sábado, 1 de agosto de 2015

Recuerdo de algo que no pasó, posiblemente saudade, imposibilidad de hechos, deseo intenso de la mente. Irrealidad real en un plano en que sólo habitan ambos


Por miXena

Te subes al metro, tomas el segundo tren que pasa frente a ti. Para la fortuna de tus piernas, viene con lugares libres. Te sientas, sincronizas tu reproductor con ese, un buen disco que acabas de bajar, sacas de tu mochila o bolsa aquel, un buen libro que estás leyendo desde hace unos días y no te deja de resonar en la mirada, sola. Lees durante nueve estaciones, posiblemente más, probablemente menos. Te bajas para transbordar, en ese momento, uno muy encendido del disco, con una atmósfera alucinante, que casi obnubila tu mirada, que te hace avanzar tan sólo automáticamente por los pasillos y las escaleras del metro, esquivando los cuerpos que apenas y reconoces humanos, en ese justo instante del correr de un track casi intermedio, tienes la certeza o la simple idea, de que en otro punto del mundo subterráneo, con uno que otro minuto de desfase, aquel, persona que llevas tanto amando, tomó el segundo tren que pasó frente a sus piernas, sincronizó el mismo viaje musical, el mismo disco de seis pistas y sacó su propio libro, solo. Mientras podrían estar los dos, con ese mismo disco, con los libros en la mochila, en una habitación sin luz, a solas…
Esa, quizá, sea la pena que has de pagar por tenerlo tan presente, o la idea que te seguirá a cada nuevo disco, o el mal que te aqueje cuando leas un nuevo libro que te devore los suspiros que intentabas matar a cada noche. Esa, quizá, sea la idea que te conducirá al manicomio de la duda, al temblor de los destinos truncados, al insomnio de extrañar y ser extrañado… 
desde hace unos días y no te deja de resonar en la mirada, sola. Lees durante nueve estaciones, posiblemente más, probablemente menos. Te bajas para transbordar, en ese momento, uno muy encendido del disco, con una atmósfera alucinante, que casi obnubila tu mirada, que te hace avanzar tan sólo automáticamente por los pasillos y las escaleras del metro, esquivando los cuerpos que apenas y reconoces humanos, en ese justo instante del correr de un track casi intermedio, tienes la certeza o la simple idea, de que en otro punto del mundo subterráneo, con uno que otro minuto de desfase, aquel, persona que llevas tanto amando, tomó el segundo tren que pasó frente a sus piernas, sincronizó el mismo viaje musical, el mismo disco de seis pistas y sacó su propio libro, solo. Mientras podrían estar los dos, con ese mismo disco, con los libros en la mochila, en una habitación sin luz, a solas…

Esa, quizá, sea la pena que has de pagar por tenerlo tan presente, o la idea que te seguirá a cada nuevo disco, o el mal que te aqueje cuando leas un nuevo libro que te devore los suspiros que intentabas matar a cada noche. Esa, quizá, sea la idea que te conducirá al manicomio de la duda, al temblor de los destinos truncados, al insomnio de extrañar y ser extrañado… 

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