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martes, 28 de julio de 2015

Al felino de pasos de azotea que no quiere ya volver…







 Por miXena
 
Ya no escribo relatos, ahora sólo hago lo que me da la gana y tú me das ganas, muchas, ¿Lo recuerdas? Tengo ganas de que me regales una noche, aunque sea de hotel, solos, juntos, hablando de lo maravillosos que son los sueños de cannabis y psilocibina, donde nos unimos en palabras sabias y acciones desconcertantes, pero bellas.
Te maldigo por gato, porque quiero ser tu Alicia. Te pido a gritos me digas cuándo vamos a evadir cada segundo que nos ata a estar lejos, cuándo cortarás los lasos de la genética y las firmas legales, cuándo podre olvidar para viajar a tu lado, para cumplir promesas, deseos y fantasías sexuales.
Cada maldito Blues descarnado que escucho se encadena a otro, esperando el final del solo de un saxofón y, que detrás de cada lágrima y toda rabia impotente, vengas tú, con tus pasos de parsimonia y tu mirada azul cenote, a darme vida en un beso que  es pecado, porque ya lo dijo la sabia juventud cargada de inocencia. Esas palabras que dejaron mi espíritu temblando de asfixia por miedo a la verdad, aún rondan mi mente cada que recuerdo cuán negada es la posibilidad de hacer nuestra vida, aunque sea una noche, juntos.
Las historias ya no tienen sentido ni en papel y no me importan ni un céntimo, ya no quiero andar arrojando palabras que transparenten mi alma y hagan nudos gargantales en los seres de mi cercanía. Sólo lanzan como, resultado de mis dolencias, perturbaciones del alma de quien quiera que quiera quererme.   
No tienes idea de cuánto he necesitado hablar contigo estas últimas dos semanas. Pero nunca los compromisos sociales y del alma te dejarán tener idea de lo que yo, tu perturbación más joven, necesita de tus ojos. Quisiera. No me canso de decir todo lo que quisiera de ti y de nosotros juntos. Eres mi más grande perturbación. No únicamente porque estás lejos, no sólo porque pudiste ser uno de mis engaños, no porque esa llamada con tu hija diciéndome mamá me rompió los sentidos y destempló los nervios; no por haber tenido un único momento de amor a plenitud; ni por las miradas que me das tan fugases, llenas de culpa y deseo, cuando me ves de la mano de “mi amor”. Nada de eso, sino porque te amo desde hace un segundo de conocernos, porque te recuerdo entrando por primera vez tras los plásticos opacos de un café que siempre había sido nocturno para ti, porque me diste mi imagen entusada en un rincón a media luz con la cara cubierta tras un periódico y con mi mirada gatuna de a ratitos como el primer recuerdo que guardas de mi ser insano y nervioso, que fuma a escondidas y bebe de vez en cuando un express. Por eso, porque mis profundidades felinas quedaron al descubierto con cada una de tus miradas escudriñadoras y tus palabras declarantes que desnudaron mi presencia en un segundo para entregarte en mis sueños como el guía revelador de las penumbras, por tu morbosidad voyerista que me recorría la espalda cuando tenía entre mis brazos a esa chica, acercándose a mis labios, con sus senos en mis senos, lenta y suavemente, para rosar nuestros sentidos; uno más de mis engaños a aquel con quien siempre duermo Pero a ti te excita al máximo toda yo, toda mi vida.
Algo me venía diciendo, desde hace tantos años, que no era arbitraria la aparición de esas cuatro letras que forma tu nombre a lo largo de mis pasos, antes de encontrarte nerviosito, a tus años, veinte más que yo, el doble que ahora tengo; rojo, no sé de qué, al hablarle a esa loca del café y de morado, que siendo yo, me cuelo en un  naranja a cada una de tus sonrisas y tus locuras erotizantes. No tengo ni puta idea de lo que mi corazón piensa cuando mi mente te nombra. Eres música! como cada una de las almas que representan algo en mi vida, te consumes en armonías a cada sonrisa que derrama luz en notas que se vuelven palabras llenas, ante mis oídos que escuchan las letras derramadas en mensajes sibilantes y signos de vida salpicados en brujería de candomblé. Promiscuidad literaria.  
El hito de mis amantes, el único que vale la pena por la pureza que radica en el acto de engañar que cometemos al amarnos. El absoluto ganador en esto de tenerme enamorada con todas las razones menos lógicas de la verdad. La conexión más perfectamente sin sentido razonable lograda a través de la magia de lo desconocido que une nuestros pasos en callejones por vivir: segundos en el mismo plano emocional.
Termino un texto vano que en realidad no puedo terminar porque no he dicho nada que quiera decirte, sólo he arrojado mis molestias al vacio que emana de una hoja de papel, llené espacios con emociones que me has provocado y no sané las ansiedades que atraviesan mi alma por no estar contigo, no recuperé la paz que nunca tuve porque no me la dieron al nacer. Solamente me quedo aquí, cerrando la página de mis pecados (ciñéndome al imaginario moral de cada actor de mi sociedad ausente) que no es posible llevar al máximo, y me sofoco evitando desearte y desear tu piel, aunque no pueda lograrlo en los sueños de cada día en el espacio de tu mirada reveladora de confusiones, difundidora de piedades a merced de un sexo negado.

