé. Promiscuidad literaria.  
El hito de mis amantes, el único que vale la pena por la pureza que radica en el acto de engañar que cometemos al amarnos. El absoluto ganador en esto de tenerme enamorada con todas las razones menos lógicas de la verdad. La conexión más perfectamente sin sentido razonable lograda a través de la magia de lo desconocido que une nuestros pasos en callejones por vivir: segundos en el mismo plano emocional.
Termino un texto vano que en realidad no puedo terminar porque no he dicho nada que quiera decirte, sólo he arrojado mis molestias al vacio que emana de una hoja de papel, llené espacios con emociones que me has provocado y no sané las ansiedades que atraviesan mi alma por no estar contigo, no recuperé la paz que nunca tuve porque no me la dieron al nacer. Solamente me quedo aquí, cerrando la página de mis pecados (ciñéndome al imaginario moral de cada actor de mi sociedad ausente) que no es posible llevar al máximo, y me sofoco evitando desearte y desear tu piel, aunque no pueda lograrlo en los sueños de cada día en el espacio de tu mirada reveladora de confusiones, difundidora de piedades a merced de un sexo negado.

domingo, 26 de julio de 2015

Éste es mi segundo intento



Por Mixena

Por fin he hallado una la cita que me dice algo. Ya no me siento invadida por mis relaciones interpersonales y, al escribir, mis trazos ya parecen letras y no simples rayones incontrolables que se deslizan sobre una hoja de papel, queriendo decir algo amontonado de imágenes e ideas sin surja que nada claro.
Es el momento, y es que llevo meses pensando que todo es tan subjetivo. A alguien la muerte le sabe a arena y yo siento que desdeña al triste ser humano, y qué es lo humano, ya lo hemos cuestionado. Cada quien tiene su respuesta y sostiene una posición. Así, en alas incesantes de movimientos destellados de verdades dudosas y certezas de la subjetividad encuentro esto: “Jasper…sabe que no podemos llegar a nada que trascienda del juego mortal de las apariencias”. Entonces recuerdo aquella tarde en el C-C y este momento me sabe a naranja; alguien que sólo yo sé quién es me dio un libro, señaló un párrafo que parafraseo: la realidad no es tan plana como un físico, un químico, un biólogo o un “hombre de ciencias exactas te la puede explicar”. Hay otros puntos, otros planos, otras realidades por descubrir (lamento no recordar qué libro era pero me dejó el sabor exacto de sandía con limón. Justo lo que quería escuchar). Enseguida recuerdo, invadida por un sabor a chocolate, desplazado por la salivación que revuelca un sabor a caramelo rojo, rojo dulce en realidad, a L, imagen creada, con su manita extendida y su cara ácida sosteniendo una abeja en su palma oculta por cinco dedos, un momento que apareció chispeante intercalado en una realidad. O los ojos de A sobre mi cama, cerca de los míos haciéndome sentir que mi cuerpo levita sólo por respirar frente a frente; mientras sentada en un sillón, recuerdo que no es un recuerdo, sino un sueño que tuvimos los dos, otro rayo de una distinta realidad atravesado en ésta, duplicada en puntos inexactos del universo.
Removiendo visiones, enredando y destejiendo hilos de historias, es como sé que no quiero un cochecito ni un traje con olor a monotonía que se ensucie el viernes mientras en el bar de la esquina siento que soy libre bailando con el cerebro apagado. Prefiero ponerme un pantalón cualquiera, mis siempre tenis rojos y disfrutar de un sabor a color café. Cerrar los ojos y abrir la boca, sentir un sabor resbaloso, pero no baboso, que me deja con curiosidad y envuelta en éxtasis mientras camino por las calles con tu ojo izquierdo girando entre mi lengua. Luego de unos pasos, aparéceseme un nuevo escenario, con algo corriendo por mis venas y llegando a todo rincón de mi cuerpo decido correr a media calle enredada en euforia de blanco adormecer, me detengo para mirar a mi alrededor y ya todo está oscuro, sé que quizá no debería estar aquí, no es lo que pasa generalmente en mi vida por las noches, me río. Siento venir sus manos en un abrazo que hace ¡pooop! en mi espalda y mi cerebro. Mientras me veo moverme dentro de sus pupilas, miramos las estrellas aparecer en el cielo una por una. Respiro y no hay sustancia alguna; le voy dando pequeños besos en el paladar parada sobre su lengua húmeda, al tiempo que decide snifarme y ya dentro de su cuerpo me reproduzco en una pequeña explosión llenándole de besos por dentro, un cosquilleo que despierta todos tus sentidos. O si miro para otro lado, descubro un caos en libertonia, mientras mi carnal pone la Traviata. Decido, a veces uno tiene que decidir a toda hora, entonces decido que en lugar de ser el personaje oscuro y mal maquillado que va todos los días al café, en un espacio aburrido y predecible de la noche, que pide siempre el mismo tipo de bebida; la que quizá, a veces supongo mientras lo miro, le sabe a lo que sabe que sabe, sin distinguir lo nuevo, lo diferente de cada día, partículas extrañas que su lengua despertando de un letargo debería de sorber.
