viernes, 27 de febrero de 2015

Manual de sobrevivencia para el alcohólico precavido

Por: Sebastián Éle

“Si te esfuerzas puedes desaparecer”. Recuerdo que esa era la premisa bajo la cual unos camaradas y yo bebimos a diario durante varios meses. En realidad, no más de dos o tres. Nadie hubiera podido aguantar. Era necesario parar. Eventualmente. Conscientemente. Forzosamente. Para luego continuar.
¿Cómo parábamos? De diferentes formas. Necesitábamos botellas de alcohol puro. De 96. Del azul. El rojo es destilado de madera y su uso es industrial, o sea que es veneno. Una caja de bolsitas de té. Medio kilo de azúcar. Una chancla de plástico y mucha paciencia. Había que cortar la peda: preparar Generosas (putazos de alcohol entintados con té de manzanilla, un chingo de azúcar, y empoderados por oraciones).
El riesgo es alto. La muerte aletea enloquecida como abejorro entre cuatro paredes. Cuando sobreviene el tremor y comienzan los delirios y las convulsiones, lo más importante es cuidar la lengua del borracho, no dejar que se asfixie con ella. La chancla ayuda a este propósito, además de que protege la dentadura: se introduce horizontal entre las dos hileras de dientes, sirve como mordedera y evita mucha sangre. Al mismo tiempo hay que distraer al ebrio de sus delirios, negárselos, suministrar todo el alcohol que absorba el ombligo y encomendarse a algún santo para lidiar con el trance, que es realmente difícil. Es importante que el borracho no engarrote las piernas y los brazos, ya que si lo hace será más complicada cualquier maniobra. Se puede amarrar al sujeto a la cama con trozos de tela o con cinturones abrochados en las muñecas y los tobillos. El proceso puede durar varias horas y llegar a días enteros, por lo cual es bueno contar con más de un relevo. Cuando hayan pasado más de cinco horas de intervalo entre cada convulsión, el borracho estará seco. Entonces se podrá llamar a cualquier médico o enfermero o individuo que sepa canalizar y aplique un suero. Antes no. No sé por qué, pero puede ser mortal. Todo el sudor con el que uno se acaba de bañar para salvar a su amigo podría secarse en vano si se aplica el suero antes de tiempo. El suero, además de glucosa, debe contener complejo B y alguna benzodiacepina de alto gramaje. Es necesario que los tragos de la Generosa que se le ofrezcan al recién salvado sean hondos y que las orejas estén tapadas por los dedos índices para generar vacío, como si alguien se estuviera lanzando desde gran altura a una piscina de agua helada. El secreto de la Generosa está en curarla con ceniza y, lo más importante, en prenderla con un cerillo justo cuando se reza una oración procedente de cualquier estampita religiosa con la mirada puesta en alguna imagen del mismo tipo o en un crucifijo colgado de la pared. Es de utilidad que un tercero recite salmos durante todo el procedimiento. 

Nota final:
Las referencias a Dios en este manual se insertaron de forma obligatoria y bajo el criterio (formado por la ríspida experiencia) de los autores (anónimos). Se entiende que se narra una lucha entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, donde a la vida la encarna un grupo de gente bastante primitiva y sin ninguna formación académica. Escribimos acerca de algo que hemos podido ver y, sobre todo, enfrentar con nuestras propias habilidades y recursos. Somos hombres de baja cultura y esto nada nos importa ni nos impide. Por último, ninguno de nosotros ha participado en uno, pero ciertas personas nos han dicho que el procedimiento es idéntico al de un exorcismo. Nada podemos decir al respecto. Sólo estamos seguros (por sensaciones) de que el demonio hace acto de presencia en esos cuartos. De ahí la necesidad de las imágenes y los salmos. De verdad que no es cosa nuestra.

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