domingo, 26 de julio de 2015

Éste es mi segundo intento



Por Mixena

Por fin he hallado una la cita que me dice algo. Ya no me siento invadida por mis relaciones interpersonales y, al escribir, mis trazos ya parecen letras y no simples rayones incontrolables que se deslizan sobre una hoja de papel, queriendo decir algo amontonado de imágenes e ideas sin surja que nada claro.
Es el momento, y es que llevo meses pensando que todo es tan subjetivo. A alguien la muerte le sabe a arena y yo siento que desdeña al triste ser humano, y qué es lo humano, ya lo hemos cuestionado. Cada quien tiene su respuesta y sostiene una posición. Así, en alas incesantes de movimientos destellados de verdades dudosas y certezas de la subjetividad encuentro esto: “Jasper…sabe que no podemos llegar a nada que trascienda del juego mortal de las apariencias”. Entonces recuerdo aquella tarde en el C-C y este momento me sabe a naranja; alguien que sólo yo sé quién es me dio un libro, señaló un párrafo que parafraseo: la realidad no es tan plana como un físico, un químico, un biólogo o un “hombre de ciencias exactas te la puede explicar”. Hay otros puntos, otros planos, otras realidades por descubrir (lamento no recordar qué libro era pero me dejó el sabor exacto de sandía con limón. Justo lo que quería escuchar). Enseguida recuerdo, invadida por un sabor a chocolate, desplazado por la salivación que revuelca un sabor a caramelo rojo, rojo dulce en realidad, a L, imagen creada, con su manita extendida y su cara ácida sosteniendo una abeja en su palma oculta por cinco dedos, un momento que apareció chispeante intercalado en una realidad. O los ojos de A sobre mi cama, cerca de los míos haciéndome sentir que mi cuerpo levita sólo por respirar frente a frente; mientras sentada en un sillón, recuerdo que no es un recuerdo, sino un sueño que tuvimos los dos, otro rayo de una distinta realidad atravesado en ésta, duplicada en puntos inexactos del universo.
Removiendo visiones, enredando y destejiendo hilos de historias, es como sé que no quiero un cochecito ni un traje con olor a monotonía que se ensucie el viernes mientras en el bar de la esquina siento que soy libre bailando con el cerebro apagado. Prefiero ponerme un pantalón cualquiera, mis siempre tenis rojos y disfrutar de un sabor a color café. Cerrar los ojos y abrir la boca, sentir un sabor resbaloso, pero no baboso, que me deja con curiosidad y envuelta en éxtasis mientras camino por las calles con tu ojo izquierdo girando entre mi lengua. Luego de unos pasos, aparéceseme un nuevo escenario, con algo corriendo por mis venas y llegando a todo rincón de mi cuerpo decido correr a media calle enredada en euforia de blanco adormecer, me detengo para mirar a mi alrededor y ya todo está oscuro, sé que quizá no debería estar aquí, no es lo que pasa generalmente en mi vida por las noches, me río. Siento venir sus manos en un abrazo que hace ¡pooop! en mi espalda y mi cerebro. Mientras me veo moverme dentro de sus pupilas, miramos las estrellas aparecer en el cielo una por una. Respiro y no hay sustancia alguna; le voy dando pequeños besos en el paladar parada sobre su lengua húmeda, al tiempo que decide snifarme y ya dentro de su cuerpo me reproduzco en una pequeña explosión llenándole de besos por dentro, un cosquilleo que despierta todos tus sentidos. O si miro para otro lado, descubro un caos en libertonia, mientras mi carnal pone la Traviata. Decido, a veces uno tiene que decidir a toda hora, entonces decido que en lugar de ser el personaje oscuro y mal maquillado que va todos los días al café, en un espacio aburrido y predecible de la noche, que pide siempre el mismo tipo de bebida; la que quizá, a veces supongo mientras lo miro, le sabe a lo que sabe que sabe, sin distinguir lo nuevo, lo diferente de cada día, partículas extrañas que su lengua despertando de un letargo debería de sorber.