Y si lo que hay no es siempre lo que es, y lo que es no es siempre lo que ves, degusto sus caderas y su cintura morena, arenosa, calida, envuelta y envolvente, la tomo de la mano por las calles del centro mientras admiro su caminar despreocupado y beso sus delgados labios, me pierdo en su oloroso cabello de espiral truncado cayendo por mi cara, la beso mientras reconozco uno que otro lunar contante de su piel. No me escondo tras una puerta bastante clara y al mismo tiempo creíblemente opaca que no deja mirar a los seres andantes de mis pasillos diarios de la vida, por que seguro quien quiera mirar más allá de su nariz, reconocerá lo transparente de mi ser, de modo que para qué insinúo lo que soy y luego niego serlo si me derrito al tiempo que me besa tras la oreja y sobre mí siento sus pechos dulces y perfectos para mis manos, que inquietas los describen.
Pero el momento se agota, entonces, disfruto parada tras el mostrador, mirando unos ojos de felino escondidos en rasgos momentáneos humanos, del Our love to admire de Interpol, mientras descubro que pioneer to the falls, son gotas cayendo una tras otra tan lento como sea posible para mirar y distinguir su forma, gotas que poco a poco se convierten en una tormenta que te estruja por dentro, te eriza la piel y te deja a medio suspiro, apretando los ojos mientras con desesperación te sientes lluvia. Despierto con un sobre salto y siento un grito salir de mis entrañas cuando por primera vez escucho la corte del rey carmesí de King Crimson, y mis ojos se expanden en mi cara mientras me enredo en el oído del sujeto rosado de la portada, sin decir nada.
Me río cuando veo la cantidad de publicidad de la que estamos rodeados. Me parece estúpido cuando veo el mismo comercial transmitido una y mil veces en una pantalla de televisión que cuelga a medio pasillo del metro. Cero que ya sólo enajenan a las personas, de quienes cuya respuesta no me sorprende: miran la pantalla, ya condicionados, porque la reconocen Televisión, ¡oh dios de cada aldea subdesarrollada! Sospecho, entonces, que hay una complicidad en el absurdo del día. Siento que el cerebro se les desconecta mientras bailan en un lugar horrible, donde además la cerveza es cara y a ellos lo único que les importa es consumir, al mismo tiempo que se pierden en un eterno retorno del mismo movimiento sin darse cuenta de que las cinco canciones que ya escucharon tienen el mismo ritmo plano e insubstancial bajo la misma letra pendeja que nada más habla de sexo sin sentido. Por eso si él, el que sea, prefiere tener sexo con una mujer, disfrutando de su piel y recorriendo su figura dibujando su cuerpo ya trazado, merece un ¡a huevo! Desde el fondo de mi voz que no me produce aquel que despertó con dolor de cabeza, quién sabe donde con quién sabe quién, y que solamente sintió una efímera descarga eléctrica en su cerebro, en lugar de un continuo erizar de la piel, un ahogo placentero que te hace que te retuerzas.
No pongo mi mirada en un recién nacido ignorando la dulcemente negra tentación de morir, como si fuera la imagen de la esperanza de la vida. Yo que putas sé lo que está pensando o en qué se va a convertir, tal vez siga los mismos pinches patrones de conducta de los demás seres color gris. Para qué los ojos de un recién nacido si yo tengo los míos, y tengo mi propia vida, además el proceso de lo que le pase a mis ojos me dejará la sensación de mi cuerpo reconociendo. Para qué decir que disfruto de cada segundo de vida, una pinche apariencia más, cuántos de los que han dicho esto tantas veces no se han sentido de la verga cuando menos una vez. Los segundos son tan rápidos, tan efímeros, tan intangibles, el tiempo es irreductible, el tiempo en números es plano, anclaje puro dice O.
Prefiero disfrutar cuando mi lengua percibe sabores a color, cuando huelo la humedad, cuando escucho sus movimientos y al correr de sus caricias por mi cintura yo siento pequeños pasos en mi nariz de tus dedos placenteros. Sí, la vida es absurda ya lo sé, y si se queda así es porque tú quieres, lo digo y lo sostengo. Vivir con el pleno conocimiento de lo absurdo no implica ceñirse a su inefable desmoronamiento de toda esperanza de vida, esa tampoco existe. Mejor pateo lo absurdo de este incesante movimiento de vida, la tuya o la mía, y mientras lo miro con desprecio y aburrimiento me quedo con cada caricia, un sentir diferente que hay que reconocer, recupero los sabores y mi lengua se retuerce en amarillo mientras digo para mis adentros cavernosos: a la chingada las apariencias y lo que dicen que está mal, me importa un comino las convencionalidades y sostengo que todo es subjetividad, mientras me cuestiono si llegará algún día la anagnórisis de la vida.




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