Y si lo que hay no es siempre lo que es, y lo que es no es siempre lo que ves, degusto sus caderas y su cintura morena, arenosa, calida, envuelta y envolvente, la tomo de la mano por las calles del centro mientras admiro su caminar despreocupado y beso sus delgados labios, me pierdo en su oloroso cabello de espiral truncado cayendo por mi cara, la beso mientras reconozco uno que otro lunar contante de su piel. No me escondo tras una puerta bastante clara y al mismo tiempo creíblemente opaca que no deja mirar a los seres andantes de mis pasillos diarios de la vida, por que seguro quien quiera mirar más allá de su nariz, reconocerá lo transparente de mi ser, de modo que para qué insinúo lo que soy y luego niego serlo si me derrito al tiempo que me besa tras la oreja y sobre mí siento sus pechos dulces y perfectos para mis manos, que inquietas los describen.
Pero el momento se agota, entonces, disfruto parada tras el mostrador, mirando unos ojos de felino escondidos en rasgos momentáneos humanos, del Our love to admire de Interpol, mientras descubro que pioneer to the falls, son gotas cayendo una tras otra tan lento como sea posible para mirar y distinguir su forma, gotas que poco a poco se convierten en una tormenta que te estruja por dentro, te eriza la piel y te deja a medio suspiro, apretando los ojos mientras con desesperación te sientes lluvia. Despierto con un sobre salto y siento un grito salir de mis entrañas cuando por primera vez escucho la corte del rey carmesí de King Crimson, y mis ojos se expanden en mi cara mientras me enredo en el oído del sujeto rosado de la portada, sin decir nada.
Me río cuando veo la cantidad de publicidad de la que estamos rodeados. Me parece estúpido cuando veo el mismo comercial transmitido una y mil veces en una pantalla de televisión que cuelga a medio pasillo del metro. Cero que ya sólo enajenan a las personas, de quienes cuya respuesta no me sorprende: miran la pantalla, ya condicionados, porque la reconocen Televisión, ¡oh dios de cada aldea subdesarrollada! Sospecho, entonces, que hay una complicidad en el absurdo del día. Siento que el cerebro se les desconecta mientras bailan en un lugar horrible, donde además la cerveza es cara y a ellos lo único que les importa es consumir, al mismo tiempo que se pierden en un eterno retorno del mismo movimiento sin darse cuenta de que las cinco canciones que ya escucharon tienen el mismo ritmo plano e insubstancial bajo la misma letra pendeja que nada más habla de sexo sin sentido. Por eso si él, el que sea, prefiere tener sexo con una mujer, disfrutando de su piel y recorriendo su figura dibujando su cuerpo ya trazado, merece un ¡a huevo! Desde el fondo de mi voz que no me produce aquel que despertó con dolor de cabeza, quién sabe donde con quién sabe quién, y que solamente sintió una efímera descarga eléctrica en su cerebro, en lugar de un continuo erizar de la piel, un ahogo placentero que te hace que te retuerzas.
No pongo mi mirada en un recién nacido ignorando la dulcemente negra tentación de morir, como si fuera la imagen de la esperanza de la vida. Yo que putas sé lo que está pensando o en qué se va a convertir, tal vez siga los mismos pinches patrones de conducta de los demás seres color gris. Para qué los ojos de un recién nacido si yo tengo los míos, y tengo mi propia vida, además el proceso de lo que le pase a mis ojos me dejará la sensación de mi cuerpo reconociendo. Para qué decir que disfruto de cada segundo de vida, una pinche apariencia más, cuántos de los que han dicho esto tantas veces no se han sentido de la verga cuando menos una vez. Los segundos son tan rápidos, tan efímeros, tan intangibles, el tiempo es irreductible, el tiempo en números es plano, anclaje puro dice O.
Prefiero disfrutar cuando mi lengua percibe sabores a color, cuando huelo la humedad, cuando escucho sus movimientos y al correr de sus caricias por mi cintura yo siento pequeños pasos en mi nariz de tus dedos placenteros. Sí, la vida es absurda ya lo sé, y si se queda así es porque tú quieres, lo digo y lo sostengo. Vivir con el pleno conocimiento de lo absurdo no implica ceñirse a su inefable desmoronamiento de toda esperanza de vida, esa tampoco existe. Mejor pateo lo absurdo de este incesante movimiento de vida, la tuya o la mía, y mientras lo miro con desprecio y aburrimiento me quedo con cada caricia, un sentir diferente que hay que reconocer, recupero los sabores y mi lengua se retuerce en amarillo mientras digo para mis adentros cavernosos: a la chingada las apariencias y lo que dicen que está mal, me importa un comino las convencionalidades y sostengo que todo es subjetividad, mientras me cuestiono si llegará algún día la anagnórisis de la vida.




jueves, 16 de julio de 2015

Verano del 2014



Por Mixena 
Forza Napoli!

Cualquiera en algún punto del  planeta


Lo conocí por ahí de abril del 2014, en uno de esos trabajos que entonces los jóvenes solíamos tener, cualquier tontería explotadora que diera dinero suficiente para beberlo en libros y cerveza. Era un hincha napolitano, mitad mexicano mitad guatemalteco. Yo entonces no entendía bien el término. Considerablemente más alto que yo y con una barba por la que adoraba pasar mis dedos. Flaco como la vida y tranquilo como la muerte.
Comenzamos a acostarnos luego de una fiesta aburrida en el departamento de Nadie, un amigo de Cualquiera del trabajo. Aquella mañana que me ocupa y jamás pasaré de largo en la historia de mi vida salimos de uno de tantos hoteles del centro, Motolinia No. 40, lugares que aprendimos a frecuentar por placer y deseo, valga recordarlo. Comimos una pizza barata y, aún nos sobraba tiempo suficiente para vagar de día por esas calles que siempre andábamos a oscuras iluminadas, caminamos un rato entre gente, puestos y comida, hasta que nos tiramos en el piso de la parte trasera del Banco de México, ese pasillo donde  por momento de buena suerte uno podía encontrar joyas literarias extraviadas. Entonces, bajo la sombra de un edificio me lo contó todo…
Había viajado a Europa, podría decirse que solo. Por aquella su necedad que a veces le nacía de la mano de cierta extraña convicción paró en Grecia en la época de la mayor crisis de aquel país. Luego de una semana tenía que regresar a Roma a toda prisa para tomar el vuelo a Frankfurt donde tomaría el vuelo que lo traería de regreso a su México de tacos al pastor y cervezas. Su dinero, bueno, prácticamente se había esfumado y no quedaba ya posibilidad alguna de viajar a otro sitio. Sin embargo, algo de súbito lo abordó mientras repasaba en su cabeza el estado de su tarjeta y la convicción en sus bolsillos. Tenía, debía, iba a conseguir su playera del Napoli con el 10 estampado en la espalda. El 10 del Diego, el Diego que había llevado al campeonato a finales de los 80 a ese equipo de la liga italiana que a mi me suena a flan; el Diego que para mi existía sólo en la canción de Manu Chao y referencias a la cocaína. El Diego que, sin embargo, para ambos era el de «la mano de Dios».
En aquella parte de la historia, que yo escuchaba con una tenue extrañeza, se iluminaron los ojos y se le abrieron tan grandes como los míos lo hacían en ácido, sus manos se movían y sus labios temblaban un poco. Aquel hombre siempre fue un cuerpo palpitante en respuesta de todas las emociones.
Casi sin respirar me dijo: -Tomé el tren sabiendo que sólo tenía escasas ocho horas para llegar a la estación central de Nápoles, dejar mi equipaje en paquetería, correr a la tienda de souvenires y comprar mi playera del Diego; regresar por mi maleta, tomar el tren de nuevo y alcanzar el primer avión que debía tomar antes de llegar a México, eso si no quería terminar vagando en las calles sin dinero. Cuando llegué a la tienda no había duda de qué era lo que debía tomar, pagué la camiseta y salí corriendo. Miré el reloj que me gritó que aún tenía un poco de tiempo, así que pasé por una pizzería, pedí una rebanada de tan sólo un euro y de nuevo me puse a correr. Mis pasos se deslizaban por la vía Corso Umberto I, bajo la lluvia de invierno y con una pizza enorme en la mano, recién salida del horno del Bar Azteca. -Aquí, el tipo esbozó una sonrisa con algo de ironía y complacencia-  Sentía ese calor que sólo es parte de tu cuerpo porque afuera el frío y la lluvia imperaban. Me sigues?, -Sí, le respondí- Llegué empapado y agitado hasta la paquetería y mostré mi boleto al encargado. El viejo de más de ochenta años me señalaba molesto el reloj, reclamando que había llegado unos minutos antes de la hora acordada. Mi inglés incipiente no me dejaba explicarle nada y ya lo había puesto de mal humor. Lo único que trataba de decirle era que había desviado mi camino para comprar una cosa que deseé desde hacía una semana cuando estuve en esa ciudad. La había visto por todos lados y se convirtió entonces en mi mayor anhelo. No cualquier deseo de turista barato que viaja a Europa para llevar en una bolsa de plástico réplicas pequeñitas versión llavero de la torre Eiffel. Simplemente no podía volver a donde fuera sin ella, es que esa ciudad no era nada hasta que Maradona levantó al equipo, antes sólo era reconocida por la mafia, por eso las calles están repletas de ese orgullo que es irle al Napoli en que ganó Diego.
Me miró como si quisiera corroborar que lo entendía o que seguía conectada a su discurso.
Bueno - continúo - como seguía sin poder explicarle, saqué de la bolsa la playera de SSC Napoli con el número 10 y el nombre de Maradona, la extendí y la agité ante sus ojos. Cuando la vio, su semblante de viejo malhumorado cambió de inmediato. Con una voz salida de El padrino, una sonrisa y los puños apretados me gritó “¡Forza Napoli!” Luego el anciano me entregó mis maletas y preguntó de dónde era –Mexicano, dije yo. Salí del lugar justo a tiempo para abordar el tren y todavía recuerdo cómo se me iba enchinando la piel porque el anciano me despidió con un cántico del club al que casi, ontológicamente, todo napolitano sigue. “Arrivederci ragazzo” alcancé a escuchar a lo lejos. Entonces supe que había valido la pena toda aquella corrida a contra reloj.
Nunca antes, además de mi padre al que no veía desde hacía muchos años, había escuchado desbordar a alguien tanta vida por el futbol. Nos vimos algunas veces más lo que restó del año, siempre con la promesa de parar, además de en un nuevo hotel, en alguno de los grandes estadios de esta ciudad que, a veces, se termina tragando a las personas, justo como me pasó con él.
Aquel hincha, como nunca podré dejar de reconocerlo, se me escapó entre partidos de futbol y camisetas.

Una primera versión del cuento puede ser hallada en Liberpopulum. Fanzine de expresión mayeútica, No. 2 Año I febrero/marzo 2015 ( http://liberpopulum.blogspot.mx/2015/03/ano-1-numero-2-el-viaje.html )

martes, 7 de julio de 2015

Una copa, por favor




Advertencia: este artículo no es sólo para mujeres, si eres hombre tienes tus propios mitos sobre la menstruación y tu forma de relacionarte con ella por ser hijo, hermano, novio o papá. No mientas, seguramente has tenido que ir corriendo a la farmacia a comprar toallas o tampones alguna vez en tu vida. Por ello no carece de importancia que leas y conozcas sobre nuevas opciones para estos días en que crees que la mujer se convierte en un insoportable ser que estaría mejor encerrado en el laberinto del minotauro.

Con poco tiempo que pasemos frente al televisor seguro verás muchos comerciales de diversas marcas de toallas sanitarias, esos que ofrecen una “forma mejorada que evita escurrimientos”, “ultra absorbencia” de un líquido azul que no tiene la misma densidad que la sangre menstrual, sistema absorgel que quién sabe qué sustancia se use para “convertir” la sangre en pseudosólido más rápido y evitar que salga por los lados de las toallas, justo como los pañales de los bebés ofrecen unas barreras antiescurrimiento. Las anuncian, también, cada vez más largas pues todas sabemos que usar una toalla de noche implica escurrimientos que dejan manchas en tu ropa a la altura del coxis; además de que dicen ser ultradelgadas y garantizan que no se notan, porque a final de cuentas comienzan a ser casi como un pañal de adulto.

Para mi, una opción más cómoda y menos antihigiénica eran los tampones, pero no sé si es parte de nuestra sociedad que en la tele no pasan anuncios de estos productos y quién sabe cómo te enteras de su existencia, que cabe mencionar es cada vez mayor pues varias marcas de toallas comenzaron a lanzar también su línea de tampones. Sin embargo, este producto puede causar “síndrome de shock tóxico”, algo que no solía advertirse en las cajas hasta que la modelo demandó que esto se hiciera, pues ella perdió una pierna a causa de este síndrome –aquí encontrarás más información al respecto http://www.actitudfem.com/entorno/noticias/actualidad/modelo-de-vogue-pierde-pierna-por-usar-tampones -. 
Aunado a todo lo engorroso que puede resultar la menstruación a causa de los únicos productos que se nos ponen a la venta, si una mujer en promedio tiene  2,405 días netos de menstruación, la cantidad de basura que generamos es incontable, tan sólo en un día son cerca de seis toallas o tampones, dependiendo del flujo que tengas. Con tantos desechos, no sólo de esta clase, pronto terminaremos como aquel capítulo de Los Simpson en que la ciudad se desborda de basura, tras tener la fantástica idea de colocarla debajo de ésta pues ya no tenían espacio en los basureros. Pero podríamos hacer una pequeña aportación que implicaría además un mínimo pero importante boicot al sistema, porque si algo no termina de entenderse es que si dejáramos de consumir verdaderamente muchas marcas podríamos presionar, pues quienes gobiernan verdaderamente son las compañías, ya que la economía, sabemos o intuimos, hace tiempo que no es propia del Estado, sino de las grandes empresas.
La copa menstrual es la opción perfecta no sólo para dejar de formar parte de la cadena de producción de basura o dejar de minar tu economía cada mes, pues una copa dura cerca de cinco años y tiene un costo promedio de 500 pesos, sino que es una manera de conocer tu cuerpo y dejar atrás las barreras entre tú y tu menstruación, tremendamente relacionadas con la estigmatización de este hecho, pues las toallas y tampones están diseñados para no tener un contacto verdadero con tu sangre, son un velo falsamente higiénico para mantenerte ajena a este fenómeno. Además son las sustancias que contienen estos productos los que generan malos olores. Con la copa menstrual puedes ver tu sangre –créeme, esto cambiará un poco tu manera de ver tu periodo- y con esto monitorear si algo anda mal, pues conoces su color, su olor real o si hay coágulos, pues si tienes una menstruación sin estos es menos probable que puedas tener quistes. Al principio tienes que acostumbrarte a ella y conocer la forma de tu cérvix para colocarla correctamente, a modo de evitar fugas, además debes aprender a sacarla para que no vayas a lastimarte, no es que su uso sea peligroso o complicado, sino que hay modos para realizar las cosas que facilitan la relación con el producto. La experiencia de una amiga y la mía me enseñó que si sacas la copa de modo brusco puedes generarte una irritación, mi amiga desistió del uso de la copa porque no sabía lo que le pasaba y pensó que era una reacción al material, lo cual puede ser frecuente si más bien uno no aprende a entender su cuerpo y pone atención en cómo hace las cosas. Por mi parte corregí el modo de uso de la copa y continúo con ella satisfactoriamente. Además, utilizar la copa puede relacionarse con la ginecología natural, en tanto que se trata de prestar atención y relacionarnos mejor con nuestro cuerpo –quizá en otra nota hablaré más sobre la ginecologñia natural-. Eviten odiar ser mujer como yo los primeros años que tuve periodo.
En las páginas de facebook de (*La lunita en Mi*) o FemCub México pueden encontrar más información sobre la copa y realizar su compra.

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